Por: Arody Rangel

Patricio Guzmán, la memoria contra el olvido

“Nunca he hablado de la soledad que me acompaña desde aquel 11 de septiembre de 1973. Es como una angustia oculta, como si debajo de mis pies se hubiera desplomado algo, como un temblor de tierra. Ahora son 46 años que salí de mi país, durante todo ese tiempo he filmado más de 20 películas sobre Chile. He vivido más tiempo afuera de lo que he vivido adentro. Me acostumbré a hacer películas desde la distancia, pero nunca dejé de sentirme solo y de trabajar aislado en medio de la vida cotidiana. En mi alma nunca se despejó el humo de las cenizas de mi casa destruida; me gustaría, si fuera posible, reconstruirla y empezar de nuevo.”

La cordillera de los sueños, Patricio Guzmán


La mañana del 11 de septiembre de 1973, el presidente de Chile, Salvador Allende, recibió la noticia de que las fuerzas armadas se habían sublevado e iniciaban un golpe de Estado. Él se dirigió al edificio de gobierno La Moneda y, gracias al apoyo de una radiodifusora simpatizante de su régimen, emitió distintos mensajes a la población en los que instaba a mantener la calma, uno de esos mensajes es su conocido último discurso, testamento de sus convicciones sociales y políticas. Los líderes del ejército, entre ellos el comandante Augusto Pinochet quien asumió el poder luego del golpe, señalaban que su acción era patriótica y que había que poner orden en el país debido a la crisis económica y política, así se justificó el bombardeo a La Moneda y el uso de la fuerza sobre los civiles, ese y los 17 años que se instaló la dictadura en el país.

Allende se suicidó antes de que los opositores llegaran hasta él, pero el destino de su cuerpo fue mucho tiempo ignorado y sólo una vez que cayó la dictadura se le pudo recuperar y sepultar debidamente. Muchas vidas fueron destruidas y fracturadas aquel 11 de septiembre, entre ellas, la de un joven cineasta que no hacía mucho había regresado a Chile luego de haber estudiado cine en España y había seguido y filmado los pasos de Allende desde el comienzo de su administración hasta aquel día, en que la fuerza y la violencia se hicieron del poder. Él fue uno de los muchos a los que se aprisionó aquel día, con la etiqueta de traidor de la patria venía implacable el sino de la muerte o el exilio, y fue en el exilio que el joven cineasta pudo salvar sus rollos de película de aquellas manos destructoras, editarlas y presentarlas al mundo.

Bajo el título de La batalla por Chile, el material filmográfico de más de cinco horas se dividió en tres episodios -La insurrección de la burguesía (1975), El golpe de Estado (1976) y El poder popular (1979)- y le mereció al director el reconocimiento como el mejor documentalista de su país y un foco internacional que pronto también lo situaría como uno de los mejores del orbe. Para Patricio Guzmán, un país sin cine documental es como una familia sin álbum fotográfico, esto es, un colectivo sin memoria y, desmemoriados, los pueblos nada entienden del pasado que demanda justicia o de las luchas que en el presente aún proyectan futuros en los que sea posible vivir con dignidad.

Entre las más de 20 películas que conforman la obra cinematográfica de Patricio Guzmán, elegimos las penúltimas tres para este Con-Ciencia. Ellas conforman una trilogía marcada por el anhelo y la nostalgia hacia su país, Chile, pero también por la desazón de confrontar los crímenes perpetrados por la dictadura y el dolor de quienes se obstinan por recordar, así como el dolor que causa ver cómo tantos otros se olvidan de hacerlo. Estos filmes que claman por la memoria son también un viaje hacia la monumental geografía chilena, ese país que es todo costa y todo montañas, cuyos ecosistemas se extienden del desierto hasta los glaciares y que entrañan misterios del universo, pero cuya riqueza es también ignorada por sus habitantes.


Nostalgia de la luz (2010)

En el desierto de Atacama, en Chile, se encuentra el ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array), uno de los telescopios más sofisticados que ha creado el hombre para saciar su curiosidad milenaria de mirar e indagar el cielo estrellado. Gracias a su posición geográfica, Atacama fue elegido por la comunidad astronómica como sitio idóneo para observar el firmamento. El cielo despejado del desierto permite observar las estrellas, luces cuya fuente quizá ya se haya extinguido en algún punto de su viaje hasta llegar a la Tierra; la materia con la que trabajan los astrónomos es, pues, pasado y memoria.
¿Qué distancia hay entre el cielo y la tierra? En ese mismo desierto, pero al nivel del suelo, un grupo de mujeres levanta astillas y otros restos de huesos humanos que podrían ser de exploradores, mineros, indígenas o de sus familiares desaparecidos por la dictadura. La tierra también concentra memoria, entre los diversos pasados que en ella habitan, las mujeres indagan para curar las heridas, el dolor, la nostalgia.



El botón de nácar (2015)

El agua llegó desde el espacio exterior a la Tierra, por un cometa se formaron los mares, el vasto océano que cubre tres cuartas partes de la superficie del planeta. Este documental parte de la idea de que en el agua está contenida la historia del universo y también la de los hombres, es decir, el agua tiene memoria y también voz. Para dar cuenta de estas historias, el filme se dirige a Chile, el país más largo del mundo, cuya principal frontera son las aguas del Pacífico; este es un lugar de paradojas: desde el observatorio astronómico que se encuentra en su desierto ‒el lugar más seco del globo‒ los científicos han descubierto que hay agua en el espacio exterior, igual de paradójico es que los habitantes actuales de la Patagonia apenas tengan relación con el mar, mientras que para los indígenas originarios de la región su vida estaba en esas aguas ‒y su trascendencia en las estrellas‒.

Un botón de nácar es el signo de la memoria: fue el pago que ofreció el capitán inglés FitzRoy al joven yagán que llevó consigo a Inglaterra, además de las cartografías precisas del actual territorio chileno que facilitaron la posterior llegada de los colonos europeos en el siglo XIX. Otro botón de nácar, encontrado en los rieles con que se tiraban al mar los cuerpos de las víctimas de la dictadura, confirma que, entre las historias que lleva el agua en la costa de Chile, está la historia del exterminio.



La cordillera de los sueños (2019)

Los Andes ocupan cerca del 80% del territorio de Chile, no obstante, monumentales como son, pasan inadvertidos a los habitantes de este país que aún lidia con el pasado dictatorial y sus estragos. La violencia del régimen tuvo muchas formas, están los incontables crímenes de lesa humanidad y también la implantación de un modelo económico que refuerza las inequidades y promueve el extractivismo, por ejemplo, aunque inexplorada por completo, la cordillera chilena también hizo de depósito para los cuerpos a los que el poder arrebató la vida y de ella se extrae valioso cobre cuyas ganancias salen del país.

Este filme que cierra la trilogía más reciente de Guzmán es marcadamente autobiográfico, el documentalista habla del Santiago donde nació y creció, de su infancia perdida para siempre junto a la destrucción que asoló al país en tiempos de Pinochet. Reúne en este filme a colegas artistas y cineastas para afianzar el mensaje que permea a lo largo de estas tres cintas: ante la violencia se demanda memoria y justicia, pero el arte puede, aun con todo, responder con belleza a la atrocidad. De pequeño, su madre le dijo a Patricio que, al ver caer, como a veces sucede, algún meteorito sobre la cordillera pidiera un deseo, pero que éste solo podía realizarse a condición de guardar el secreto… Sin embargo, su trabajo ha sido siempre el de desocultar y nos revela que el deseo suyo es que un día Chile recupere su infancia y su alegría.