Por: Frida Rosales

Santa: ¿Femme fatale o naturalismo puro?


México, miércoles 30 de marzo de 1932. Santa, una cinta del director mexicano Antonio Moreno se estrena en las salas de cine y la audiencia se conmociona por el escándalo de una historia nunca antes retratada. Protagonizada por Guadalupe Tovar, esta película refiere a una joven pueblerina que vive cerca de la capital, en el pueblo de Chimalistac. Ahí conoce a Marcelino, un soldado porfirista que la abandona tras enamorarla, por lo que Santa, expulsada de su casa, se muda a la Ciudad de México donde para sobrevivir, se ve obligada a emplearse en un burdel.

Si bien es reconocida como un filme que revolucionó el desarrollo de la industria cinematográfica mexicana por ser la primera película sonora de nuestro país, Santa se volvió también uno de los primeros éxitos de taquilla del naciente cine nacional por la controversia de su narrativa, pero ¿Vemos acaso la historia de una femme fatale o simplemente un crudo reflejo del naturalismo?

En este Top #CineSinCortes recordamos una de las cintas más emblemáticas, un hito que marcó el cine nacional y a la nación misma, la tragedia en lo ordinario, una mujer cuya vida estuvo marcada por sacrificios y decisiones castigadas moralmente, en medio de una narrativa disruptiva, crítica y osada.


Santa fatale


De la Helena de Homero y la Eva bíblica, hasta la Lolita de Nabokov, este fenómeno cinematográfico ha causado gran fascinación en el público; cautivadoras, manipuladoras, sensuales y hasta letales, las mujeres fatales comenzaron su aparición preponderante en el film noir, un género cuyo apogeo tuvo lugar entre las décadas de 1940 y 1950, pero cuya presencia recurrente fue sobre todo en los años 80.

Este arquetipo se convirtió en el más subyugante de todos, el miedo del hombre a la sexualidad femenina tenía un efecto casi magnético, sin embargo, en los últimos tiempos, el término femme fatale inicialmente acuñado por Georges Darien en 1867 y posteriormente añadido al diccionario por George Bernard Shaw en 1912, ha considerado ser sólo un reflejo misógino ante la liberación femenina, donde la fatalidad recae más bien en el deseo de los hombres y en su esfuerzo por controlar a aquellas mujeres cuyas voluntades no logran ser sometidas.


La Santa natural y la Santa ideal


Esta cinta, basada en la novela homónima de 1903 de Federico Gamboa, tiene sus bases en el naturalismo, una corriente artística en donde se muestra una realidad imparcial, las conductas humanas son el foco de atención y la decadencia humana marcada por el contexto social y su propia naturaleza se muestran como historias que carecen de esperanzas individuales.

Esta corriente, a diferencia de su coetáneo el realismo, no busca la crítica a la clase burguesa, no siembra la interrogante de las injusticias ni la denuncia; es verdad que comparten rasgos comunes que llevaron al eclipse del idealismo y del subjetivismo romántico, pero el naturalismo se basa, al igual que el método científico, en la objetividad de la observación, es meramente una fotografía de la corrupción, las enfermedades, la carencia, la miseria.

Santa encuentra su lugar ahí, en una historia marcada por la acción y la reacción, una mujer seducida y seductora, el retrato de una sociedad en estado de descomposición en las postrimerías del porfiriato, y un auténtico final dramático.


México se une a un ciego que adivina la belleza del alma de una pecadora


El Cinema Palacio ubicado en la avenida Cinco de mayo en el Centro de la Ciudad de México pasaba a la historia. Sus más de dos mil butacas se encontraban ocupadas por la promesa fílmica de un ciego que adivina la belleza del alma de una pecadora, una historia de amor y de dolor musicalizada por el maestro Agustín Lara que iniciaba una nueva era en el cine, una trama que rompía los esquemas de un México arraigado a su tradicionalismo. Fue el contraste entre la prostitución y las creencias de ese entonces que recaían en el valor de una mujer por su virtud y castidad, lo que el público tanto apreció y recibió con los brazos y ojos bien abiertos.

Mucho ha tenido que pasar para que la ola violeta de directoras y productoras irrumpiera en el cine mexicano, pero Santa evidencia que es desde los inicios de este, que las mujeres han marcado pautas, cambiado rumbos y dejado una huella en la historia cinematográfica, en donde nuestra sociedad muestra un ansia de verse justamente reflejada, con carencias, motivaciones y transformaciones, pero cuya formación tiene un trasfondo de profundo dolor, desigualdad y visiones monopolizadas por la educación primordialmente machista de nuestro entorno.