Gaceta 22 No. 95
A 101 años de su nacimiento, recordamos a Ingmar Bergman no como un cineasta inalcanzable sino necesario, un hombre cuyo mayor talento fue haber aprovechado, como nadie, al cine como auto exploración (¿o auto exorcismo?) de sus demonios personales. Aquí proponemos un primer acercamiento a Bergman a través de las inquietudes y obsesiones que lo asecharon toda la vida y que él volcó con insistencia en su cine íntimo, reflexivo y siempre inquietante.