El amor no entiende de felices para siempre
Por: Mariana Casasola
Los cuentos de hadas, las películas de Disney, las fantasías generalizadas han grabado en nuestra mente un estereotipo del romance, de las parejas y, por supuesto, del amor. En esas historias siempre hay una damisela y un héroe. Ambos son “perfectos” —bondadosos, valientes, bellos— y lo único que deben de hacer tras encontrarse es enfrentar los obstáculos, o a cualquier villano que se interponga, para vivir felices para siempre.
Las comedias románticas, por ejemplo, representan un género del cine que ha demostrado ser fuente inagotable de ganancias y claro, de idealización de estos estereotipos. Perpetuando uno de sus negocios más rentables, Hollywood produce año con año muchas de estas historias, que por más variantes que utilice, por lo general parten de la misma idea y terminan en lo idéntico, un felices para siempre.
Pero de vez en cuando, en la cartelera de cine se puede encontrar una película que plantea a la pareja no entre la fórmula común héroe-damisela, si no con base en ideas que sí admiten la enorme diversidad de circunstancias en las que puede surgir el amor, un reflejo más cercano de las incontables diferencias que siempre han existido y existirán entre las personas.
Los romances de estereotipo seguirán surgiendo, y vendiendo, pero este Top #CineSinCortes está dedicado a algunos ejemplos en el séptimo arte que hablan de las relaciones que, para la norma, parecen extrañas, pero que en realidad son más cercanas al mundo complejo, brutal y problemático en que vivimos. Porque como sabemos, la verdad es que el amor no entiende de felices para siempre.
1 El amor no entiende de canibalismo
En Caníbal (2013), Carlos es un hombre elegante y exacto, el sastre más prestigioso de la ciudad de Granada, pero es también un meticuloso asesino que gusta de comer únicamente la carne de mujeres jóvenes y bellísimas. Todo en su vida es una ceremonia precisa y pulcra, hasta que toca a su puerta la hermana de su última víctima. Hasta entonces él había podido ser indiferente al sufrimiento y la tragedia que trae consigo su pulsión visceral, pero la cercanía y la tibieza de este encuentro pondrán en entredicho toda su psicología.
El enorme arraigo religioso de la ciudad en plena celebración de la Pascua es el perturbador fondo de la historia de este hombre enfrentado al romance en medio de su monstruosidad. Dirigida por Manuel Martín Cuenca, ésta es una película de actuaciones sobrias y fascinantes como su protagonista.
¿Más sobre amores caníbales? También está la interesante propuesta de la estadunidense Ana Lily Amirpour, The Bad Batch (2016).

2 El amor no entiende de traumas
Embriagado de amor (2002). Paul Thomas Anderson es un genio y entre todos sus grandes aciertos está, sin duda, el haber dirigido a un actor tan predecible como Adam Sandler y hacerlo entregar un trabajo tan interesante. En esta cinta interpreta a Barry, un tipo inadaptado y sojuzgado por siete hermanas, hasta que un buen día conoce a una mujer que no sólo lo acepta, también se apasiona por él. El problema es que este idilio surge justo cuando una falsa empresa de sexo por teléfono trata de extorsionarlo, así que Barry se ve envuelto en una misión extraña para salir de este lío justo a tiempo para descubrir si sus ataques de ira, su insociabilidad y su agobiante familia también lo hacen digno de ser querido por alguien tan opuesto a él.
De amor entre trastornos hay para aventar al cielo, pero, sin duda, alguna la reina de estas historias siempre será la actriz francesa Isabelle Huppert. Debes echarle un ojo a Elle (2016) y por supuesto a La profesora de piano (2001)

3 El amor no entiende de edad
Porque las comedias románticas también pueden ser muy negras, Harold y Maude (1971) llegó para convertirse en un clásico de culto como uno de los amores más insólitos vistos en pantalla. Harold es un adolescente, de familia acomodada y maneras aristócratas, tan obsesionado con la muerte que se la pasa fingiendo suicidarse y gusta de colarse a entierros de extraños. En una de esas ocasiones conoce a la pareja perfecta para él, Maude, nada menos que una anciana que comparte su pasión por los funerales y que además le encanta robar coches para conducir a toda velocidad. Ella, una estrafalaria octogenaria superviviente del Holocausto, él un chico raro pero de exquisitas formas. Pareciera que el único fondo de este bizarro romance es su propio absurdo, o el gran humor con el que es retratado, pero en el fondo el extraño encuentro de Harold y Maude habla de la necesidad de querer, de experimentar, de vivir la vida primero por donde acaba: en la muerte.
Si lo tuyo son los idilios entre edades dispares, en México también tenemos la adaptación de la novela de José Emilio Pacheco, Mariana, Mariana (1987).