El 6 de enero de 1974 muere en Cuernavaca, Morelos, el muralista David Alfaro Siqueiros, importante artista plástico mexicano perteneciente al movimiento estético y visual conocido como el muralismo mexicano conformado por Diego Rivera y José Clemente Orozco, entre otros grandes exponentes, quienes con su obra inspiraron a otras corrientes artísticas; conmemoramos los 48 años de la muerte de este pintor que mezcló el arte y la política pues en sus creaciones dejó esculpida la ideología por la que militó en las filas del Partido Comunista Mexicano.
Nuestro país cuenta con un gran bagaje cultural que se ha gestado desde las civilizaciones mesoamericanas porque desde ese entonces surgió la necesidad de desarrollar obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas que precisamente ayudaron a poner las bases de lo que hoy nombramos arte mexicano y a través del cual varios y varias artistas se han servido para plasmar la riqueza histórica con la que actualmente contamos, así es el caso del muralismo. En México, dicho movimiento tuvo sus orígenes con un éxito muy bien aceptado por su influencia nacionalista, debido a que en las principales instituciones y plazas públicas como el Palacio Nacional, el Cármaco de Dolores, el Museo de Bellas Artes, el Polyforum Cultural Siqueiros y la Biblioteca Central, entre otros lugares más por donde los ciudadanos pasaban se podían apreciar las imágenes sobre su pasado, con toda su carga política y sus figuras poco ortodoxas; para los años 30 el muralismo ya era un movimiento consolidado en México y símbolo de orgullo nacional.
Mucho antes de involucrarse al tema del mural, por 1914, Siqueiros se une a las filas del ejército constitucionalista para luchar por la Revolución a la edad de 16 años, así se desarrolla en el artista el sentimiento carrancista que lo convierte en un rebelde político y debido a su inquietud por la búsqueda intelectual viaja a Europa en 1919; es allí donde conoce a Diego Rivera. Fiel a su idea de que el arte es una unidad integral que provoca un cambio en la sociedad, debido a su acceso al conocimiento, la ciencia y a la educación, impulsó esta forma de expresión artística al servicio del pueblo, principalmente por medio de la pintura mural y con enfoque a la humanización de la colectividad.
Su producción artística representa la revolución del arte mexicano puesto que unos años antes con la llegada de los españoles y franceses a México la pintura tenía una influencia bastante marcada por las obras maestras europeas, esto implicaba que el arte estuviese al servicio de y únicamente para las élites. Al terminar la Revolución mexicana, varios líderes que participaron en aquella estaban en la búsqueda de una identidad propia que les diera el sentimiento de nación; Álvaro Obregón compartía el ideal de que el arte debía estar a disposición de la población y por ello favoreció y unió a los pintores muralistas con la política permitiendo el desarrollo de esta forma de expresión artística que, a final de cuentas, inmortalizó a Siqueiros porque sus obras aún se pueden apreciar en los lugares y edificios públicos como en la Torre de Rectoría de Ciudad Universitaria, el Polyforum Siqueiros, el Museo del Palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec y el Hospital de la Raza, entre otros.
Por otro lado, la participación política que tuvo Siqueiros moldeó un carácter fuerte y radical que lo llevaron a considerar al compromiso social como base para la representación de sus obras; las experiencias vividas como soldado desde temprana edad, sus constantes estudios teóricos y el activismo político forjaron el estilo único de este artista pues a diferencia de José Clemente y Diego Rivera, David Siqueiros decidió innovar en su técnica dejando atrás la pintura de caballete de aquellos tiempos vanguardistas y vio en este movimiento un medio de propaganda ideológica.
El camarguense pensaba que el arte revolucionario debía ser funcional pues estaba convencido de que la esencia del muralismo radicaba en que estos estuviesen en lugares netamente públicos, es decir en las calles y no dentro de edificios del gobierno porque al fin de cuentas en estos espacios seguían siendo parte de esa élite, por ello criticaba que este movimiento no debía ser individualista sino al contrario, formar parte de las grandes masas. ¡Cada quien con su estilo! Diego Rivera tuvo influencias de la cultura europea y esto fue razón por la cual este pintor se inclinó más por la estética en sus obras con predominación por el cubismo; esto pasó a ser la piedra en el zapato pues ambos artistas debatían fuertemente sobre la teorización del muralismo.
Volviendo con el oriundo de Chihuahua quien participó en la guerra civil española, acostumbraba a tener una vida bastante agitada y a raíz de su fuerte carácter constantemente se involucraba en problemas políticos y personales. Dicho comportamiento le ocasionó varios altercados en materia pública; el mexicano tenía una marcada influencia por la Revolución rusa y seguía los ideales de Iósif Stalin, de hecho, intentó asesinar a León Trosky, pues este había sido exiliado de Rusia por conflictos políticos y llegó a México en 1937, donde fue recibido por Diego Rivera y Frida Khalo.
Es claro el reflejo de la ideología comunista en la pintura de este coronelazo, apodo que recibió al tener el cargo como teniente coronel en el bando republicano en 1937, tanto así que por defender aquellos ideales y por mandato del propio Stalin, el pintor mexicano ayudó a planear la ejecución de Trotsky al convertirse en el principal enemigo del dirigente ruso, motivo por el que Siqueiros fue llevado a la prisión de Lecumberri en 1940; para 1941 se exilió en Chile con ayuda de su amigo Pablo Neruda y de esta forma se extendió su trabajo artístico en el extranjero y su fama como pintor innovador creció. Finalmente regresa a México en 1944 y continua su carrera como muralista, activista y teórico con la publicación de su libro No hay más ruta que la nuestra.
Niños, mujeres, desnudos, monumentos, Cristo, la sociedad de masas, indígenas, las tropas de la Revolución y el campo mexicano fueron las principales composiciones que él elaboró valiéndose de la experimentación con distintos materiales –como la cal, la arena y el cemento-, técnicas y conceptos. De hecho, quienes en sus inicios habían criticado su preferencia por algunas propiedades geométricas visualmente evidentes por encima de otras, al cabo de unos cuantos años terminaron apreciando la majestuosidad de toda su obra artística debido al uso de la abstracción y líneas que hacían y hacen que el espectador forme parte del cuadro que contempla. Todo su trabajo resalta por el dinamismo en la figura en su afán por la experimentación para lograr la sensación de movimiento, también por sus trazos en negros, el uso de la piroxilina y la fotografía e incluso por la obsesión que tenía por los espacios; los títulos de algunas de sus obras son Retrato de la burguesía (1939), Proceso al fascismo (1939), Muerte al invasor (1940), Nueva democracia (1945), Tormento de Cuauhtémoc (1950), Apoteosis de Cuauhtémoc (1951) y Del Porfirismo a la Revolución (1966).
Siqueiros amaba el arte monumental, era defensor de que con este se podía cultivar a la sociedad, por ello su estilo se posiciona en contra de corrientes como el pintoresquismo o el primitivismo, que de alguna forma negaban el nombramiento del arte latinoamericano como arte universal. La estética marxista se puede apreciar en una de sus obras más reconocidas como el mural El pueblo a la Universidad, la Universidad al pueblo. Por una cultura nacional neohumanista de profundidad universal. Elaborado entre los años 1952 y 1956 para la Universidad Autónoma de México, el título que le dio Siqueiros fue inspirado en el discurso de José Vasconcelos cuando se convierte en el rector de dicha universidad en 1920 y quien decía que la educación debía ser consagrada para el pueblo. ¡Y vea que sí lo logró! Esta obra es un ejemplo del magnífico desarrollo de la técnica revolucionaria que utilizaba el pintor: el escultomural. Estudiantes con banderas símbolo de manifestación universitaria, el uso de figuras geométricas que se convierten en estudiantes ejecutando sus técnicas profesionales y devolviendo al pueblo sus conocimientos adquiridos, las líneas, los colores vivos y los grises hacen de aquel mural todo un ícono de nuestro país.
Cuernavaca, Morelos, fue el último lugar en el que el artista dio su último respiro, no sabía que estaba desahuciado por cáncer y aquel 6 de enero de 1974 varios intelectuales y familiares suyos despidieron el cuerpo de aquel revolucionario de personalidad aguerrida que inspiró toda su obra artística y trascendió en las diferentes formas de creación, hoy sus muros se mantienen con ese espíritu de lucha y libertad que significan el orgullo de nuestra tierra mexicana, en Con-Ciencia recordamos a David Alfaro Siqueiros en su 48 aniversario luctuoso.