Por: Rebeca Avila

El cuento y 10 de sus exponentes más prolíficos

Se suele reconocer a los grandes escritores como aquellos que han logrado la máxima de publicar al menos una novela; luego le siguen los poetas, aquellos que logran el estado más sublime de la expresión de la palabra a través del verso y la prosa; y, al final, así como se encuentran publicados en las últimas páginas de las revistas, periódicos o gacetas, está el cuento, esa narrativa de ficción que se presenta de forma breve. Decir que un escritor destaca como cuentista, parece tener una connotación negativa, poco meritoria. Sin embargo, en ningún lado dice que la extensión de un texto hace a la riqueza y complejidad de su contenido.

A pesar de ciertas características del cuento, como su duración breve, el minimalismo de personajes y la falta de detalles descriptivos (en contrapunto con la novela), la tensión mantenida desde el principio y la condensación lingüística, así como su carácter anecdótico, son una gran oportunidad, no para tener una lectura rápida, sino para percibir el microcosmos que puede habitar en tan pocas páginas. En este Librero, te proponemos diez autores, de diversos subgéneros, estilos, latitudes, épocas y con distintas temáticas, para leer.


Guy de Maupassant

El escritor francés nacido en 1850, Guy de Maupassant, fue autor de seis novelas, sin embargo, el cuento fue en aquello que destacó aún más: quizá uno de sus títulos más reconocidos sea El Horla, ficción de terror psicológico en la que Maupassant provee descripciones precisas y realistas para escenificar el delirio de una mente atormentada. Tachado hacia el final de sus días por la prensa sensacionalista como el cuentista loco, él contrajo sífilis, enfermedad que arremetió contra su estabilidad mental. Este mito del cuentista loco se aderezó con la adicción de Maupassant al éter y, más tarde, con su intento de suicidio.

De Maupassant puedes leer: El collar, El Horla y Bola de Sebo.


Edgar Allan Poe

Si ya hablamos de lo menospreciado que es el cuento, también es importante señalar que ha tenido sus momentos de gloria y sus máximos exponentes, tales como el nacido en Boston, Edgar Allan Poe. Su éxito en vida, opacado e interrumpido por su conocido alcoholismo, lo fue en cuanto a la publicación de sus obras — en aquella mitad del siglo XIX, el cuento era el género más leído y, por lo tanto, el más vendido —. Sin embargo, a pesar de que un sinnúmero de sus obras fueran publicadas y que éstas eran del gusto de los lectores, hubo un tiempo en que el autor sólo ganaba 10 dólares semanales. El común denominador de la literatura de Poe es bien conocido: muerte, locura y crimen, que se desarrollan en atmósferas nocturnas u oscuras, pues son propicias para que converjan las pesadillas y el miedo.

De Allan Poe puedes leer: La verdad sobre el caso del señor Valdemar, La caída de la casa de Usher, Los crímenes de la calle Morgue y El corazón delator.


Antón Chéjov

Uno de los grandes escritores de Rusia, siempre a la sombra de su contemporáneo Tolstoi; aunque a diferencia de éste, Chéjov no escribió monumentales compendios novelísticos, sí fue un gran maestro del relato corto y de la dramaturgia. Médico de profesión, Antón comenzó a escribir cuentos humorísticos para pagarse la carrera en Moscú y ayudar a su familia. Lo que fue un pasatiempo y una forma de ganar algo de dinero durante su juventud, resultó ser su más grande talento y pasión: “La medicina es mi esposa legal; la literatura, sólo mi amante”, dijo en alguna carta el escritor ruso. En sus cuentos, es narrada la condición humana desde sus conflictos, frustraciones, contradicciones, sufrimientos y alegrías.

De Chéjov puedes leer: La dama del perrito, Vanka, La broma, Flores tardías y El camaleón


Raymond Carver

A Raymond Carver se le ha sobrenombrado “el Chéjov americano”, por, precisamente, su capacidad narrativa para el cuento. Su estilo, siempre llamado minimalista, envuelve hasta dejarnos con finales en los que la conclusión va por nuestra cuenta; y sus relatos suelen hacer alusión a personajes que son el arquetipo de un estadounidense promedio: desolado, triste, al margen de la locura o que ven la vida pasar sentados en la cocina. En sus obras los personajes no viven grandes aventuras, ni son famosos, ni tienen grandes amores llenos de pasión. Sus historias son más bien odas al fracaso, a abrazarlo y aceptarlo, cimentadas en la propia experiencia de un hombre que nunca tocó tal luminosidad del país donde los sueños se hacen realidad.

De Carver puedes leer: sus cinco libros de cuentos, De qué hablamos cuando hablamos de amor, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, Catedral, Tres flores amarillas y Si me necesitas llámame.


Jorge Luis Borges

Dejamos atrás la lengua anglosajona para dar paso a la castellana. Si los cuentos muchas veces (erróneamente) son pensados como cuentos de hadas, el argentino Jorge Luis Borges llevó ficción fantástica a otro nivel. Uno de los grandes méritos de él es precisamente el de convertirse en una de las figuras más importantes de la literatura en español del silgo XX sin haber escrito ni una sola novela, pues su obra se compone de poesía, ensayo y, por supuesto, el cuento. Quizá su obra más célebre —aunque es difícil elegir cuál de todas ellas es más impresionante— es El Aleph, donde los ambientes realistas de las narraciones, de pronto se ven vulnerados por finas grietas por donde se cuelan sucesos inconcebibles que rompen con la lógica.

De Borges (también) puedes leer: Ficciones —donde se concentran títulos imprescindibles como El jardín de los senderos que se bifurcan, La biblioteca de Babel, Las ruinas circulares y La muerte y la brújula— así como el compendio El libro de arena.


Jorge Ibargüengoitia

Con una perspectiva aguda y franca, siempre capaz de señalar lo ridículo que resulta el comportamiento de la sociedad, Jorge Ibargüengoitia realizó, aunque sin la intención de parecer gracioso, una visión irónica de los vicios del mexicano. Aunque destaca por su obra de novela y periodística, lo cierto es que el escritor guanajuatense tuvo los suficientes relatos cortos para sobresalir también en el cuento. En estos, cabe todo el humor negro y la comicidad, lo grotesco y lo absurdo, para mostrar situaciones y peculiares personajes que reflejan la idiosincrasia nacional. Su sátira abarca a todo público, pues a finales de los 80, se lanzó una colección de cuentos para niños, que apelan a la inteligencia de las mentes más jóvenes.

De Ibargüengoitia puedes leer: La ley de Herodes y el compendio de Cuentos para niños


Clarice Lispector

Una de las plumas más brillantes de la literatura brasileña, no es de un hombre, sino de una mujer: Clarice Lispector. El enigma de su obra y de su persona misma, permeó desde su primera novela publicada Cerca del corazón salvaje. De origen ucraniano —llegó con su familia a Brasil huyendo de la persecución rusa a los judíos durante los años 20—. La sensación de no pertenencia, del inmigrante y de la desigualdad, se desarrollan en su estilo inclasificable. Ese no estilo, también sacudió al género cuento, considerado como la vertiente más fructífera, fascinante y consumada de su obra. En él se pueden encontrar sus más grandes inquietudes: la condición humana, la abrumadora realidad cotidiana y la identidad femenina.

De Lispector puedes leer: el compendio (único) Todos los cuentos de editorial Siruela.


Rosario Castellanos

Conocida como una gran novelista, pero sobre todo poetisa, Rosario Castellanos, pionera en el feminismo literario mexicano, debatió su obra entre dos temas principales: el indigenismo, plasmado en obras como Balún Canán, Oficio de Tinieblas y Ciudad Real —siendo precisamente ésta última un compendio de cuentos sobre la opresión a las culturas indígenas—; y la mujer vista desde sus pasiones, luces, demonios y el amor, así como desde su papel en la sociedad mexicana, como en Sobre cultura femenina (su tesis de maestría), el poemario Poesía no eres tú, y las novelas Mujer que sabe latín y Rito de iniciación.

De Castellanos puedes leer: Álbum de familia y Los convidados de agosto.


Marguerite Duras

Contemporánea de los intelectuales de la patria de su tiempo —De Beauvoir, Sartre, Camus—, la francesa Marguerite Duras destacó en la novela, pero también el guion y la dirección cinematográfica. Creadora de su propio lenguaje, Duras escribió de y por el dolor y la soledad, así como del amor y el deseo; su literatura se resguarda en una feminidad que no se reserva nada, en las atrocidades de la guerra o el goce femenino fuera de las permisiones sociales. Así, mediante el erotismo, fue en sus cuentos donde Marguerite dotó de compañerismo al sexo y a la muerte, de la manera más sublime, donde la pasión desbordada del amor se trastoca con los instintos más violentos del ser.

De Duras puedes leer: El hombre sentado en el pasillo, El último cliente de la noche, El tren a Burdeos y El mal de la muerte.


Amparo Dávila

Educada en colegios de monjas y con una infancia vivida en Pino, Zacatecas, donde el frío viento y los fantasmagóricos paisajes la abastecieron de alicientes para desbordar su imaginación, Amparo Dávila, que falleció apenas en abril de este año, destacó siempre en el cuento, en específico, en el de terror. En sus historias más estremecedoras, la aparente tranquilidad de la cotidianeidad se ve perturbada por entes que, más que por su origen sobrenatural, horrorizan por su cercanía a la realidad.

De Dávila puedes leer: Árboles petrificados, Tiempo destrozado y Muerte en el bosque.




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