Top Cine

De cómo presentar una realidad en el cine

Por: Rebeca Avila
Gaceta Nº 235 - 16 de mayo, 2025



Ver mega producciones, ya sea asistiendo a las proyecciones en cine o desde la comodidad de casa en alguno de los pululantes servicios de streaming a los que suscribirse, se ha convertido en una manera habitual de consumir lo que se hace llamar industria fílmica y audiovisual. Cintas donde la acción es imperante y donde puede haber o no una historia que contar. La manera frenética en la que se nos presentan estas ideas, llenas de hiperestimulación visual y narrativa, van de la mano con las tendencias consumistas.

Según a quien se le pregunte qué es lo que mueve al cine o cuál es su intención, algunos dirán que el arte, otros el dinero, otros más que el prestigio, pero atendiendo que el cine nace como un descubrimiento científico y citando a Mark Cousins en su documental La historia del cine: Una odisea, podemos decir que el leitmotiv de la historia del cine es: la innovación.

Y en términos de innovación, el cine desde sus albores ha evolucionado en las múltiples maneras de presentar una realidad física, visual, ofreciendo innumerables y memorables experiencias cinematográficas. Estas innovaciones técnicas que en un principio englobaron todo lo que se podía entender como efectos especiales han pasado desde pintar decorados hasta es uso de CGI (imágenes generadas por computadora) y composiciones digitales que hoy en día se usan a poca discreción. Por supuesto, no todo es malo a la hora de usar herramientas digitales, pues han ayudado a crear realidades que de otra manera no serían posibles.

En este Top Cine haremos un breve recorrido por joyas icónicas que, ya sean efectos prácticos, visuales, especiales o digitales, le han dado un sentido único a la historia del séptimo arte.


Georges Méliès



El francés Georges Méliès fue pionero del cine en más de un sentido: es el causante de que el cine tuviera narrativa y que éste fuera pauta del entretenimiento; creó lo que conocemos como industria cultural y sentó las bases de los géneros cinematográficos. Pero, además, es conocido por ser el padre de los efectos especiales, cuando en 1897 en su cinta L'auberge ensorcelée, la ropa de un viajero se mueve por su habitación, mientras que en Le chirurgien américain una cabeza gigante flota por una ventana. A esto le siguieron efectos como desapariciones de magia, cambio de objetos, el primer efecto de disolución, cuerpos mutilados, aplanados y estallados o transformaciones haciendo uso de la técnica de doble exposición, descubrimiento del propio Méliès.


De apariciones fantasmales a niñas poseídas



Uno de los géneros que más necesita de un sinnúmero de efectos para crear realidades que no existen, es el terror. Desde La carreta fantasma (1921) de Victor Sjöström con sus superposiciones y Häxan (1922) de Benjamin Christensen con los primeros prostéticos y maquillajes, además del uso de cámara inversa y uno de los primeros en implementar la técnica de stop motion -todo esto para realizar un documental sobre la historia de la brujería, y no una ficción-. Unos 50 años más tarde, vendrían las alucinantes imágenes de cintas como El exorcista (1973), no por nada hoy en día considerada una de las películas más terroríficas de la historia que no ha perdido vigencia y cuyos trucos ilusorios han generado tanto admiración como terrores nocturnos. Sistemas de refrigeración, una proeza de maquillaje, una marioneta, aire comprimido y cables invisibles, todo efectos prácticos. Ya en la era de los efectos creados por computadora, Francis Ford Coppola decidió recuperar trucos artesanales y efectos prácticos para crear esa atmósfera enrarecida de Drácula, de Bram Stoker (1992): miniaturas, perspectiva forzada, falsos espejos y cámara en reversa, fueron algunas de las técnicas que le dieron a este filme tres premios Oscar. Recreando al vampiro Nosferatu por tercera vez en la historia, Robert Eggers realizó recientemente su propia versión de este clásico y, aunque utilizó efectos digitales para retocar algunos escenarios, también implementó titánicas técnicas de iluminación para conseguir retratar de manera realista y con efectos prácticos, la luz de luna que entra por la ventana.


El espacio exterior



Previo a la llegada del ser humano a la Luna en 1969, un obsesivo de la perfección se dio a la tarea de crear cómo sería estar en el espacio exterior, y en 1968 nos regaló la experiencia de sentirnos por vez primera en el espacio y en naves que sólo habríamos podido imaginar. Con su 2001: Odisea en el espacio, ese loco, Stanley Kubrick dio la primera catedra de cómo filmar el espacio sin estar en el espacio y que esto parezca verosímil, con sus miniaturas, la proyección de imágenes y sets giratorios para crear el efecto de ingravidez -ganó, por supuesto, el Oscar por Mejores efectos visuales-. Casi diez años después, una de las películas más populares de la historia del celuloide, bebió de Kubrick para crear todo un universo fílmico que hasta el día de hoy genera millones de ganancias, secuelas, precuelas, spinoffs, animaciones y parques de diversiones: Star Wars, pero además se agregó el uso de Cámara DickaFlex para grabar con precisión a las naves. ¿Los sables de luz? Nada más que pintura reflectante y rotoscopia. A estas historias fuera de este mundo, le siguieron proezas como Alien (1979) y décadas más tarde Gravedad (2013) de Alfonso Cuarón, que combinó escenarios reales, animación e imágenes creadas por computadora.


Historias épicas



Es difícil pensar que filmes como Los diez mandamientos (1956) o Ben Hur (1959) fueran premiados por Mejores efectos visuales, pero para aquellos años resultaron impactantes y las historias épicas bien contadas son un éxito asegurado. Con el inicio del nuevo milenio tocando la puerta, en 1997 James Cameron nos regalaba uno de los romances trágicos más memorables del cine a partir de un hecho histórico: el hundimiento del RMS Titanic en 1912. Por supuesto, nadie recreó el hundimiento de un barco gigante real en medio de una fría noche en el Atlántico con miles de personas arrojándose de una obra de la ingeniería náutica. Entonces fue que se usó una miniatura del barco y lo último en efectos digitales.

Del 2000 al 2003 los éxitos cinematográficos entre el público fueron las historias épicas de romanos y de tierras medievales que nunca existieron -más que en las páginas de R. R. Tolkien-. Así, Ridley Scott contaba la historia de Máximo Décimo Meridio, un hombre libre al que esclavizan para jugarse la vida entreteniendo a un sádico emperador romano. Para dar vida a las legiones del ejercito romano, y a una ciudad hoy inexistente, se utilizó animación por computadora, efectos digitales y la técnica llamada empastado de fotomontaje.

La trilogía de El señor de los anillos (2001-2003), fue épica también en su realización. Desde el uso de motion capture para la creación de un personaje único como Smeagol, pasando por el uso de trucos tan tradicionales como la ilusión óptica de la perspectiva forzada, miniaturas y gráficos generados por computadora en los que ESDA fue pionero para los efectos multitud –crowd-. Hasta ese entonces nunca antes realizado, la producción creó su propio software para realizar animaciones masivas.


Bonus. El mundo de los robots



No queremos cerrar este Top Cine sin mencionar a los robots, estas creaturas humanoides desprovistas de alma, pero a las que se les dio conciencia en cintas como RoboCop (1987), con el recurso de stop Motion. Terminator II (1991) que se volvió un hito en la historia del cine al usar CGI para crear esta ilusión de metal líquido para dar vida al villano T-1000. Para el 2015, Ex Machina de Alex Garland nos regalaría a Ava, el robot más realista en los más de 100 años de historia del cine, hasta la fecha.


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