Por: Frida Rosales V.

Villoro, un pambolero por excelencia

Pambolero: que practica o que es propio o está relacionado con el fútbol.

No, la etimología de esta palabra no resulta necesaria para aquellos que portaron la playera de un equipo mucho antes de portar un nombre, ni tampoco resulta necesaria para aquellos que aman la etimología o la historia por sí misma; sin embargo, para los que vamos justo en medio, resulta interesante saber lo siguiente: el origen de este término se remonta a los inicios del fútbol en México, cuando los ingleses, explotando las minas de Real del Monte, popularizaron este deporte y a falta de un balón que patear, utilizaron un pedazo de pan duro y un bolillo para jugar. Así, comenzó a utilizarse el término pan-bol; con el tiempo, para poder acatar las reglas de nuestro idioma, se transformó el término a pambol.

Pocas veces tenemos la oportunidad de mirar al arte y al fútbol habitando el mismo espacio con armonía natural sin caer en extremos que rocen el fanatismo, pero es, desde un punto medio, en que se asoman los cronistas deportivos que, con el arte de la palabra, resignifican un partido y lo transforman en un homenaje. En este mismo lado del campo, pero desde otra esquina, Juan Villoro visita una y otra vez el arte de la pelota, uniendo a amantes de las letras y a apasionados del fútbol a través de frases satíricas no menos llenas de veracidad.

¿Por qué el fútbol? Preguntarán algunos… porque bien lo dijo Villoro, el mexicano tiene la convicción y el valor de cambiarlo todo, puede cambiar de religión, de nombre, de vocación, de pareja, pero si algo no ha de cambiar, es de equipo. Quien lo intente, no sólo quedará como un impostor de por vida, sino que resultará un acto tan inútil como querer cambiar de infancia. Por supuesto, las alegrías de la victoria y los corajes de las derrotas de los domingos serán directamente proporcionales a la fortaleza del equipo elegido, pero igual será mejor cambiar de deporte antes que de escudo. Por eso, en este Librero damos un par de opciones para aquellos que saben más de fútbol que el propio autor y para aquellos que disfrutan del humor y la elocuencia de Juan Villoro.


Dios es redondo

Como parte de una tradición que apenas comenzaba, Juan Villoro inauguraba sus textos para el capricho de los hinchas, indagaba en sus motivos, en sus pasiones, anhelos y deseos de venganza. Hacía un recorrido por los estadios y la magia del juego de las patadas, sin dejar de lado la manipulación de los medios, fichajes multimillonarios y todo lo tendencioso que deja, en última instancia, el placer de jugar por jugar. Una mirada de amor y odio, en donde uno abarca al otro en un juego interminable en el que no hay ganador y cuyo objetivo último es la declaración de que sí, es un juego sucio, pero a todos nos gusta mancharnos un poco de vez en cuando.


Balón dividido

Esta obra continúa compartiendo aniversario con un mundial, y lo hace en el pleno de la canarinha como selección anfitriona de la Copa del Mundo. Aquí no hay mirada polarizada, aquí no se trata de lo que pasa, sino del porqué pasa; procura descifrar enigmas relacionados al fútbol, comenzando por una de las preguntas más visitadas en el imaginario público: ¿Por qué diablos estamos interesados en este juego? Para saber de una época es imprescindible saber cómo se entretenía la gente en ese momento, y la pasión por el fútbol define un período importante en el entretenimiento y el espectáculo de nuestros tiempos. Por supuesto la imaginación y la ficción han hecho mucho por la industria y el aficionado, sobre todo, porque la realidad ha quedado mucho a deber en más de una ocasión y el grito ¡Sí se puede! implica años de trágicos antecedentes de no se pudo, quizás a la próxima. También el autor visita historias detrás de grandes figuras, algunas marginales, casi trágicas, pero de suma relevancia: la imagen del árbitro, y más aún, el cuarto árbitro. Así, Villoro despierta pasiones y corajes, revive memorias y nombres legendarios, y hace de este deporte un momento aún más controversial, satírico y entrañable.


Planeta Diego

De esta obra, Villoro es colaborador, compartiendo créditos con Marion Reimers; a ellos se les une Pablo Brescia, editor y compilador de la obra, seguido de una larga lista de nombres de ensayistas, periodistas y escritores que completan esta exploración por la vida de una figura mística no sólo en el fútbol, sino en la política, el arte y la historia misma: Diego Armando Maradona.

Así, el 10 se somete a distintos puntos de vista, 16 para ser exactos, tanto de México, Argentina, Colombia, Suiza, Italia, España e Irán. En plena realización del libro, muere Diego y es ahí cuando surge su imagen como objeto de cultura, un símbolo que, a pesar de la diferencia de escudos, banderas y colores, une la vida de millones, no sólo de albicelestes, sino de todas partes alrededor del mundo. Así, esta obra pretende respetar cada visión, tanto la mirada hagiográfica, como la condenatoria, la de investigación y la emotiva, procurando dar respuesta a qué fue lo que causó tanta conmoción alrededor de uno de los nombres más pronunciados de la historia, que ayudó a reafirmar un dato que por sí solo ya resulta creíble, pero que por escrito causa mayor controversia: la FIFA tiene más agremiados que la ONU, lo que da como resultado la anteposición del fútbol a la resolución de conflictos para la humanidad.