Justo en la raíz de muchas problemáticas que vive la sociedad mexicana, desde la violencia hasta la discriminación, se encuentran tanto la falta de empatía y el miedo, como la incomunicación o simple y llanamente la ignorancia. ¿Cómo darle un giro a ese escenario?, ¿cómo transformar la perspectiva de una población que muchas veces desconoce las distintas caras de tantos de los conflictos que le afectan día con día?
Uno de los esfuerzos por ser un factor de cambio en este sentido es un proyecto cultural que nació en 2012 para acercar los temas más relevantes sobre estudios de género y derechos humanos a un público diverso, que puede o no estar familiarizado con estos temas, a través del cine. Así, con el arte como herramienta de transformación social, la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género, MICGénero, cumple ocho años entre distintos cambios y nuevas formas de trabajo, pero con el mismo objetivo de generar puntos de vista cada vez más informados y críticos.
Del 1 al 11 de agosto arranca en la Ciudad de México la octava edición de esta muestra que recorrerá doce estados de la República Mexicana hasta el 13 de octubre. En esta ocasión presenta una selección diversa y plural cuyo hilo conductor es la necesidad de visibilizar y transformar la realidad predominantemente machista y patriarcal en la que aún vivimos.
Gaceta 22 conversó con Victoria Cabrera y Ana Mata, las nuevas codirectoras de MICGénero, quienes encabezan el proyecto desde principios de este año. Aquí nos compartieron no sólo varios destalles de esta edición de la muestra, también sus experiencias detrás de la organización de este complejo, pero vital evento que, sobre todo, busca movilizar conciencias.
¿Qué hace destacar a MICGénero entre el resto de la oferta cultural?
Victoria Cabrera: Pensando en un contexto nacional, a pesar de que hay casi 150 festivales de cine en México, la programación de MICGénero es muy específica. Si bien hay unas películas que han estado también en otros festivales del país, la mayoría son proyecciones únicas, justamente por un exhaustivo trabajo de curaduría que se hace a través de 12 categorías, entonces ofrecemos un mosaico de posibilidades, de temas, pero también de obras que normalmente no llegan a otros eventos. Esto es algo que nos gusta porque creemos que genera un contrapeso en la oferta cultural que tenemos como sociedad civil. Es lo que nos gusta del proyecto, que puede funcionar como un equilibrio.
¿Cómo se integra cada una a MICGénero?
Ana Mata: En 2013 yo trabajaba en una página web y me tocó cubrir la inauguración de esa edición de MICGénero. Así conoció mi trabajo Adán Salinas, el pasado director del proyecto quien me invitó a participar desde entonces. Entré a desarrollar contenidos para las carpetas que presentábamos al hacer gestión de patrocinios porque ya tenía cierta idea desde mi formación de investigación y labor social. Soy socióloga de la UAM Xochimilco. Así que mientras desarrollamos estos materiales con el equipo, aprendí a gestionar fondos. Desde ese año colaboré en varias áreas, entre ellas la parte de 100 horas de activismo (una iniciativa de la muestra que genera encuentros de expertos y activistas con el público después de cada función), y desde hace tres años apoyé como coordinadora general de la muestra en Argentina. Siempre me interesaron mucho los estudios de género. Desde más chica participé en asociaciones civiles feministas o que tenían que ver con la diversidad sexual. Siempre me gustó e interesó este tipo de temas.
Victoria Cabrera: Yo comienzo en el proyecto en 2016. Soy de Xalapa, donde estuve coordinando la gira por esa ciudad del festival de documentales Ambulante. Entonces me propusieron colaborar con la llegada de MICGénero a Veracruz. Éramos un equipo pequeño de apenas tres personas que realizamos la producción, la gestión de los recursos, y yo coordiné esa parte durante 2 años. A partir del año pasado me integro a la Ciudad de México haciendo una coordinación general del proyecto, por la experiencia que he tenido en toda mi formación profesional trabajando en festivales, proyectos culturales y sobre todo de cine. Todo esto se aceleró cuando Ana regresó de Argentina y pensamos que podríamos ser una buena mancuerna equilibrando nuestros perfiles, y en marzo finalmente tuvimos esa transición.
¿Cómo plantean su llegada a un proyecto de casi una década de trayectoria? Ahora que codirigen ustedes, ¿se verán cambios drásticos en la muestra?
A M: Digamos que esta edición es “la de la transición”, pero nos entusiasma, una vez que estemos más afianzadas, hacer cambios más claros. Es un desafío tomar un proyecto de este tamaño, operamos con recursos autogestivos, así que las decisiones más creativas o artísticas de la dirección del proyecto se verán más adelante. Aún estamos aprendiendo muchísimas cosas sobre la marcha y ha sido un desafío muy lindo, al que hemos tratado de imprimir una nueva forma de trabajo y de cuidado dentro del equipo. En eso creo que sí se ha notado más nuestra mano, a nivel interno. A nivel externo esperamos que sea posible muy pronto plantearnos qué nuevos rumbos queremos para la Muestra en la próxima edición.
V C: Cuando asumimos la codirección teníamos ya preconfigurado el esquema de contenido para esta edición, desde el año pasado. Sobre todo, acuerdos como la retrospectiva (que este año dedicamos al director británico Derek Jarman), y colaboraciones con otras instituciones. Por ejemplo, una colaboración configurada con el Instituto Goethe, Queer as german folk. Así que por ahora estamos repitiendo la fórmula de programación sin tomar medidas medulares.
Hay un largo proceso en la preparación de una muestra de cine como MICGénero, ¿qué parte destacarían?
V C: Cada año se reciben muchas películas, este año se inscribieron a la convocatoria alrededor de 400. Después de revisar todo ese material (un trabajo complicado porque hay que tomar cada obra con el debido respeto y reconocimiento), viene el proceso de conseguir los derechos de las películas. Creo que ese es uno de los trabajos más grandes que hacemos, gestionar los derechos para poder traerle al público películas raras que no van a conseguir en un circuito comercial. Hacemos un esfuerzo bastante grande para conseguir que estos derechos nos sean brindados sin costo. Parte vital de nuestro trabajo es eso porque no tenemos un corte presupuestal tipo Cannes o Berlinale, somos un proyecto de cinéfilos, pero también promovemos derechos humanos y hacemos el puente con organizaciones civiles e intentamos que las películas sean accesibles. Esa una gran labor que creo que se invisibiliza mucho.
Como señalan, MICGénero tiene como objetivo movilizar conciencias, ¿les ha tocado presenciar reacciones importantes en el público durante la muestra?
V C: Las encontramos sobre todo en las funciones que forman parte del programa 100 horas de activismo porque es donde buscamos que los asistentes no se queden como simples espectadores, sino participantes de un intercambio, una plática con los activistas. Lo que yo he visto es que estos momentos sirven como catarsis para muchas personas, ahí encuentran un espacio más abierto y adecuado para cuestionar y dialogar.
A M: Después de una proyección en la edición de la muestra en Argentina, una persona se animó a decir que vivía con VIH algo que nunca había hecho en un contexto social, compartirlo abiertamente. La persona estaba muy emocionada. Se había generado un espacio de mucha confianza gracias al activista invitado a comentar la película, quien vive con VIH y se dedica a erradicar esa discriminación o marginación que muchas veces experimentan otras personas viviendo lo mismo. En ese contexto, se dio que alguien que simplemente iba a ver una película terminó teniendo una experiencia personal importante y además entró en contacto directo con el activista invitado y con su lucha. Las actividades que se plantean a partir del cine animan a la gente a comparar, analizar y abrir parte de sus experiencias personales, que a veces son muy estigmatizadas, y que por lo tanto se viven de manera muy solitaria y aislada, en un contexto mucho más abierto, tolerante, incluyente y que invita a sentirse acompañado en ciertas situaciones que pueden ser muy rudas. Por eso todo tiene sentido.
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La selección oficial de MICGénero 2019 está dividida en 12 secciones curatoriales, además de una retrospectiva imperdible (dedicada a Derek Jarman) y el ciclo Memoria y Archivo, Queer as German Folk, un ciclo realizado en colaboración con el Goethe-Institut Mexiko. La programación contempla 109 películas (55 largometrajes y 54 cortometrajes), entre las cuales se ubican 46 documentales, 57 ficciones, 5 animaciones y un corto experimental; filmes provenientes de cerca de treinta países. Fanni Metelius (Suecia) y Azul Lombardía (Argentina) son dos jóvenes directoras invitadas este año a participar en actividades muy importantes para la muestra.
Si te interesan muchos más detalles acerca de la amplia programación de este proyecto, no dudes consultar su programa y el resto de las actividades en micgenero.com