A menudo tenemos la concepción de que el conocimiento y el enriquecimiento cultural, que más bien tiende a ser intelectual, se da sólo a través de la lectura. Y tiene parte de verdad. Es la forma por excelencia de preservar el conocimiento. La manera en la que en la actualidad nos hacemos de información es a través del consumo indiscriminado de contenidos digitales. Y a veces, en ese océano virtual podemos encontrar también conocimiento.
Unos de los recientes artilugios de comunicación son los podcasts, en boga desde hace unos años por su versatilidad de temas, plataformas, presentadores y por ser una manera práctica, sí de entretenimiento, pero también de difusión. Y entre ese mar de propuestas creativas y con sentido divulgativo está Gastropolítica, un podcast cuyo título no da lugar a equivocaciones, escrito y narrado por Maxi Guerra.
Guerra, uruguayo con doble raíz, libanesa e italiana, de voz cálida, denota en cada episodio su entusiasmo no sólo por la línea de su proyecto, sino por la investigación, la lectura a profundidad. Pero él no pretende instruir sobre el tema determinado que domine, lo que busca es entretejer, darle narrativa a la historia, que casi siempre es política, del ser humano a través de la gastronomía. Y hay algo sin lo que este podcast nunca podría haber visto la luz: la curiosidad, que nació primero de la idea de escribir un libro bajo estas aristas.
Con varios pasos por las humanidades, una pasión por la lectura y la escritura y un camino ya labrado en el periodismo y la locución de radio, Guerra encontró el caudal para su voz a través del micrófono, desembocando en lo que hoy es uno de los podcasts más escuchados en español en toda Iberoamérica, que para no ser uno sobre dicharacherías, estilo de vida o superación personal ha resultado ser oro para quien busca cobre.
Creo que parte de su secreto es lo accesible de su lenguaje e ideas, el modo charla de la narración. Es su toque. Así lo comprobé en su reciente visita a la Ciudad de México y su presentación en una librería en el centro de la capital, donde hiló, sin desvío alguno, la astringencia propia del vino, la popular Gran ola de Kanagawa, la voz de Leonard Cohen, Gardel, el poeta Washington Benavides y, por supuesto, a su natal Uruguay.
Con dos temporadas y menos de 20 episodios, Gastropolítica abarca un montón de ideas que, a pesar de que viven en nuestro imaginario colectivo, al mismo tiempo tienen huecos sin llenar que desconocemos. Por ejemplo, habla de que la Pepsi fue el primer producto occidental, y por occidental hablamos de estadounidense, en venderse en la Unión Soviética, a cambio de buques de guerra; o que el cambio de la dieta de los japoneses durante la era Meiji al consumo de carne roja, fue una estrategia guerrera; o que el proceso preciso de recolecta de 10 millones de rosa de Bulgaria son clave para un perfecto frasco minúsculo de esencia de esta aromática flor; o que el consumo de la carne de ballena en Japón está relacionado con la creación del monstruo Unilever; o que la mafia siciliana estuvo directamente relacionada con las plantaciones de cítricos en la región.
Pero una de las cosas que más llama la atención en este podcast, es lo que a mí me gusta llamar la tetralogía (hasta el momento) del café de Gastropolítica. Un tema tan extenso y apasionante, para los cafeinómanos sobre todo, aquí se disecciona la procedencia fascista de la famosa cafetera italiana; la relación de Pelé con el café; y el viaje de los cafetos desde Yemen hasta Sudamérica. Mi favorito, creo, es el de los distintos conceptos de lo que llamamos moka:
En el mundo del café la palabra moka está en todos lados y sus significados son contradictorios. Quedémonos con sus tres encarnaciones principales: la bebida, la cafetera y la ciudad. La bebida moka no se hace con la cafetera moka, la moka se inventó a miles de kilómetros de la ciudad de Moka, en ninguna cafetería de Moka te van a servir un moka.
Pero como lo mencioné, no todo es café. A lo largo de sus episodios, y a pesar de la obviedad del nombre de su podcast, Maxi Guerra no sólo habla de cómo la política influye a la gastronomía por las rutas comerciales o la migración, que por supuesto son juegos geopolíticos los cuales si no siempre enriquecen, sí que alteran la cultura alimentaria de cualquier lugar, sino que la política se inmiscuye y se cuela por cualquier rendija en la intimidad de las cocinas de millones de hogares de todo el mundo habitados por gente común y corriente. Como las moronas de cualquier ingrediente que pasa a través de un rayador. Muestra de ello es la puerta que abre el uruguayo en el anecdotario Dietario disperso, una breve sección de cápsulas que habitan también sus canales de difusión.
Volviendo al inicio de este texto, en que abrimos con la lectura como herramienta clave de conocimiento, me gusta pensar que esto funciona como los místicos uroboros, esos seres dragón que simbolizan ciclos eternos. Maxi Guerra lee metódicamente para articular los guiones de su podcast, yo los he escuchado, ahora escribo sobre ello con la esperanza de que mi interlocutor vaya a su plataforma de música preferida (YouTube o Spotify) y descubra los horizontes que nos atisba Gastropolítica. Puede que sea una obviedad, y antes tal situación, vaya y dé un viaje por la historia del mundo moderno a través de la comida.