Por: Diana Galán

Roberto Gavaldón: una estética noir en México

Entre las décadas de 1935 a 1955 ocurrió un fenómeno en México llamado la Época de Oro del cine mexicano, conocido así por su esplendor en número de producciones cinematográficas; figuras públicas de gran renombre tales como los directores Fernando de Fuentes, Luis Buñuel, Juan Bustillo Oro, Julio Bracho, Roberto Gavaldón, Ismael Rodríguez, y actores como María Félix, Pedro Infante, Jorge Negrete, Sara García, Rosario Fernández, entre otros; que le valdría a la industria cinematográfica mexicana el reconocimiento en el extranjero y su posicionamiento en el gusto del público. De esa inmensa variedad de representantes surgieron distintos géneros entre los que destacaban el ranchero, el melodrama y el cine negro. La película que inauguró esta época fue Allá en el Rancho Grande (Fernando de Fuentes, 1936), dejando como antecedente la característica principal del cine nacional que aseguraría su éxito: la música.

Del mismo modo, durante esta época fue imprescindible el papel que desarrollaron los escritores quienes se relacionaron de forma directa con el cine: guionistas y escritores de argumentos como José Revueltas, Juan de la Cabada, Mauricio Magdaleno, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, por mencionar algunos.

Entre los años 1940 y 1950, en la industria cinematográfica acontece el apogeo del cine negro o film noir, caracterizado por la ambientación nocturna, historias delictivas que se desarrollan en las periferias de las ciudades o los lugares más marginales de éstas, la tendencia a los claroscuros para representar la psicología de sus personajes, además, la figura del detective deja de ser la máxima representación de la ética y la razón, pues se convierte en un antihéroe que es, generalmente, atormentado por su pasado. A diferencia del género policial, la pregunta ¿cómo? pierde importancia, es decir, la recreación de la escena del crimen deja de ser el fin último de la investigación, y comienza a tener mayor protagonismo el ¿por qué? Otra de las características más destacables en las tramas noir es la presencia de la femme fatale, una mujer considerada inofensiva pero capaz de conducir a los hombres a la locura o la muerte.

El principal desarrollo del cine negro fue en Estados Unidos que se inaugura con la adaptación de El halcón maltés (The Maltese Falcon, John Huston, 1941), sin embargo, muchos otros creadores de distintos países buscaron destacar en este género. Estas películas tuvieron que enfrentarse a muchos problemas para su exhibición debido a que en años anteriores se fundaron muchas asociaciones dedicadas a la valoración y censura de las películas. Una de ellas fue la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine en América (MPPDA, por sus siglas en inglés), creada en 1922, cuyo primer presidente fue William H. Hays. Debido a lo anterior, en México no se adoptó plenamente el cine negro estadounidense, sino que las historias se adaptaron a la tradición del melodrama nacional, pero es innegable que la imitación de modelos hollywoodenses llevó a las producciones cinematográficas mexicanas a asegurar un mercado. Para comprender un poco más acerca de la denominación del género noir es necesario apuntar algunos datos respecto a su origen:


Como género, el cine negro podría insertarse en el thriller (del inglés thrill, “escalofrío”), metagénero que concentra todo lo relacionado en general con el crimen, la policía, la intriga, el misterio, las persecuciones; pero se distancia de éste en la medida en que crea un estilo expresivo particular. Su matriz es la novela negra, género literario fruto del siglo XX, pero heredero de la novela gótica inglesa del siglo XVIII y, directamente, del relato policiaco clásico de fines del siglo XIX, para luego independizarse, evolucionar e, incluso, volverse inspirador de ejemplos literarios (Mino Gracia, 24).


Tal como sugiere Fernando Mino Gracia, y como sucede con otros géneros, encontrar la definición absoluta del cine noir ha sido complicado; por ejemplo, él dice que es un “acercamiento analítico”, mientras que Carlos Bonfil menciona que “el también llamado film noir no es, enteramente, un género cinematográfico, sino algo más sugerente todavía: un registro de atmósferas visuales, casi siempre opresivas, invariablemente oscuras, turbias y perturbadoras” (21), del cual se puede deducir que si bien no es cine de gánsteres, tampoco es un cine del tipo del policial clásico en donde el objetivo principal es el restablecimiento del orden social y asegurar la estabilidad de las altas clases sociales: son escenarios plagados de antihéroes y antiheroínas, corrompidos en su moral e incomprendidos en sus motivaciones.

Roberto Gavaldón, quizás mayormente reconocido por cintas tan importantes como La barraca (1945) y Macario (1960), fue uno de los mayores representantes nacionales del género con cintas como La otra (1946), En la palma de tu mano (1950) y La diosa arrodillada (1947), que de la mano de José Revueltas creó una estética del noir en México muy particular. El escritor duranguense participó en la escritura de muchos de sus guiones, así que la crítica social y de clases está presente en su obra, aunque de una manera sutil, pues hay que recordar que durante muchos años se buscó que las películas lograran ser mediadoras entre la clase burguesa y la clase obrera, asimismo, consiguió llevar a la par su carrera como activista de izquierda y escritor de otros géneros literarios. También destacaron otros realizadores como Julio Bracho con Distinto amanecer (1943) y Crepúsculo (1945); Alejandro Galindo con Los dineros del diablo (1945) y Tito Davison con Que Dios me perdone (1944).

No obstante, los códigos audiovisuales que desarrollaron Revueltas y Gavaldón proveyeron a sus películas riqueza narrativa y poblaron sus escenarios de personajes de una psicología profunda y contradictoria. Una de las características que es imprescindible destacar es el uso de alegorías, que casi siempre proponían al espectador una segunda lectura de la trama: más que la acción, impera el pensamiento, si la atmosfera es abrumadora es porque quiere retratar cuando el ser humano intenta entenderse a sí mismo y llegar al porqué de sus pasiones, y por si eso resultara poco, resalta Mino Gracia:


Los temas y personajes del cine mexicano están marcados por el peso de la influencia religiosa, al cual hay que sumar el del sistema político y económico. La evolución de personajes antiheroicos es, por tanto, un logro no menor. En medio de madrecitas sacrificadas y doncellas dispuestas a morir por defender su virtud, la existencia de mujeres fatales y asesinos a sueldo, sin que resulten villanos ortodoxos, representa el deseo acallado de emparentarse con el mundo (27).


Es por lo anterior que el simbolismo no podía quedar fuera de la narrativa de Gavaldón y Revueltas, a la par de los personajes, la ciudad y los escenarios se vuelven en protagonistas, convirtiéndose así en motivos visuales y narrativos que exploran a lo largo de los guiones.

Debido a la gran riqueza audiovisual, la gran capacidad de crítica sociopolítica a una época especifica y a la creación de una estética noir mexicana dedicamos este Top Cine a la obra fílmica de Roberto Gavaldón en el marco de su aniversario luctuoso.


La otra (1946)



Esta película es la primera colaboración entre José Revueltas y Roberto Gavaldón, aunque, como señala Carlos Bonfil, Revueltas ya se encontraba escribiendo argumentos para cine desde 1944. De acuerdo con los datos que Bonfil aporta, la trama del filme está basada en un cuento del escritor estadounidense Rian James que al mismo tiempo serviría como fuente de otra cinta llamada Vida robada (A Stolen Life, 1946) dirigida por Curtis Bernhardt y además comparte cierta similitud con Tras el espejo (The Dark Mirror, 1946) de Robert Siodmak.

La historia relata el caótico entrecruce de la vida de dos hermanas llamadas María y Magdalena (ambas protagonizadas por Dolores del Río), la primera es pobre y la segunda millonaria. María decide asesinar a su hermana para suplantar su identidad; sin embargo, esta elección trae consigo tanto la fortuna y como la desgracia de la vida de Magdalena a la vida de María, ya que debe de recibir el castigo por un crimen que no cometió. Sin embargo, las hermanas no tienen personalidades opuestas ni se contraponen como fuerzas del bien y del mal, por el contrario, tanto María como Magdalena tienen una ambición ávida, una mente fría ante la muerte y un deseo preponderante de poder.

Desde esta primera colaboración las propuestas de Gavaldón y Revueltas tratarían de generar nuevas perspectivas sobre los temas desarrollados e innovar en los géneros de los cuales se valen, por ello, en La otra la crítica estaría muy presente, primeramente, al romper con el ideal del melodrama mexicano sobre la pulcritud y valor ético de la clase desposeída y, después, al retratar la hipocresía imperante en las clases altas. Esta suerte de juego de máscaras, complejidades psicológicas, contradicciones y pasiones humanas se convertirían muy pronto en temas en torno a los cuales estos dos creadores podrían el foco de atención.


La diosa arrodillada (1947)

Este filme, según los créditos en el guion, está basada en la obra original del escritor húngaro Ledislao Fodor.

La cinta cuenta la historia de Raquel Serrano (María Félix), una mujer desafiante, bella y ambiciosa que decide mantener un romance con Antonio Ituarte (Arturo de Córdova) un afamado y multimillonario ingeniero químico que es magnate en la industria farmacéutica. Esta aventura amorosa atormenta a Antonio pues le es infiel a su esposa Elena (Rosario Granados), quien está gravemente enferma por una afectación en su corazón. Los amantes optan por separarse, pero poco tiempo después Antonio se reencuentra con el objeto de su devoción: Raquel inmortalizada en una estatua, misma que decide regalarle a Elena en su aniversario nupcial pues ella le pide una escultura para ponerla como adorno en la fuente de su mansión, así que compra una esculpida por su amigo Demetrio. Después, seducido nuevamente por los encantos de su examante, Antonio le pide a Raquel regresar a su lado; ella accede con la única condición de que él deje a su esposa. Al no recibir respuesta de Antonio, Raquel decide asistir a la fiesta de aniversario para constatar si éste no había dejado a Elena por amor o por cobardía. Ante la impotencia, el hombre llevado por sus impulsos envenena una copa que piensa darle a Raquel y sin saber exactamente cómo, Elena muere.



Luego de esa fatídica noche Raquel debuta como cupletista en Panama’s Paradise, en donde Antonio bebe hasta el exceso y se propone asesinar a su examante; sin mucho éxito, terminan nuevamente juntos y hacen planes para casarse ya que Raquel encuentra un telegrama acerca de la autopsia de Elena y ella infiere que Antonio la mató por ella, acontecimiento que después usará en contra de él porque podría hacerlo pasar como sospechoso y eso terminaría con toda su carrera.

Esta obra no destaca únicamente por su trama ni por los lugares en los que se desarrolla, uno de los puntos más favorables es que permite cuestionar la representación de la mujer en el cine, ya que hay una clara división binaria entre los personajes femeninos protagónicos con una evidente perspectiva patriarcal entre la femme fatale y la mujer que cumple con un papel ejemplar como esposa; es decir, mujer mala versus mujer buena.

Por otro lado, la vida Antonio, al igual que sucede con la de María en La otra, deviene en tragedia y terminan encarcelados, pero más allá del escarnio que pueda sufrir por parte de la ley o las personas cercanas, el verdadero juicio lo enfrentan con ellos mismos. La cárcel funciona en el cine de Gavaldón y Revueltas como catalizador y representación del tormento interno de los personajes.

Al contrario de otras películas de corte noir, en esta no vemos, al concluir la historia, el discurso moralizante sobre la mujer fatal y quien termina pagando su arrebato pasional es Antonio, tal como dice García Riera en Historia documental del cine mexicano “el héroe muere como un pobre diablo porque ha sido un pobre diablo durante toda la película” (185), quien decía poder vencer al deseo queda rendido ante él, pues se vuelve víctima de su propia farsa.


En la palma de tu mano (1950)



Uno de los actores preferidos de Gavaldón sin duda fue Arturo de Córdova, y no es para menos, dado que este gran intérprete tenía un encanto natural para representar personajes con profundos problemas psicóticos y la capacidad para encauzar sus papeles entre lo dulce, lo seductor y lo perverso. En la palma de tu mano, cuyo argumento fue escrito por Luis Spota, narra la historia de Karín (Arturo de Córdova) un charlatán que se hace pasar por ocultista y se aprovecha de la ingenuidad de sus clientas, mediante la complicidad de su esposa Clara Stein (Carmen Montejo), quien averigua para él información sobre las clientas que acuden al salón de belleza en el que trabaja.

En la adaptación que Revueltas hace con Gavaldón se vislumbra una reflexión sobre lo que lleva a las personas a fiarse de fuerzas sobrenaturales o divinas, o a querer encontrar las respuestas en algo quizá más grande que el ser humano: la película comienza con una introducción o repaso acerca de los momentos históricos durante el siglo XX que significaron una inevitable crisis existencial: las guerras, la hambruna, la violencia, las bombas atómicas. Estos acontecimientos conforman una pauta para evidenciar lo peor de la humanidad y las fuerzas contrarias de las que estamos hechos.

La vida de esta pareja se ve irrumpida cuando Clara se entera de la muerte de un hombre poderoso y acaudalado en circunstancias sospechosas; sin embargo, la primera de quien hay que dudar es de su esposa Ada Romero (Leticia Palma). Los destinos de Karín y Ada se juntan para generar entre ellos una dinámica de engaños y apariencias que, como se mencionó anteriormente, aparecen como una constante en los argumentos de Revueltas-Gavaldón, pues Karín pretende una extorsión exitosa mientras que la viuda en realidad es una mujer astuta, una femme fatale.

Entre las muchas cosas que se pueden destacar de la película, una de las más interesantes es la confrontación entre dos personas con la misma habilidad para engañar y seducir:


No hay mujer fatal embaucadora, tendiendo sigilosamente las redes en las que acabará por caer un hombre desprevenido, súbitamente seducido por su sensualidad y su belleza. Por el contrario, entre Ada y Karín se manifiesta muy pronto una correspondencia total de apetitos de codicia en la que la atracción sexual está virtualmente ausente, siendo para ambas partes sólo una simulación más, diseñada para derribar al adversario (Bonfil, 92).


Así, estos personajes generan un enfoque distinto, aunque no nuevo, al género; sin embargo, ellos tendrán que pasar nuevamente por el escarnio del sino que se burla de sus intentos por pretender lo que no son.

Asimismo, los escenarios se vuelven parte elemental del desarrollo del universo diegético de estos actores, convirtiendo a la Ciudad de México en el epicentro de sus historias, tal y como en las películas anteriores:


La historia se desarrolla en una muy reconocible Ciudad de México (la avenida Juárez puede verse, incluso, desde la habitación de Karín) respetando los nombres reales de los lugares como el Hotel del Prado (con el mural de Diego Rivera Sueño de una tarde dominical en la Alameda en una de las secuencias) y la Taberna del Greco, detalles que dan verosimilitud a la trama y la hacen encajar en el ambiente urbano al que apela la historia concebida por Luis Spota, para entonces un joven de 24 años, conocedor de la vida nocturna y subterránea del alemanismo, que sirve a la dupla Gavaldón-Revueltas para el juego dialéctico entre sus personajes y el entorno social (Mino Gracia, 118).


Además, existe cierto cuestionamiento sobre las autoridades y la forma pasiva en que actúa la policía, de hecho, su actuar en los escenarios que Gavaldón retrata es casi nula, hasta llegado el momento es posible que tomen relevancia, pero quizá solamente para hacer más evidente su ausencia.


La noche avanza (1951)

Al igual que en el filme anterior el argumento estuvo a cargo de Luis Spota, pero fueron Gavaldón y Revueltas quienes se encargaron de elaborar el guion de La noche avanza, que toma como motivo la distintas caras y pasiones que los seres humanos pueden tener cuando la ambición forma parte de ellos. Esta historia se centra en un campeón de pelota vasca llamado Marcos Arizmendi (Pedro Armendáriz) al que le gusta acumular tanto victorias como conquistas amorosas, dominado por la egolatría y codicia es capaz de pasar por encima de quien se interponga. El escenario que será testigo del auge de este antihéroe es el Frontón México.

A cada momento Marcos se presenta como un ser despreciable desprovisto de cualquier sentimiento o gesto noble. Tal como lo señala Carlos Bonfil, este personaje representa a una clase que antepone sus intereses a los de los demás y también al macho urbano que en cualquier relación solo buscaba su beneficio, incluso llega a comparar al protagonista con Rodolfo, el personaje principal la película titulada Víctimas del pecado (1951) pues son cobardes incapaces de comprometerse con su entorno:




Es curiosa la elección del Monumento a la Revolución como telón de fondo para estos actos de mezquindad moral, como si los dos personajes fueran, cada uno a su manera, las expresiones de un noble ideal revolucionario finalmente traicionado, o emblemas de una clase política sedienta de poder, capaz de cualquier bajeza para alcanzar sus metas en un clima de corrupción generalizada (98).


Marcos trata de aprovecharse de varias mujeres a su paso como de una cantante de cabaret, Lucrecia (Eva Martino), una mujer adinerada llamada Sara (Anita Blanch) y una joven que proviene de una buena familia, llamada Rebeca (Rebeca Iturbide), mediante su explotación económica y emocional Marcos intenta saciar su ego y mantener su elevado nivel de vida.

Entre las películas noir de Gavaldón quizá la más polémica es esta, pues en ningún momento renuncia a mostrar la perversidad del ambiente de las apuestas y el machismo imperante que todo un sistema maquina y hace funcionar. Lo más inquietante es ver, tanto en esta como en las demás cintas, la inevitable caída de los antihéroes, que a pesar de su indiscutible soberbia terminan fracasando en sus intentos por ser hombres invisibles sin un poco de vulnerabilidad, lo que quizá sugiere su punto más débil. En La noche avanza no hay redención alguna para el protagonista, no hay nada que pueda darle una lección para reivindicar su vida y pone de relieve las condiciones desiguales de un México moderno: “La noche avanza exhibe, de manera crítica, ese clima social asfixiante de los años alemanistas, donde las ilusiones del desarrollo no pueden disimular los niveles de pobreza y analfabetismo en la mayoría de la población” (101).

Marcos muestra en distintos momentos la poca disposición emocional y su machismo, como cuando Rebeca queda embarazada y éste le exige que aborte, pero como ella lo amenaza con suicidarse si no la desposa, Marcos se colude con el padre de Rebeca para causarle una gran desilusión. También con Lucrecia y Sara existe la misma predisposición y advertencia sobre la “naturaleza” de su amante, sin duda, y quizá sin planearlo, Gavaldón también retrata las maneras en que el amor romántico repercute en las mujeres, dejándoles consecuencias dolorosas.

Cabe destacar que, como se había mencionado en el punto anterior, si bien la presencia policial muchas veces es casi fantasmal, en esta cinta se hace evidente su poca importancia para hacer justicia o desenmarañar los misterios: “la policía es fácilmente burlada y sirve, sin saberlo, a los intereses de lo que se supone debe combatir. De acuerdo con la nula tradición policiaca de los países periféricos, como México, los agentes no son, ni de lejos, perspicaces ni temibles” (Mino Gracia, 136).

La vida del protagonista se ve amenazada por la presencia de un gánster llamado Marcial, que lo llevará a perder toda la fantasía que ha creado en torno a su personalidad y Sara fungirá como la mujer que le quitará la máscara a Marcos, es así como La noche avanza enmarca a uno de los personajes más complejos del cine mexicano de esta época.