Por: Manu Portillo

Jacques-Yves Cousteau, el explorador que llevó a la humanidad a lo más profundo del mundo silencioso

“Cerrar los ojos ante la naturaleza, solo nos hace ciegos en un paraíso de tontos”

Jacques-Yves Cousteau


Si algo caracteriza a la especie humana es el deseo por descubrir y explorar nuestro alrededor. Desde tiempos antiguos, el ser humano siempre ha mostrado una curiosidad incontrolable por conocer lo desconocido; adentrarse a terreno no explorado y descubrir las maravillas que se esconden bajo nuestras narices, todo en búsqueda de ser pionero en caminar terreno nunca antes caminado. En este Con-Ciencia, celebraremos el recuerdo y legado de Jacques-Yves Cousteau, uno de los últimos exploradores que logró maravillar al mundo con cada una de sus expediciones hacia lo desconocido.

Por siglos, la imagen del explorador ha sido una que evoca valentía y libertad, mientras dota al nombre de fama y prestigio que queda escrito con letras doradas en los libros de historia. El legado de Cousteau consiguió ese mismo fin, pero después de recorrer un camino muy diferente al de los antiguos exploradores, esto debido a que no llegó a un espacio desconocido y lo tomó para sí mismo o en nombre de alguna nación, al contrario, él abrió los ojos de la humanidad ante un mundo repleto de maravillas nunca antes vistas, el mar.

La historia de Cousteau comienza después de un trágico accidente automovilístico, evento que lo separó de su sueño de convertirse en un piloto aviador de la marina francesa, pero que lo llevó a descubrir nuevos sueños y metas, todo mientras recuperaba la movilidad de su cuerpo. La rehabilitación de este accidente lo hizo pasar horas sumergido en el mar para poder recuperar la fuerza de su cuerpo sin sufrir el dolor de la terrible resistencia de la gravedad que lo ataba a la tierra. Lo anterior lo llevó a descubrir toda la belleza que dominaba por debajo del agua, mientras se maravillaba por cada centímetro que recorría hacia el fondo del mar.

Esta rehabilitación fue el primer paso de Cousteau hacia una cruzada que comenzaría solo como un pasatiempo, pero que recorrería distintas etapas hasta llegar a ser una de las historias de exploración y redención más reconocidas de la historia. A continuación, nos dimos a la tarea de segmentar la vida del capitán en diferentes etapas que engloban los momentos más importantes de su aventura.


Primeras inmersiones e inventor por necesidad

La relación de Cousteau con el mar fue una que se estableció desde sus primeros pasos en el mundo, pero cobró mayor importancia en el periodo de recuperación del accidente que sufrió en un automóvil. Fue en esta época que, junto a sus grandes amigos Philippe Tailliez y Frédéric Dumas, formó un trío de exploración y pesca que ganó fama alrededor de la zona costera de Francia por los grandes ejemplares que consiguió durante sus inmersiones.

Poco a poco, después de un gran número de tardes bajo el manto del mar y la terrible Segunda Guerra Mundial, Cousteau comenzó a desear pasar más tiempo bajo el agua, pero sin perder la libertad que le daba el no tener un traje pesado y gigante de los antiguos buzos. Es por esto que se puso a trabajar en la creación de un sistema autónomo para una inmersión libre, y con ayuda del ingeniero Émile Gagnan, logró llegar al diseño final del icónico aqualung (pulmón acuático), un sistema que funciona por medio de la regulación de oxígeno comprimido dentro de tanques. Con este sistema Cousteau pudo pasar de 18 metros y solo 80 segundos de inmersión a 40 metros y un periodo mucho más prolongado de estadía bajo el agua. Este gran avance dio paso a una convivencia diferente con la vida marina, que para comprenderla había que convertirse en un pez más.


El duro camino hacia Calypso

Después de ganar fama con su invento y ya con la guerra finalizada, las fuerzas navales francesas pidieron ayuda al capitán Cousteau para la realización de distintas exploraciones al suelo marino en búsqueda de recuperar soldados caídos y vehículos derribados. Estas exploraciones fueron de gran ayuda para el ejército francés y para el capitán, quien poco a poco se hacía de un equipo capacitado y con la misma emoción por pasar su vida debajo del mar.

Los sueños del capitán comenzaban a materializarse, mientras este se volvía uno con el mar, pero hacía falta un paso importante dentro de su misión de explorar la mayor parte posible del mar: tener un barco propio. Para conseguir este sueño se necesitaba dinero, y con el sueldo de un capitán naval nunca hubiera sido suficiente, es por esto que, después de ya ser reconocido por sus hazañas y las capacidades de su equipo, fue contactado por inversionistas británicos quienes buscaban petróleo en el golfo Pérsico.

Gracias al trabajo del equipo de Cousteau fue que se terminó de confirmar la presencia de petróleo en el golfo y se encontraron varios yacimientos que comenzaron a establecer el poder adquisitivo actual de los grandes jeques saudíes. Esto le ayudó a conseguir el dinero suficiente para adquirir su soñado barco al que nombraría Calypso, en honor a la mitológica ninfa que promete la inmortalidad a Odiseo. En años posteriores a este trabajo, Cousteau mostró arrepentimiento y repudio hacia su decisión por las consecuencias sufridas en la fauna marítima por la incontrolada extracción de petróleo.


El cine y la televisión como la ventana hacia el mundo silencioso

Cousteau era una persona que disfrutaba de registrar su vida por medio de pequeñas películas caseras, pero ya cuando su vida se desarrollaba en el Calypso, lo invadió el deseo de mostrar su vida aventurera a manera de película. Este deseo se materializó en el filme Le monde du silence (1955), el cual dirigió junto a Louis Malle y que se volvería un hito en la cinematografía mundial, ya que el material sorprendió al mundo por las imágenes que mostraban la vida bajo el mar a una profundidad mayor de 50 metros.

Esta película, pese a ser creada como una película de aventura, fue catalogada como documental, consiguiendo una gran cantidad de premios como La Palma de Oro del Festival de Cannes y el Oscar por Mejor Película Documental. El impacto fue tal que Cousteau decidió filmar más material, con el objetivo de poder crear un registro de cada una de sus expediciones al fondo del mar. A pesar de su fama como cineasta, no fue hasta el año de 1968 en el que el capitán lograría convertirse en el ícono de la exploración y de la protección marina con el estreno de su serie documental El mundo submarino.

Esta serie fue transmitida por diez años y cuenta con una oferta de 35 episodios en los que el mundo pudo descubrir a especies nunca antes vistas, rituales de apareamiento que por primera vez eran documentados, fronteras del mundo que aún no habían sido traspasadas y comunidades que tenían poco contacto con el mundo. Todo esto creó, de a poco, el mito del explorador francés que portaba un gorro rojo para identificarse como submarinista y que reflejaba el deseo del humano por el descubrimiento y la libertad de una vida monótona.


Activista y protector del mar

A medida que pasaban los años, el capitán comenzó a notar un cambio en los paisajes que ya conocía a la perfección. Los arrecifes, en los que dominaba el color, se comenzaban a tornar grises y lúgubres dejando toda vida atrás. La irresponsabilidad del humano comenzó a mermar la vida subacuática, todo por la continua contaminación generada por los desechos que se arrojaban al mar y las grandes perforaciones realizadas en búsqueda de más yacimientos de petróleo. Lo que comenzó como una cruzada para salvar a las ballenas de la extinción por la continua caza de su especie, se volvió una misión para salvar a todo el mar.

Usando su fama y posición como figura pública, Cousteau se embarcó en una nueva aventura que consistía en cambiar el mar por sets de televisión y auditorios en los que podía hablar con la audiencia sobre los grandes peligros que acechan al ecosistema marítimo. Su discurso cada vez fue más crítico y duro hacia las empresas pesqueras, la industria que utilizaba el mar como principal recipiente de desechos y hacia sí mismo por la ayuda que prestó en el pasado a las empresas petroleras, quienes ya habían depredado una gran parte de los ecosistemas marítimos.

Uno de los hitos en la misión ambientalista de Cousteau ocurrió en el año 1979, cuando publicó la Carta de Derechos de las Generaciones Futuras, documento en el que se plantea la idea de que las generaciones contemporáneas se tienen que hacer cargo de reparar el daño realizado al planeta para que las generaciones venideras puedan disfrutar de un planeta repleto de vida. Sus postulados lo posicionaron en el foco de la crítica de varios sectores de la sociedad y como estandarte de protesta por la búsqueda de que la humanidad se hiciera responsable por el gran daño que se ha hecho al planeta.

Sin duda, Cousteau no fue un humano perfecto y tuvo muchos errores en vida que lo atormentaron hasta el final de sus días. A pesar de esto, es innegable su peso en la historia mundial, debido a que sus expediciones motivaron grandes avances tecnológicos que ahora son pieza fundamental en la investigación marina y en la protección de las distintas especies amenazadas del planeta. La visión de una persona que soñaba con la libertad, se volvió la motivación de millones para proteger la vida en un espacio en el que domina la belleza y el silencio.