Por: Mariana Casasola

Los tres días que rockearon al mundo

Woodstock. Una sola palabra que evoca las imágenes de toda una época, amor libre y flores en el cabello, psicodelia y protestas contra la guerra, drogas alucinógenas y música, mucha música rock. Woodstock ocurrió un día de agosto cuando casi medio millón de personas se reunieron durante tres días lluviosos a compartir ávidos el caos, el tráfico, el lodo, el hambre, porque todos tenían en común la juventud anhelante de una sociedad distinta donde fuera posible la paz, el amor, el entendimiento y la libertad.

No fue el primer festival de rock, ni siquiera fue el primer evento musical masivo de ese año 1969, pero el Festival de música y arte de Woodstock terminó convirtiéndose en el máximo símbolo de la contracultura que palpitaba en la década de los 60. Por tres días esos cientos miles de jóvenes vivieron alejados de todo lo convencional en la sociedad estadounidense.

El festival fue creado por un pequeño grupo de jóvenes empresarios y promotores de conciertos con la intención de financiar con las ganancias la construcción de un estudio de grabación. Jamás pudieron haber imaginado la escala que cobraría el que ahora se considera el concierto más importante de la historia, y tampoco toda la improvisación que necesitarían. Por el miedo repentino de los pobladores, Woodstock no se celebró en Woodstock, Nueva York, sino en una granja cercana en el condado de Sullivan. Se esperaba la asistencia de 50 mil personas, pero la voz se corrió y pronto todos los preparativos se vieron rebasados por las multitudes de hippies, las vallas cayeron el primer día y la entrada acabó siendo gratuita. La lluvia, las drogas y la desorganización resultaron en una incertidumbre que salió más cara de lo previsto, pero que se volvió inmortal.

Este 15 de agosto se cumplen 50 años de aquel legendario fin de semana que se pensó como un festival de rock más, pero que dio paso a la atmósfera que cautivó a toda una generación de tal manera que se transformó en ícono de la historia moderna. Aquí le dedicamos esta Pantalla Sonora a algunos de los momentos más memorables de Woodstock, esas actuaciones que instantáneamente dejaron un legado incomparable para quienes aman la música por encima de todas las cosas.



Lanzado al ruedo

El cantante y guitarrista de folk estadounidense Richie Havens no estaba programado para abrir el festival, pero el desorden que reinaba lo dejó como la única opción para salvar el banderazo en Woodstock. Improvisó varios temas para dar tiempo a otras bandas a prepararse, el resultado fueron interpretaciones, ahora míticas, aplaudidas hasta el cansancio para que Havens regresara al escenario. Después de haber agotado todo su repertorio, inventó en el momento una canción basada en un antiguo canto religioso, Motherless Child, que él tituló Freedom. La canción causó éxtasis y se convirtió en un éxito mundial.


Los que no querían estar

Michael Lang, el promotor que concibió Woodstock, cuenta que The Who no quería tocar en el festival porque no soportaba el ideario yippie que irrumpía en sus conciertos ni respetaba sus gloriosos momentos sobre el escenario. Con el tiempo comprendieron que posiblemente se trató del evento más importante de sus vidas. Tuvieron que tocar de madrugada y, para colmo, su presentación fue interrumpida por el activista Abbie Hoffman, pero no sin llevarse un golpe en la cabeza cortesía de Pete Townshend y su guitarra. El hard rock de The Who arrasó con los asistentes de Woodstock hasta cerrar su repertorio con un tema clásico de la banda e icónico para el festival de festivales, My Generation.



Nace una estrella

Woodstock también sirvió como trampolín para varios artistas que comenzaban su trayectoria. Ese fue el caso de Carlos Santana y su banda que, aunque era conocida en la escena musical de San Francisco, era prácticamente una incógnita para los asistentes al festival. Pero la conexión con Woodstock fue inmediata y el resto es historia.



Un conejo blanco (y drogado)

Para 1969, Jefferson Airplane era la banda más importante en la escena de San Francisco. Famosos por el trenzado de voces que contenía su música, combinación de rock y blues, también eran pioneros del movimiento psicodélico influenciado por el LSD. La banda estaba programada para encabezar el cartel del sábado 16, segundo día del festival, pero por el caos terminaron tocando hasta el domingo a las 8 de la mañana para una multitud cansada y con una gigantesca resaca por la bacanal del día anterior. Aun así, se trató de uno de los momentos cumbre en Woodstock en el que la voz de la vocalista Grace Slick repasó varios de los éxitos del Surrealistic Pillow, además de interpretar piezas inéditas que se lanzarían en futuros álbumes. Uno de los mejores momentos, y de los más ad hoc con el festival fue White Rabbit, su alusión psicodélica a Alicia en el país de las maravillas.



El rey de Woodstock

Se cuentan conciertos grandes, otros históricos, y luego está lo que hizo Jimmy Hendrix en Woodstock. Éste fue el concierto más largo que ofreció Hendrix en toda su carrera, y él mismo insistió en tocar al final para clausurar el festival. La ironía: este legendario momento sólo fue presenciado por una pequeña parte del público, exhaustos después de “tres días de paz y música”, los pocos que quedaban a las 9 de la mañana del lunes, el último día del evento. Hendrix subió el volumen de su guitarra hasta niveles casi criminales y se dispuso a hipnotizar con una mezcla delirante de temas inéditos —como Message to love, con la cual comenzó—, canciones de sus exitosos álbumes, un par de covers de The Impressions y varias locas improvisaciones, como su interpretación de The star spangled banner (el himno nacional de Estados Unidos), uno de los gestos más sonados de rebeldía ante la política exterior estadounidense y su guerra en Vietnam.