El Librero

La correspondencia del 84 Charing Cross Road

Frida Rosales V.
Gaceta Nº 240 - 1 de agosto, 2025


En octubre de 1949, Helene Hanff, una joven y desconocida escritora de guiones, envió una carta desde Nueva York hasta Marks & Co., una librería situada en el 84 de Charing Cross Road, en Londres. Ese sería el primero de muchos viajes de sobres y estampillas que se extenderían a lo largo de 20 años; es difícil imaginar una relación tan estrecha entre Estados Unidos e Inglaterra si no fuera por las cartas intercambiadas entre Helene y todos los empleados de Marks & Co., sobre todo Frank.


Desde donde estoy ahora, Londres se encuentra muchísimo más cerca que la calle 17.


Las primeras cartas son unas tímidas líneas intercambiadas entre un cliente y un proveedor, pero rápidamente, los 5,000 kilómetros que separan el apartamento de Helene y la entrada de la librería inglesa, se vuelven un espacio seguro para intercambiar ideales políticos y sociales, dificultades personales, pero lo más íntimo de todo, los libros.

Personajes como Churchill y su triunfo en unas elecciones no ocurridas, o mejor dicho, ocurridas cinco años atrás y ganadas por Stanley Baldwin, o el deceso del Rey George VI y el impacto en su nación, hasta llegar incluso la ola del Swingin Sixties y los - entonces ruidosos - Beatles, hacen su aparición de tanto en tanto para fácilmente colocar esta obra en su contexto histórico, lo que permite a uno como lector viajar en el tiempo y el espacio, y como resultado, involucrarse rápidamente con esta lectura.

Este ir y venir de correspondencia es un valioso lienzo de lo que ocurría en aquellos años, y sobre todo, levanta la mirada hacia aquello que nos gusta resumir en la baratija de los datos curiosos; la escasez de azúcar, por ejemplo, como un rezago de la crisis durante la Segunda Guerra Mundial. Lo único que no puedo conseguir es azúcar, ni ninguna clase de dulces, por lo que personalmente doy gracias a Dios, ya que me he propuesto perder cinco kilos mientras esté aquí.

¿Por qué el azúcar? Este ingrediente se introdujo en la época de las cruzadas, por allá de los 1000 y 1200 d.C, y rápidamente se consolidó como un producto de lujo en el siglo XVII gracias al comercio con América; para el siglo XX, este endulzante ya era un básico en la dieta británica, pero gran parte del suministro de azúcar dependía de las importaciones, lo que lo convertía en un ingrediente escaso durante la época de conflictos bélicos. Constantes ataques navales durante la Segunda Guerra Mundial desataron un sistema de racionamiento impartido por el gobierno, pues era la única manera de garantizar una distribución equitativa. Racionados los alimentos a razón de 60 gramos de carne por familia y semana, y a un huevo por persona y mes, son excusas que llevan a ambos remitentes no sólo a charlar, sino a establecer una amistad a la distancia, una amistad casi utópica que se guía por la bondad de uno y de otro.


En algún periodo entre abril y septiembre solemos arreglarnos bien con los huevos, porque dejan de estar racionados durante un tiempo y entonces hacemos también algún cambalache con las conservas: una vez, y para una ocasión especial, cambié una lata de huevo en polvo por un par de medias de nailon. No es muy legal, ¡pero nos ayuda a salir del paso!


Acompañar esta lectura con el Mesías de Haendel, o La Pasión según San Mateo, de Bach, ayudan a sentarnos a la mesa con Helene mientras escribe sus agradecidas líneas llenas de nuevas solicitudes literarias con títulos que abarcan la religión, la crónica, rozan momentáneamente la novela – pues no era un género favorecido por Hanff – y regalos cada que los chelines y los dólares eran suficientes en el bolsillo de alguno de los dos puntos del globo.

Helene pudo viajar a Londres hasta 1971, gracias a la publicación de estas cartas convertidas en libro. Lamentablemente, para ese entonces, Frank Doel, su gran amigo a la distancia, había fallecido y Marks & Co., aquella librería que superó la decepción de las estanterías americanas, había cerrado sus puertas. Un telefilme y una cinta después, 84 Charing Cross Road se convirtió en el legado de Helene para sus lectores.

Eventualmente, este viaje lírico se convierte en una seductora y constante invitación a visitar las pequeñas librerías, las que pertenecen a meticulosos y reservados coleccionistas, en cuyas mentes cabe el inventario completo de sus estantes y repisas, incluyendo fichas técnicas.


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