Pantalla Sonora

Sergio Mendes y la nueva era de la música brasileña

Por: Frida Rosales V.
Gaceta Nº 229 - 17 de febrero, 2025



Por allá de los últimos años en la década de los cincuenta, específicamente en 1958, aparece un nombre hoy impreso en la memoria colectiva, el del bahiano João Gilberto. Este gran músico y compositor creó el patrón del bossa nova en la compañía de una guitarra; este conjunto fundaría un nuevo culto a la espera de nuevos adeptos y puso a Chega di Saudade, (basta de melancolía) interpretada por Elizeth Cardoso, como la gran canción pionera que dirigía al género con unos zapatos difíciles de llenar, en donde los tres ámbitos (letra, armonía y melodía) cobraban la misma alta relevancia.

Es con esta antesala que surge el nombre que nos apela en la edición de este Pantalla Sonora, Sergio Mendes, uno de aquellos grandes personajes que, como Armando Manzanero o Pablo Milanés, la pandemia no supo perdonar, pero que marcó una parte importante en la música brasileña, adaptándola a todo tipo de oídos, géneros y generaciones.

No fue la única figura en cautivar con la magia del encuentro, de hecho, para la década de los 80 en Río de Janeiro, surgió el funk carioca, un ritmo influenciado por el hip hop que utilizó el estilo del miami bass y la música electrónica, dando vida a ritmos familiares y adaptados a la nueva ola.

Sin embargo, Mendes lo hizo desde su género y desde sus años, en un marco en donde el resto de los exponentes era minimalista, es decir, utilizaban una guitarra acústica y una voz, sólo eso. El 21 de noviembre de 1962 ofreció un concierto en el Carnegie Hall, NY, en el que también participaron importantes figuras como João Gilberto, Óscar Castro Neves, Milton Banana, entre otros y que con su formación Brasil 66’, llevaron a esta presentación una provocación que rápidamente cautivó oídos y caderas por su mezcla de bossa, folclore y jazz.

Todo parecía ir viento en popa hasta que las fuerzas de la dictadura brasileña permearon el ascenso del bossa nova. Es decir, ritmos que remembraran la alegría, el sol y la arena ya no representaba los tiempos de miedo, violencia e injusticia que se estaban viviendo.

Para este momento, ya se había disputado la relación entre la estética y la política en la música, siendo la bossa tachada por algunos críticos como una tendencia formalista que, en algunas vertientes, llevaba a la degeneración del carácter nacional, y cuando, poco más de una década después, la samba también se consideraba corrompida por nuevas técnicas de música, entró en disputa el desviamiento de las normas compositivas. Lo mismo pasó Cuchi en el folclor o Piazzola en el tango, entrando ahora en un vector de lo ético. Sin embargo, un giro inusual mantendría los signos vitales del género: para 1964, en el inicio de la algidez militar, el campo artístico asumió una posición confrontativa frente a este poder, pues los críticos de la bossa nova, afirmaban que el amor, la sonrisa y la flor, eran letras reaccionarias justo al no asumir una posición política explícita.

Así llegamos, con algunas turbulencias, a 1992, año en el que Mendes lanza su álbum Brasileiro tras años de muchos álbumes con el éxito no esperado y un contrato con la discografía A&M terminado. Sin embargo, el sello Elektra Records se animó con la única inquebrantable norma: traer el mejor álbum brasileño que se haya hecho. Si lo es o no, queda en el gusto del público y bajo una gran sombra gilbertense, pero para el artista, fue al menos uno de sus tres mejores álbumes lanzados.

La primera canción tiene unos primeros segundos bastante suaves, un solo de percusión que se va acercando hasta llegar al centro, cuando de pronto, cerca de cien percusiones más y algunos silbatos le responden, invadiendo el resto de la sala en esta batucada que de pronto, es todo un carnaval.

El disco se volvió en una entrada bilateral que permitía a los extranjeros un panorama de Brasil, pero también ponía al país en el panorama internacional. El marco fue bastante favorecedor, en los noventa la música del mundo cobró popularidad, y este álbum muy brasileño, fue un regreso a las raíces de Sergio Mendes que tuvo a bien acompañarse del percusionista y cantante Carlinhos Brown. Juntos ganaron un Grammy a Mejor Álbum Global, y algunas décadas después, volvieron a encontrarse, pero esta vez para la composición de la música de la cinta Río.

Hay toda una disputa entre si es realmente calidad sonora aquello que Sergio Mendes ofreció al mundo, o de alguna manera, abarató un género y lo encasilló. Pero si es una o la otra, propuestas como Brasileiro en las plataformas, significan tener un carnaval on demand, y no hay nada de malo en eso.



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