Pantalla Sonora

Juan Gabriel, destructor de barreras culturales

Ricardo Javier Correa Herrejón
Gaceta Nº 246 - 31 de octubre, 2025


El legado cultural de Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel, ha suscitado que en nuestro país (y fuera de él) se lleven a cabo varios eventos que rinden homenaje al artista y su trayectoria, siendo el más reciente de estos homenajes el 8 de noviembre del presente año en el Zócalo de la Ciudad de México, donde se proyectará el primero de cuatro conciertos que sostuvo El Divo de Juárez (como se le conoce coloquialmente, aunque en realidad es oriundo de Parácuaro, Michoacán) en el Palacio de Bellas Artes en el año de 1990.

Con motivo del acontecimiento, en esta edición de Pantalla Sonora repasamos algunas de las razones que generaron la trascendencia cultural de Juan Gabriel y cómo puso sobre la mesa un debate sobre lo que debería ser considerado cultura -o en su defecto, alta cultura y baja cultura- y cómo, en el proceso, derribó los antiguos preceptos de lo que era culturalmente adecuado.


Las canciones del Divo de Juárez no solo eran pegajosas, si no que funcionaban como un escape a la compleja situación social, producto de las movilizaciones sociales de finales de los años sesenta e inicios de los setenta, pues, naturalmente, canciones que tocaban temas menos puntiagudos como el amor, apoyado de letras con las que el público podía identificarse, encontraban gran aceptación.

Canciones como el Noa Noa, No tengo dinero, Se me olvidó otra vez, Me he quedado solo, entre otros, lanzaron a Juan Gabriel al estrellato no solo en México sino en toda Latinoamérica. Esta fama lo orilló a incursionar en otros rubros como el cine, apareciendo en cinco películas entre los años 1975 y 1981.

La década de los años 80 fue tal vez la más laureada para el cantante, pues cosechó una racha de éxitos en años consecutivos, que empezó en 1980 con el tema He venido a pedirte perdón y siguió en el año ‘81 de la mano del tema Con tu amor. En 1982 lanzó el disco Cosas de enamorados que contuvo no solo uno, ni dos, ni tres, sino cuatro éxitos rotundos con los temas No me vuelvo a enamorar, Ya lo sé que tú te vas, Si quieres e Insensible.

Caray, Querida y Déjame vivir continuaron su racha en los años 83, 84 y 85 respectivamente, destacando este último por su colaboración con Rocío Durcal. El año de 1986 también fue destacado para Juanga, que confirmaba su estatus de ídolo con rolas como Te lo pido por favor, Hasta que te conocí y Yo no sé qué me pasó. La racha concluyó en el año ‘87 con Debo hacerlo, canción que rompió récord de ventas en Estados Unidos para una producción latina.

Esta seguidilla de éxitos, aunado a su incursión en otros ámbitos del arte, posicionaron a Juan Gabriel como una de las figuras públicas más importantes del momento y era solo cuestión de tiempo para que un artista de su talla se presentara en un recinto equiparable a su trayectoria, nada más y nada menos que el Palacio de Bellas Artes, el zenit cultural de México. Fue así como en el año 1990 se anunció que El orgullo de Juárez ofrecería cuatro conciertos en Bellas Artes entre el 9 y 12 de mayo de aquel año.

Pese a que Juan Gabriel no era el primer artista considerado popular en presentarse en el recinto (ese honor pertenece a Lola Beltrán que hizo lo propio en el año ‘76), el anuncio de sus presentaciones generó polémica en un sector de la población que consideraba inadecuada la presentación del artista, argumentando que su música no era lo suficientemente virtuosa para un lugar vinculado a la alta cultura.



Los conceptos de alta cultura y su acompañante baja cultura, asociada comúnmente a la cultura popular, son conceptos históricamente vinculados a orígenes clasistas que limitan al arte bajo los preceptos de unos pocos que se perciben cultos y que determinan lo que es y no es arte. Comúnmente se desdeña al arte popular, pues se cree que al ser consumido en masa, pierde atractivo y no logra trascender en el tiempo. Sin embargo, para aquel entonces Juan Gabriel ya había demostrado no ser un artista pasajero, sino uno que perduraría con el paso del tiempo.

Además de la transgresión a la cultura, vale la pena recordar que por aquel entonces México era un país muy conservador y los artistas que pertenecían a la comunidad LGBTIQ+ (y en general toda la población perteneciente a dicha comunidad) no eran bien vistos, por lo que se suscitaron rumores de que la verdadera razón de la animadversión tenía que ver con motivaciones vinculadas a la orientación sexual del Divo. Tal como se rumorea le pasó a Chavela Vargas, a quien se dice no le dejaban presentarse por la misma razón (posteriormente se presentó en un par de ocasiones).

A pesar del descontento de este sector que defendía la reputación del recinto, el director en aquel momento del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), Víctor Flores Olea, apoyó dichas presentaciones, por lo que la directora de difusión y relaciones públicas del Palacio de Bellas Artes, María Esther Pozo, decidió seguir con los conciertos, respaldada por la entonces primera dama Cecilia Occelli, quien era gran fanática del cantante.

La figura de Juan Gabriel dio paso a un cambio total en la forma de vislumbrar el concepto de cultura, pues a raíz de esas históricas cuatro presentaciones, se empezó a dejar de diferenciar la alta cultura de la cultura popular y se comenzó a identificar que cualquier sistema mediante el cual los individuos de una sociedad particular expresan sus emociones e idiosincrasia es cultura, sin importar la fuente de procedencia y en el caso del Divo, sus canciones son una representación de la cultura mexicana.

Los boletos para aquellos conciertos llegaron a revenderse entre 70 mil a 300 mil pesos de la época, cosa que resulta paradójica, pues lo que un grupo de intelectuales percibía como algo ordinario, terminó por valer altas sumas de dinero.

La serie de conciertos es tan trascendental para la música y la cultura en nuestro país que no es la primera vez que se proyecta en el Zócalo de la Ciudad, siendo la primera el 22 de septiembre del 2024, a la que asistieron alrededor de 70 mil personas. Estas proyecciones ayudan a conservar el legado de Juan Gabriel y a su vez acercan al público a la cultura que también les pertenece.


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