Por: Geovanny Villegas

Edgar Allan Poe: el ocaso y la aurora

“Yo me vuelvo hacia la noche secreta, inefable y santa.
[…] Querido sol de la noche –estoy en vela–pues yo soy
tuyo y mío–me anunciaste la noche para la vida
–me hiciste humano– consume mi cuerpo con ardor
espiritual, que aéreo me mezclo contigo dentro de mí.”

Novalis

Desde el momento de su nacimiento, la vida de Edgar Allan Poe parece estar sujeta al incomprensible y caprichoso azar: nació en Boston, el 19 enero de 1809, debido a que sus padres –Elizabeth Arnold Poe y David Poe– trabajaban como actores en una compañía itinerante de teatro. Sin embargo, la vida al lado de ellos fue breve y, a los tres años, Edgar tuvo el primer contacto con la muerte al quedar huérfano. Entonces, cada uno de los tres hijos del matrimonio Poe fue destinado a diferentes familias; en el caso de Edgar, Frances y John Allan lo adoptaron –aunque nunca legalmente– y se hicieron cargo de él hasta la muerte de Frances, su querida madrastra.

En el transcurso de la niñez a la adolescencia, Edgar tuvo innumerables roces con John hasta que, después de la muerte de su esposa, este le negó todo apoyo económico. Para ese momento, el joven Poe había ingresado a la academia militar –donde tuvo el primer contacto con el alcohol–, no obstante, tras conocer la decisión de su protector, Edgar se hizo expulsar de la academia y se fue a vivir a casa de su tía María Clemm, donde también residía su hermano mayor, David Poe, y su prima, Virginia, con quien contrajo matrimonio en 1836.

La vida conyugal estuvo, también, rodeada de dificultades económicas: desde un año antes –1835–, Edgar colaboró con la Southern Literary Messenger, revista de Richmond donde se publicó Berenice. Lo malo es que, a pesar de que los textos de Poe eran del gusto de los suscriptores, el autor sólo ganaba 10 dólares semanales.

Posteriormente las complicaciones incrementaron, pues en enero de 1842, mientras interpretaba una canción para Edgar, Virginia comenzó a sangrar por la boca: la tuberculosis consumió, poco a poco, la salud de la joven, hasta que falleció, finalmente, en 1847. A partir de esta pérdida, la vida del escritor bostoniano fue en franco declive, y en estos constantes periodos de afectación, Edgar recurría al consumo de alcohol. Así, el 27 de septiembre de 1849 se embarcó rumbo a Baltimore, donde tomaría un tren a Filadelfia; sin embargo, su afición por la bebida se lo impidió. Esta parte final de su vida está repleta de conjeturas y neblina: hay un periodo poco claro en que no se sabe nada de Poe, hasta que un médico, conocido suyo, lo sacó de una taberna y lo internó en el hospital. De esta manera los últimos cinco días de su vida oscilaron entre la realidad y la ficción: Poe llamó desesperadamente a Reynolds –personaje que aparece en Narración de Arthur Gordon Pym–, quien murió en el confín del Polo Sur, mientras él, su creador, moría en un cuarto de hospital el 7 de octubre de 1849, rodeado de cuervos, escarabajos y gatos negros.

Es imposible tratar a fondo el legado literario de Edgar Allan Poe en una sola exhibición, en un espacio tan breve. Sin embargo, nuestro objetivo es invitarte a explorar su amplia obra, que abarca desde la poesía (El cuervo, Ulalume, Anabel Lee, etc.), el ensayo (La filosofía de la composición, El principio poético, Eureka), la crítica literaria y, desde luego, el cuento, género al que se le liga con mayor frecuencia gracias a su numerosa producción. En este punto es necesario comentar que, en ese momento, este género era el más leído y, por lo tanto, el más vendido.

El común denominador de la literatura de Poe es la muerte, la locura y el crimen. Muchos de sus relatos se desarrollan en escenarios nocturnos o en espacios oscuros, pues es en estas atmósferas donde se mezclan las pesadillas y los sueños, la vida y la muerte, ficción y realidad. La verdad sobre el caso del señor Valdemar, por ejemplo, es la narración de un hombre que es testigo de la hipnosis realizada a Ernst Valdemar in articulo mortis, es decir, a punto de morir. Los grotescos cambios de este personaje –su voz cavernosa, su tez exangüe, la secreción amarillenta debajo de los pómulos, etc.– se producen en el transcurso de la noche a la mañana, en el posible comienzo de una nueva vida –o, al menos, la prolongación de la misma–. Lamentablemente para Valdemar, la postergación de la muerte tiene un inequívoco resultado: la creación de un monstruo.

William Wilson, que es, en apariencia, más normal, oculta en sí mismo otra especie de monstruosidad. Desde su infancia, este personaje intenta sobrellevar la relación con Wiliam Wilson, otro personaje, de idéntica apariencia, mismo nombre y misma edad. Naturalmente, su relación es antagónica y, a medida que avanza el relato, se torna sumamente conflictiva. El relato concluye con la eliminación del alter ego de William, mientras sentencia lo siguiente:

“Has vencido, y me entrego. Pero también tú estás muerto desde ahora […]. ¡En mí existías… y al matarme, ve en esta imagen, que es la tuya, cómo te has asesinado a ti mismo!”

Los cuentos que hemos comentado previamente desembocan, cada uno de distinta manera, en la muerte. En otras narraciones Edgar Allan Poe da cuenta de situaciones obsesivas que orillan a los personajes a cometer un crimen. Por ejemplo, El gato negro narra una serie de asesinatos perpetuados por el protagonista ¿Por qué? Por la incómoda presencia que le provoca su gato. O más bien, sus gatos: al primero de ellos, en medio de una borrachera, le saca un ojo y, posteriormente, lo ahorca. Después, el arrepentimiento lo motiva a conseguir otro gato, idéntico al anterior. Sin embargo, nuevamente la locura invade al personaje y, cuando intenta matar de un hachazo al animal, su esposa, que impide el acto, recibe el golpe letal en medio de la cabeza. Aunque el asesino intenta ocultar el cadáver en una de las paredes de la casa, el maullido del gato negro –que también cubrió en la pared sin darse cuenta– provoca que se descubra el cuerpo de la mujer, ya en estado putrefacto.

Finalmente, unos de los mayores aportes que se le atribuyen a Edgar Allan Poe es la creación del cuento policiaco o detectivesco. Con La carta robada, Los crímenes de la calle Morgue y El misterio de Marie Rogêt, Poe inauguró una rama del cuento y la ficción en general.

En la mitología griega, la noche (Nyx) es hija del Caos. Entrar en ella es volver a lo indeterminado, al principio que es, al mismo tiempo, el fin. Inmersa en ella, Edgar Allan Poe exploró las múltiples posibilidades que, en secreto, guarda el hombre.

Cuando el Sol y la Luna se alinean a la perfección, el pequeño satélite cubre completamente la estrella incandescente; se produce un eclipse solar. Edgar Allan Poe, como un fenómeno astronómico, tiñe de oscuro el cielo para meternos, de golpe, a la noche ficticia donde no existe el tiempo.