En la década de los 70, el agente del FBI, John Douglas, asombrado por el enigma que suponía (supone todavía) la mente de un asesino en serie, dedicó 30 años de su vida y carrera a entrevistar a aquellos criminales condenados a cadena perpetua por múltiples asesinatos para conocer a través de la psicología qué los motivaba a matar. ¿Su conclusión? La figura materna y la infancia son cruciales para la consolidación de una mente asesina. No nacen los psicópatas, se hacen. Del lado de las neurociencias, hay diversos estudios al respecto, y uno de ellos, realizado por el profesor en neurología, James Fallon, afirma que al analizar las tomografías cerebrales de varios pacientes con graves desórdenes psiquiátricos se dio cuenta de que comparten rasgos de personalidad que los encasillan en el grupo de personas peligrosas. A esto le agregó la combinación con el MAO-A, un gen relacionado con el comportamiento agresivo que sólo algunas personas poseen.
¿Aversión o fascinación? La delgada línea que separa el sensacionalismo del que están plagados los casos más oscuros de asesinos en serie en la historia del siglo XX, es quizá igual de raquítica que la que han cruzado los perpetradores de esas atrocidades. Es también quizá la morbosidad la que ha llevado estos crímenes de los archivos policiales y las salas de juicios, a las primeras planas de los periódicos y de ahí a la ficción de los libros en cuentos y novelas, desde hace al menos un par de siglos.
Mientras en los libros nos toca imaginar los aberrantes hechos descritos, existe una puerta que nos deja entrar de manera directa, más tangible, y muchas veces libre de especulación gráfica. Una puerta que pone rostros a víctimas y victimarios, cambia y aumenta nombres, fechas, fabrica héroes sin capa, y en algunas ocasiones ofrece consuelo después de la desolación que provoca caer en la cuenta de ese apartado oscuro de la sociedad. Esa puerta es el cine. Este se ha encargado de ofrecer retratos de aquel lado incomprensible aún para el ser humano: su propia maldad, qué la origina y por qué sucede, y así ha dado cabida a volver célebres a patibularios como Ted Bundy y Charles Manson.
Quizá el asesino serial más célebre en la pantalla grande es el caníbal Dr. Hannibal Lecter de El silencio de los inocentes, filme de 1991 en el que un Anthony Hopkins experimentado consiguió adueñarse del filme con tan sólo aparecer 17 minutos en él. Pero antes —y después también— de la cinta de Jonathan Demme existieron otros filmes, como El malvado Zaroff (1931), que nos mostraron el lado más oscuro de la conciencia –o de la falta de ella— humana. En este Top #CineSinCortes enlistamos sólo una pequeña selección de cintas acerca de asesinos en serie.
¿Quién mejor que Alfred Hitchcock para embaucarnos en el suspenso que encierra cualquier historia de asesinos seriales? Antes de filmar al icónico asesino en serie, Norman Bates de Psicosis, Hitchcock había aterrizado el tema de estos criminales con su primer thriller El inquilino o El enemigo de las rubias. En esta cinta muda, la tercera de su carrera y su primer filme de suspenso, se hace referencia a Jack el Destripador, poniendo al frente de la historia a un asesino que siembra el pánico en todo Londres atacando a jóvenes rubias. El caso es investigado por Joe Chandler, y mientras eso ocurre, un extraño llega a alquilar una habitación en la casa de su prometida Daisy. ¿Será que el inquilino es el asesino de rubias?
El referente del expresionismo alemán, Fritz Lang, realizó en una de sus primeras películas sonoras el relato de un asesino serial de niñas basado en la historia verídica de Peter Kürten. Sin necesidad de exponer lo evidente - las muertes de las niñas- basta con ver a cuadro la sombra del asesino, que posteriormente tendrá cuerpo, rostro y voz, para saber que se está ante la maldad. En el filme, no es precisamente la policía quien caza incesantemente a Hans Beckert, sino la organización de ladrones de Düsseldorf, quienes ante la amenaza que supone para ellos la persecución del otro criminal, deciden atraparlo y hacer justicia para el pueblo. Cuando logran acorralarlo, la demencia y también la moralidad hablan a través del asesino que ahora se encuentra a un paso de pagar "injustamente" por sus crímenes.
Ya en 1995 David Fincher había abordado en Seven el tema del asesino en serie. Para la cinta de 2007 protagonizada por Jake Gyllenhaal, Mark Ruffalo y Robert Downey Jr, se basó en el caso que más volvió locos por años a la policía de San Francisco y la población de Nappa y Vallejo durante la década de los 60 y 70, ya que nunca pudieron comprobar la culpabilidad del principal sospechoso, debido a que todo lo que lo acusaba era circunstancial. El filme de Fincher se centra en resaltar dos cosas: la primera, la obsesión de dos hombres, el perpetrador de los asesinatos y el que no duerme ni come por encontrarlo. La segunda, ahonda más en los detalles de la comunicación que mantenía el asesino con los periódicos y el reto que supuso para el cuerpo policial, que en los pormenores del modus operandi del Zodiaco.
O La chica del dragón tatuado es un filme sueco basado en la trilogía Millenium de Stieg Larsson considerada la película más taquillera por aquellas frías tierras escandinavas. La primera hora de la cinta, que se aboca a adentrarnos en las caóticas vidas de un periodista y una hacker y como estas se cruzan, no parece tener que ver con una ola de asesinatos. Pero a raíz de la desaparición, hace 40 años, de una joven adinerada que investigan este par, la cinta se convierte en un thriller que combina secretos de familia, religión, nazismo y la locura hereditaria de dos hombres que odian a las mujeres. La cinta tuvo su remake en 2013 de la mano de David Fincher, vaya que le gusta el thriller del psicópata serial.
La raya entre lo artístico y lo repulsivo se cruza en el último filme de Lars Von Trier, provocativo y violento. El psycho killer en esta historia no es acechado por la justicia, nadie lo persigue ni trata de detener sus vejaciones, en primera porque no es centro del largometraje, y segundo, porque se apela a que el criminal siempre se sale con la suya sin ser castigado porque a nadie le interesa, nadie es empático. Por otro lado, la cinta, que rompe la cuarta pared, utiliza el antiguo libro de Dante Alighieri para guiar al espectador por los actos repulsivos y la mente retorcida del protagonista Jack, quien mantiene una constante conversación con Virgilio acerca de la moral, la piscología, la filosofía y hasta el arte, resultando este último como el trasfondo de los crímenes de Jack.
Para cerrar y disolver el mal sabor de boca que puede haber provocado este conteo, brincamos a una comedia —no de las mejores— de Woody Allen. En Scoop, el fallecido reportero Sid Waterman logra contactarse por medio de un truco barato de magia con la estudiante de periodismo Sondra Pransky para revelarle sus sospechas acerca del asesino del Tarot, que es, según él, un acaudalado aristócrata londinense. Pero, en serio, ¿quién va a pensar que Hugh Jackman es capaz de matar si acaso una mosca?