Por: Rebeca Avila

Cine negro a la mexicana: época de oro, crimen, femme fatale y prohibición

El 1° de diciembre de 1946, ocurría en México un momento histórico. Asumía la presidencia Miguel Alemán Valdés, “el cachorro de la Revolución” que oficialmente se convertía en el primer abanderado del nuevo Partido Revolucionario Institucional (PRI), dejando atrás al PRM. Se auguraba que estos nuevos aires traerían consigo un ventarrón de crecimiento económico y social para todos los mexicanos, lo que sustancialmente la historia nos ha demostrado que no ocurrió. Lo que sí sucedió, fue que las diferencias entre aquellos que crecían demasiado sus bolsillos y aquellos que se quedaban cada vez más sin nada se volvieron abismales. En ese escenario de desigualdad, violencia y corrupción al alza, surgió la posibilidad de llevar la crudeza de la cotidianeidad a un cine que ya venía gestándose desde años atrás, pero que encontró en los años alemanistas una oportunidad de libertad y desarrollo como no había existido y como no se volvió a ver sino hasta muchas décadas después: el cine negro. Nacido en el Hollywood desde los años 30, el film noir no gozó, ni siquiera en su lugar de origen, de tanta osadía como lo tuvo su versión mexicana. Como en todos los casos donde se extendió el cine negro, en México el género experimentó una adaptación respecto al contexto histórico y social, para hacer atractivas y verosímiles sus historias.

La llegada de Miguel Alemán significaba progreso y este se encontraba en las grandes urbes. A un lado quedaban las películas y culebrones que mostraban el pintoresco crisol rural, con sus charros, ranchos e historias cómicas y dramáticas acompañadas de números musicales, para dar la bienvenida al paisaje cosmopolita, a la gentrificación y la modernidad que ofrecía, principalmente, el entonces Distrito Federal. Para estar a la altura de otras metrópolis del mundo, una parte elemental de esta nueva visibilidad de la capital mexicana fue, por su puesto, enaltecer la vida nocturna. Y es en la penumbra de la noche donde cosas turbias suceden, donde se esconden los canallas y las pérfidas mujeres.

Sin olvidar a sus antecesores como el melodrama cabaretil y los filmes prostibularios, que ya daban señas escuetamente de los temas que lo conforman, como el crimen, la sangre y las pulsiones sexuales, el film noir mexicano fabricaba al mismo tiempo sus mejores y más perturbadoras obras a partir de las impactantes y aparatosas notas rojas de los periódicos, dando paso al nacimiento de una corta pero fructífera temporada de cine negro, policiaco en su mayoría. En él convergían las historias más inquietantes y provocadoras, inmiscuidas en el mundo nocturno de alcohol, las conductas antisociales y las trasgresiones de la ley. Antihéroes, hombres sin escrúpulos, muerte, corrupción y, por supuesto, la imprescindible femme fatale, conformaron a los personajes directos e indirectos, idóneos para mostrar la decadencia, la inmoralidad y la oscuridad humana que danzaban en la vorágine nocturna.

Por desgracia, este periodo de oro alemanista para el cine negro terminó con la llegada de Adolfo Ruíz Contines, quien impondría la (doble) moralidad nacional. En este Top #CineSinCortes, enlistamos cinco filmes referentes, por distintas razones, del también llamado mex noir.


Mientras México duerme (1938)

En medio del auge de la comedia ranchera, Alejandro Galindo volteó la cámara hacia las imágenes citadinas. Mientras México duerme es un thriller que en su esencia evoca ya aquellos elementos que caracterizarían al noir: crimen, alcohol y cabaret. Aunque fue realizada varios años antes del apogeo del género, esta cinta realizada por Galindo resultó ser, sin saberlo ni planearlo, pionera del cine negro. El argumento se desarrolla a partir de un caso real que Galindo encontró hurgando en la nota roja de los años 30: el asesinato de un boticario en una droguería de Bucareli. La traición y la muerte se dan cita en este crudo y violento filme que captura, como su título lo dice, lo que pasa mientras la ciudad duerme. Una banda de narcotraficantes liderada por Arturo de Córdova ejerce terror y violencia en el barrio; los policías abusan con violencia de su autoridad; y tanto hombres como mujeres dan rienda suelta a sus bajas pasiones. Pasaron más de 10 años para que este director lograra encumbrar en su totalidad una obra fílmica noir, con Cuatro contra el mundo, en 1949.



Distinto amanecer (1943)

Dirigida por Julio Bracho y con fotografía de Gabriel Figueroa que logra capturar esa estética casi expresionista del cine negro. En la Ciudad de México, se perpetra un atentado colectivo donde es asesinado un líder sindical. Uno de sus allegados, Octavio (Pedro Armendáriz), sobrevive y huyendo del peligro que también lo acecha, recibe la ayuda de una amiga del pasado, Julieta (Andrea Palma), su excompañera de la universidad. Ahora, Julieta se encuentra en medio de un matrimonio fallido con el escritor Ignacio Elizalde. La pareja le brinda ayuda sin chistar y mientras Octavio es perseguido por los matones de un tal gobernador Vidal, responsable del asesinato, para que le devuelva unos comprometedores papeles que lo incriminan en varios asuntos turbios, los viejos amigos rememoran el pasado y se revelan secretos, como la precariedad en la que vive el matrimonio y que obliga a Julieta a trabajar por las noches en un cabaret; también queda al descubierto la infidelidad de Ignacio. Todo esto sucede mientras los tres personajes luchan por sortear las últimas horas de la noche para seguir con vida antes del amanecer, en una historia que habla de corrupción política, de la pérdida del amor y de ideales revolucionarios de la juventud.



La otra (1946)

La otra abrió un libro aparte en la historia del cine negro nacional. Realizada por Roberto Gavaldón, esta fue la primera de muchas colaboraciones que tuvo con el escritor José Revueltas, experto en literatura policial, y que agregó a la narración de los filmes de este género sensibilidad y algo de notas socialistas. A este inicio de la dupla se sumaron otros títulos indispensables como A la sombra del puente, La diosa arrodillada, En la palma de tu mano, La noche avanza, Las tres perfectas casadas, Sombra verde y La escondida. Esta historia de crimen, frustración aspiracional y suplantación de identidad va de dos gemelas idénticas María y Magdalena (interpretadas por Dolores del Río). La primera es una pobre manicurista cansada de las penurias y los acosos que pasa. La segunda es una acaudalada señora de las Lomas, que ha quedado viuda, heredando la fortuna de su esposo. En un ataque desesperado, María toma la decisión de citar a su hermana para decirle que ha decido suicidarse; pero la realidad es que le ha tendido una trampa para cometer fratricidio y tomar su lugar y dinero. Lo que María no advierte es que la riqueza no es lo único que poseía su hermana, sino también un secreto turbio que podría costarle su libertad.



La noche avanza (1951)

Inspira en un argumento de Luis Spota, y con guion realizado por la mancuerna de Revueltas y Gavaldón (que también dirige), La noche avanza es probablemente el epítome del mex noir. Ambientada en el contexto de las apuestas en el Frontón México y de la mafia a cargo de éstas (basada en historias de crímenes reales), y con una fuerte carga de brutalidad y sexualidad, la película narra la historia del soberbio y arrogante Marcos Arizmendi (nuevamente Armendáriz), un campeón de pelota vasca, que lo mismo burla a jefes mafiosos haciéndoles perder dinero, que a las mujeres con las que se involucra: Sara, mayor que él y a quien violenta y humilla cuando ya no le es útil, y a Rebeca (Rebeca Iturbide), joven e inocente, que espera un hijo suyo y que será víctima de sus trampas y su desdén. Aunque parece que el protagonista logrará salir victorioso de sus tretas amorosas y de dinero, el destino de todo antihéroe ambicioso lo alcanza, nada menos que de la mano de lo que más parece odiar: una mujer.



Ensayo de un crimen (1955)

Cerramos esta breve lista con un filme fuera de la época dorada del cine negro mexicano y ya alcanzado por las garras moralinas de Ruíz Cortines. El lado noir de Luis Buñuel, del que ya había destellos en filmes como Él y Susana, sale a relucir con una peculiar historia (a la Buñuel) de cine negro psicótico con tintes de humor (negro, también). Basado muy libremente en la novela homónima de Rodolfo Usigli (con quien Buñuel acabó en malos términos debido a sus discordancias durante el proceso de adaptación del guion), el filme narra la historia de Archibaldo de la Cruz, un niño burgués con una mente muy imaginativa que desea con fervor la muerte de su institutriz. Por coincidencia, ésta es asesinada por una bala perdida frente a los ojos del pequeño y la imagen erótica de las piernas de la joven y la sangre que corre por su cuerpo que yace tirado, marcarán su niñez y definirán su vida adulta, dando origen a fetiches y fantasías criminales. Convertido en un hombre evidentemente trastornado, Archibaldo (Ernesto Alonso), conoce a la hermosa Lavinia (Miroslava), quién se convertirá, aparentemente, en su primera víctima de “asesinato” indirecto. Esta situación da pie a que Archivaldo “confiese” a la policía todas sus atrocidades: una lista de mujeres a las que está convencido de haber matado.