La arquitectura, como cualquier pieza de arte, generalmente supera el tiempo de vida de su creador. Lo construido se vuelve un reflejo de la época en la que fue proyectado y deja una huella que sólo puede ser mermada por el clima y la falta de atención, como es el caso de un gran número de inmuebles en nuestro país. La visión del arquitecto perdura por siempre, a pesar de que el uso de un edificio cambie con las nuevas necesidades de quienes lo habitan. En el caso de nuestros cumpleañeros del mes, Manuel Vicente Agustín Tolsá y Sarrión (4 de mayo de 1757), o sólo Manuel Tolsá para los amigos, y Teodoro González de León (29 de mayo de 1926), su arquitectura supera las barreras del tiempo al volverse parte de la personalidad edificada del país y su capital. Al hablar de estos dos arquitectos, podemos caer en la duda de ¿qué tienen en común estos artistas si caminaron el mundo con casi dos siglos de diferencia? Para contestar esta pregunta, nos dimos la tarea de identificar tres categorías principales en las que se expone el legado de ambos, junto con sus similitudes y relevancia para la identidad del paisaje urbano mexicano.
Una característica que comparten ambos arquitectos es que su trabajo llegó a revolucionar el estilo de construcción tradicional. En el caso de Tolsá, su presencia en territorio de la Nueva España marcó la llegada del estilo neoclásico, junto al fin del barroco, churrigueresco y rococó. Con un estilo más pulcro, Tolsá tomó la tarea de cambiar el panorama de la ciudad con una propuesta sobria que dejó de lado a las curvas y ornamentos para presentar un estilo más recto y que toma elementos del estilo románico clásico. Este fue el paso que abrió las puertas a una arquitectura centrada en el beneficio humano y el crecimiento del mismo, lo que queda reflejado en las dos principales obras del arquitecto español: el Hospicio Cabañas en Guadalajara y el Real Seminario de Minería, hoy conocido como el Palacio de Minería, en Ciudad de México, considerado como una de las obras maestras del neoclasicismo en todo el continente americano, que son instituciones que buscaban cumplir una función específica dentro de la sociedad.
En el caso de Teodoro, su imagen y estilo llegó a sumarse al movimiento modernista que daba sus primeros pasos dentro de nuestro país. Se deja detrás el art nouveau y el art decó para construir de manera consciente siguiendo los lineamientos establecidos por la escuela del maestro franco-suizo Le Corbusier. Lo que resalta del estilo de De León, y que lo diferenció de otros grandes exponentes de la época, fue su propuesta monumental y aplastante que retoma elementos de distintos movimientos arquitectónicos históricos y su uso del material que seguía la tendencia brutalista.
Ambos arquitectos propusieron un cambio de paradigma que le daría una nueva cara a los edificios de gran escala en las distintas ciudades donde construyeron su obra. Ellos fueron arquitectos cuyos principales proyectos responden a las necesidades de la sociedad para fomentar el crecimiento y sanación del espíritu humano. Con Tolsá tenemos el ejemplo de su hospicio, y en el caso de De León, la Universidad Nacional de Pedagogía y el edificio del Fondo de Cultura Económica.
La obra de ambos arquitectos presenta un tamaño denominado de gran escala, por lo tanto es casi imposible pasar cerca de ellos sin verlos, lo que los convierte en hitos de la zona en la que se encuentran ubicados. Su espacio interior y alrededores se convierten en centros de convivencia y de intercambio cultural, que los hacen icónicos dentro del modo de habitar una ciudad. Por ejemplo, podemos pensar en la importancia del Palacio de Minería para la cultura nacional, ya que es la sede de su propia Feria del Libro además de que en sus alrededores podemos encontrar un espacio exclusivo para la compra y venta de materiales literarios. En el caso de De León, podemos pensar en el espacio dedicado para el Museo Rufino Tamayo que construyó junto al arquitecto Abraham Zabludovsky, en el que se realizan distintas obras teatrales y exposiciones de arte, y que actualmente es un gran espacio para el intercambio cultural dentro de la ciudad.
Los espacios responden de gran manera ante el uso que la sociedad, y los visitantes esporádicos, le dan a una obra. Esto dota a los distintos edificios de Tolsá y de Teodoro, el carácter de monumento, ya que su valor sobrepasa los límites de sólo ser un espacio habitable, transformándose en una obra con valor artístico, registro antropológico y que sirven para el desarrollo humano de la población de una ciudad.
Al hablar de arquitectura, podemos centrar nuestra atención a toda la información que entra por medio de nuestros ojos y determinar si un edificio es bello o funcional sólo por las formas de sus fachadas o el tamaño de su construcción total, pero realmente para poder determinar el valor de una obra debemos poner atención en todos los detalles y sensaciones que surgen dentro de nosotros al estar habitando un espacio. El trabajo de nuestros arquitectos mencionados se caracteriza por la sobriedad de sus fachadas y el nulo intento de ocultar los materiales con los que edificaron sus obras. Esto último permite una relación sensorial más estrecha entre el visitante y el recinto dejando al desnudo todos los materiales y texturas de cada uno de sus muros o pisos.
Por otro lado, tenemos el elemento del patio que es parte icónica del trabajo de ambos arquitectos. Estos patios funcionan como espacios de convivencia y de nexo entre las distintas áreas que conforman a un edificio, que en obras como el Museo Nacional de San Carlos de Tolsá y la Universidad Nacional de Pedagogía de Teodoro, permiten una interacción entre cada uno de sus habitantes para el intercambio de ideas y un crecimiento cultural.
Manuel Tolsá y Teodoro Gonzales de León sin lugar a dudas son dos grandes exponentes de la arquitectura mexicana y su legado podrá trascender a muchas generaciones de mexicanos, siempre adaptándose a los usos que la sociedad necesite, manteniendo un legado de disrupción y belleza arquitectónica.