Pantalla Sonora

Pasajes ocultos en la obra de Shostakóvich

Itzel Huerta
Gaceta Nº 240 - 1 de agosto, 2025



A lo largo de la historia han existido grandes compositores, algunos siendo una promesa desde la infancia, otros encontrando en la música un escape ante las situaciones que acontecían en su vida, y si bien se pueden ser ambos, ¿cuál creen que fue el caso de Shostakóvich? Les aseguro por mucho, que el primer caso no fue.

Dmitri Dmitrievich Shostakóvich llegó al mundo el 25 de septiembre de 1906 en San Petersburgo, sus padres le pudieron dar una vida llevadera hasta 1918, que fue cuando la situación en Petrogrado comenzó a complicarse tras la Guerra Civil y las políticas impuestas por el nuevo régimen. Se caracterizó por ser tímido, por tener una hábil memoria y también por interesarse en la música, un gusto que le hizo que se le considerara como distraído, por lo cual alguna vez su profesor le dijo que tenía “la cabeza llena de sonidos”. Sus habilidades musicales se revelaron de manera temprana, a los 10 años compuso la ópera Los gitanos de Pushkin en piano y a los 11 años ya era capaz de interpretar preludios y fugas de Bach; además, se manifestó un rasgo curioso: cada que vivía una gran impresión se expresaba en términos musicales, una cuestión que lo acompañaría hasta el último de sus días, el 9 de agosto de 1975.

Con apoyo del libro Dmitri Shostakóvich. Genio y drama (2013) del violonchelista mexicano Carlos Prieto, en este Pantalla Sonora haremos un recorrido por la vida y obra del compositor, quien constantemente lidiaba con los asedios del régimen comunista, pero que en la música encontró un espacio para expresar aquello que con palabras no podía.

En la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) todas las artes - así como prácticamente la vida -, estaban reguladas por comités o personajes que tenían la aprobación del régimen en cuestión; durante el mandato de Stalin, sólo él tenía la última palabra. Tras su muerte – y posterior a que Gueorgui Malenkov fungiera como presidente del Consejo de Ministros -, fue Nikita Jrushov quien asumió el cargo hasta 1964. A él se le reconoce por comenzar el proceso de desestalinización en la URSS, aunque eso implicara la imposición de sus ideales. Posteriormente, asumió el cargo Leonid Brézhnev en 1965, quien también aplicó medidas de represión que caracterizaron a su época como la era del estancamiento.

Pequeñoburgués, formalista y enemigo del pueblo, fueron algunas de las constantes acusaciones que persiguieron a Shostakóvich durante su vida, y es que en el régimen que vivía no tenía muchas opciones, él casi siempre eligió decir lo que querían que dijera y luego corría a escribir una partitura. Su historia de vida es interesante por los acontecimientos que atravesó, pero también por su reacción ante ellos, que siempre se traducía en música. A continuación, enlistaremos unas cuantas de sus obras y los momentos por los que fueron marcadas.


Opus 47 Sinfonía núm. 5 en re menor


Durante el régimen de Iósif Stalin, Shostakóvich tuvo breves y pocos momentos de aprobación, la quinta sinfonía fue uno de ellos, pues se realizó en un momento en el que recién había pasado la purga cultural a manos de Andréi Zhdánov, quien era el responsable del control ideológico de la cultura y uno de los militantes principales del estalinismo. El compositor presentó esta obra en 1937, en un momento en el que se jugaba su futuro después de que las autoridades culturales hubieran limitado casi en totalidad su actividad. Pravda, el periódico soviético más relevante, tenía lista su pluma para, una vez más, dar una dura crítica a Shostakóvich.

Sin embargo, al término de la última nota, el público estalló en aplausos y ovaciones tras tan magnánima obra, que varios asistentes consideraron una excelente respuesta tras las severas críticas y acusaciones. En el documental Shostakóvich contra Stalin de Larry Weinstein, los testimonios comparten que Stalin estaba satisfecho con la quinta sinfonía, que sentía que plasmaba el orgullo de la patria y del estalinismo, ya que en esa época solía decir “La vida es mejor, se ha vuelto más alegre”; sin embargo, dicha obra oculta el sarcasmo ante el régimen, pues Shostakóvich hizo de esta obra el reflejo de la represión soviética. El compositor Karen Khachaturian, comenta en el filme que Shostakóvich solía ofrecer un brindis que decía “Bebamos para que la vida no mejore”.



Opus 60. Sinfonía núm. 7 en do mayor, “dedicada a la ciudad de Leningrado”


En 1941 la URSS tuvo un encuentro con el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial al ser atacada por el ejército alemán - liderado por Adolf Hitler -, bajo la Operación Barbarroja, que consistió en intervenir el territorio soviético por tres puntos distintos hasta lograr llegar a Moscú. Más de 3 millones de soldados fueron designados para tal misión, sin embargo, las fuerzas rusas lograron vencerlas. Fueron cinco meses de terror los que azotaron al pueblo ruso, que, tras la victoria, recuperó la emoción de vivir. Por su parte, Shostakóvich escribió la séptima sinfonía, un homenaje a Leningrado por sobrevivir a Stalin, más que al ejército Nazi, ya que creía que los alemanes sólo venían a rematar lo que el dictador había controlado por años.



Opus 113. Sinfonía núm. 13, en si bemol menor, para bajo, coro de bajos y orquesta


Shostakóvich siempre se conmovió ante las injusticias contra los judíos, de alguna manera se identificaba, compuso varias obras de inspiración hebraica durante la campaña antisemita al final del régimen de Stalin. Pero en 1961, el poeta Evgueni Evtushenko escribió Babi Yar, un poema que retoma la masacre acontecida en 1941 en la Barranca de Babi Yar, ubicada cerca de la ciudad de Kiev en Ucrania, el cual creó en homenaje a las víctimas de los alemanes nazis, que también fue de uno de los asesinatos masivos más grandes que ocurrieron durante la Segunda Guerra Mundial. La historia no era bien conocida, los alemanes se encargaron de ocultarla, pero cuando Evgueni Evtushenko conoció aquella barranca cuestionó por qué no había algún monumento en honor a las víctimas, por lo cual regresó decidido a escribir. Después de que se hubiera publicado su poema, fue contactado por Dmitri Shostakóvich para solicitarle usarlo en una obra musical, Evtushenko aceptó. Con ello, el compositor comenzaría su decimotercera sinfonía.

Babi Yar protagonizó el primer movimiento de esta nueva sinfonía, mientras que el segundo tendría un tono sarcástico y burlesco que resaltaría el humor, el tercero alude al agotamiento de las mujeres en sus vidas, el cuarto habla de la represión y el quinto se refiere a todos aquellos personajes que resistieron a las presiones y persistieron en afirmar la verdad. Debido a los temas que abordaba, las autoridades trataron de estropear el estreno, pero finalmente este se suscitó de manera histórica en 1962.



Opus 135. Sinfonía núm. 14, para soprano, bajo, orquesta de cuerdas y percusión


Dedicada al compositor inglés Benjamin Britten, esta es una obra en la que Shostakóvich tuvo completa libertad creativa, pues ignoró las disposiciones del realismo socialista para crear un ciclo vocal de once movimientos, con dos voces solistas, una orquesta de cámara conformada por instrumentos de cuerda y percusiones. Esta sinfonía es una de las que demuestran la afinidad del compositor por la literatura, ya que está basada en los poemas De profundis y Malagueña del español Federico García Lorca; Lorelei, Le Suicidé, Les Attentives I y II, A la Santé y Réponse des Cosaques Zaporogues au Sultan de Constantinople del francés Guillaume Apolinaire; O, Del’vig. Del’vig! del ruso Wilhelm Küchelbecker; y finalmente, Der Tod des Dichters. La muerte de un poeta y Schluβstück. La muerte todopoderosa del austriaco Rainer Maria Rilke.

Cabe mencionar que tal creación de Shostakóvich fue compuesta desde el hospital en 1969, cuando su salud comenzaba a deteriorase y su mano derecha perdía fuerza. No obstante, fue de las pocas veces en las que se quedó satisfecho con su obra, de tal manera que compartió a su secretario, Isaak Glikman, que era como si sus obras anteriores lo hubieran preparado para su creación más reciente.



Actualmente, Shostakóvich es un compositor controversial, apreciado por diversos artistas, pero cuestionado por varios musicólogos que consideran como inestables sus creaciones, esto, en parte, por la complejidad técnica de sus composiciones. Como anteriormente mencionamos, el gobierno de Stalin fue severo, aunque maravilló a todos con su primera sinfonía, sus siguientes composiciones no serían tan bien recibidas, pues durante la permanencia de Stalin, Shostakóvich fue censurado al menos un par de ocasiones e incluso estuvo cerca del exilio, con ello, también fue duramente juzgado por todos aquellos que componían el gabinete y que supervisaban la parte cultural. No obstante, y claro que años después de que muriera Stalin, recibió el Premio La Orden de Lenin y fue nombrado Héroe del Trabajo Socialista.

Dmitri Shostakóvich partió del plano terrenal en 1975, dejando un legado de 15 sinfonías, 15 cuartetos de cuerda, seis conciertos, cinco sonatas, numerosas piezas para piano, música para casi 40 películas, dos óperas, tres ballets, vastos ciclos vocales con piano y orquesta, música para conjuntos de jazz, operetas, oratorios, cantatas y canciones, entre muchas otras obras más. Aún hoy día, es habitual que muchas personas se imaginen un escenario ficticio en el que las composiciones de Shostakóvich no hubieran sido reprimidas por el régimen soviético, pues varios coinciden en que era un genio creativo que se limitó para no morir. No obstante, su figura es ejemplo de resistencia y genialidad, pues ese niño “que tenía la cabeza llena de sonidos” logró reflejar a través de la música, su vida y parte de la historia.



COMPARTE