Purifica tu corazón antes de permitir que el amor se asiente en él, ya que la miel más dulce se agria en un vaso sucio.
- Pitágoras
Cuando pensamos en febrero, lo primero que nos viene a la mente es el amor, ¿verdad? San Valentín, corazones, flores y chocolates. Pero, ¿sabías que también tiene una profunda conexión con la purificación? En esta edición de Con-Ciencia, queremos explorar este aspecto que es de lo menos conocido del mes.
El nombre de febrero proviene del latín februarius mensis, que significa mes expiatorio o de la purificación ¡Sí, así de profundo! Por lo que este mes no solo nos invita a celebrar el amor, sino también a reflexionar y renovarnos, dejando atrás lo viejo para dar paso a lo nuevo.
Aunque la palabra purificación puede sonar a un resurgir armonioso y saludable, como del trip de un fin de semana reconectando con tus ancestros dentro de un temazcal en Tulum, los romanos tenían una visión más… biológica al respecto. Para ellos, la purificación física incluía la expulsión de fluidos corporales (¡Sí, mocos y estornudos!) como una forma de reinicio biológico. De hecho, la etimología de febrero también está relacionada con febris, que significa fiebre en latín. La fiebre, en este contexto, era vista como una herramienta de purificación, lejos del estigma negativo que solemos asociar con ella. Además, la februa, que era como se nombraba a este periodo de celebraciones, es parte del invierno, cuando somos más susceptibles a infecciones respiratorias.
En el antiguo calendario romano, febrero era el último mes del año, culminando con la fiesta de Terminalia en su día 23. Marzo entonces marcaba el inicio de un nuevo ciclo. Esto fue así hasta que el calendario gregoriano ajustó el tiempo según el ciclo de rotación de la Tierra alrededor del Sol (365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, para ser exactos).
Esta alegoría refuerza la idea de que, para cruzar la transición entre el cierre de un ciclo y el comienzo de otro, necesitamos ofrendar primero un periodo de depuración y renovación.
En este contexto, también encontramos la celebración de San Valentín el 14 de febrero. Aunque hoy en día es conocido principalmente como el día del amor y la amistad, sus orígenes también se remontan a festividades romanas como las Lupercales, relacionadas con la purificación y la fertilidad. Las Lupercales se celebraban el 15 de febrero y consistían en rituales en honor a Lupercus, el dios de la fertilidad y la protección de los rebaños. Durante estas festividades, los jóvenes romanos corrían desnudos por las calles, golpeando a las mujeres con tiras de piel de cabra llamadas februa para promover la fertilidad, ¡Vaya que era una manera curiosa de celebrar!
Así, febrero no solo marca el fin de un ciclo y el inicio de otro, sino que también celebra la renovación del espíritu y las relaciones humanas. La conexión entre la purificación y el amor puede parecer sutil, pero ambos conceptos comparten la idea de renovación y transformación. El amor, al igual que la purificación, nos invita a dejar atrás lo viejo y abrirnos a nuevas experiencias y relaciones.
Febrero nos invita a reflexionar sobre la necesidad de dejar atrás lo que ya no nos sirve y prepararnos para un nuevo comienzo. En este mes, podemos aprovechar la oportunidad para purificar no sólo nuestro cuerpo, sino también nuestra mente y espíritu, y así estar listos para recibir la nueva primavera con un corazón renovado. Al igual que los antiguos romanos, podemos ver febrero como un mes de transición y transformación, un tiempo para limpiar lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo. ¡La tierra nos exhorta a comenzar cada nueva etapa con un proceso de purificación!