El día en que una mujer pueda amar, no desde su debilidad sino desde su fuerza, no para escapar de sí misma sino para encontrarse, no para rebajarse sino para afirmarse, ese día será para ella, como para los hombres, una fuente de vida y no de peligro mortal.
- Simone de Beauvoir
Puebla, 1932. México vive los frutos del término de la Revolución, el pueblo se proclama en libertad y se inicia un periodo de cambios económicos, políticos y sociales. Es, en el marco de este último ámbito, en el que Catalina Guzmán encarna los rasgos habituales de las mujeres de aquella época en Arráncame la Vida. Catalina, Catina, no comienza siendo más que una mujer que quiere ser amada y que quiere sentir ¿Qué hay de malo en ello? Nada, excepto que Catalina es apenas una adolescente de 14 años, su educación, además de interrumpida, fue como todas en aquella época, bajo los márgenes permitidos por el clero y claramente, por una sociedad que hasta ese momento, la única razón por la que desconocía el machismo es porque no había un término adscrito para ello, pero vaya que sabía de opresión masculina; y claro, el hombre con quien se casa es un caudillo de la Revolución, por lo menos, dieciséis años más grande que ella.
Narradora y protagonista, Catina nos guía a lo largo de esta historia; una novela que hoy día representa la realidad de una gran mayoría, personajes históricos que reclaman una forma de organizar nuestro pensamiento y actuar dentro de esta sociedad, la que es por y para todas y todos pero que es construida desde los márgenes de la opresión, la fuerza bruta y el poder económico.
El amor todo lo puede o el amor duele, son frases que suenan y resuenan, que hemos escuchado cerca o lejos y con las que Catalina crece pensando que por medio del amor encontrará la felicidad, una creencia femenina típica para la época que muestra la narradora pero que se sigue replicando a diestra y siniestra a cada oportunidad que hay, ¿cómo? No es hasta hace muchos días que una de las canciones más populares de TikTok llevaba por título Only love can hurt like this (Sólo el amor lastima así). No, el amor no duele ni todo lo puede, el modelo de estas relaciones es en gran parte, lo que ha sostenido una enorme desigualdad; hay que incomodarnos y cuestionar; si el amor duele, es violencia, el círculo de violencia no es perfecto, de serlo, resultaría casi inmediato el poder identificarlo, en realidad, hay entresijos que se entremezclan y confunden y las relaciones tóxicas de las que tanto se hablan, son sin quererlo, uno de los eufemismos que más nos gusta utilizar y con el que hemos maquillado la realidad que hay detrás, la violencia.
La naturaleza perspicaz de Catina se transforma en una sagacidad que le permite atravesar una suerte de batallas que, en su mayoría, provienen de un machismo arraigado que promulga la desigualdad de género.
Claro, las mujeres se limitan a la cocina, al cuidado de los hijos, del marido y a alguna que otra tarea que por supuesto, sirva como propósito de todo lo anterior; la opresión sexual, ya sea a través de la falta de educación o la satanización hacia lo natural, lleva a las mujeres a no conocerse a sí mismas y la conciencia de sus propios cuerpos causa un escándalo tal que solo un Ave María podría absolver; las mujeres y los hombres no pueden ni hablar ni opinar de las mismas cosas, mucho menos podemos ser nosotras quienes tengamos la razón, y de ser así, el mérito nunca será nuestro, a eso Andrés Ascencio - el esposo caudillo de Catalina Guzmán y quien encarna al hombre que opina igual que él - dice en alguna página sin tí no hubiera llegado, eres lista como tú sola, si hasta pareces hombre.
Sólo con la muerte de Andrés es que Catalina encuentra la libertad de pensamiento, de hacer y de participar, aunque la cultura patriarcal nacionalista vería cambios más lentos hasta la llegada del sufragio femenino, pero en esta novela ambientada, nos gusta ver a la mujer de antes pensando que no representa a la de hoy, y aunque sí, avances se han hecho y se seguirán haciendo, la lucha sigue y seguirá.
Así que gracias a todas, a quienes luchan, gritan y denuncian, pero también gracias a quienes con todo en contra, luchan desde lugares más hostiles, más remotos; nuestra lucha continúa, es un camino largo, pero lo estamos trazando.
Estamos en 1990, no las ni los conozco, pero quiero invitarlas e invitarlos a situarse en esa década, sea que, como yo, la hayan vivido, o sea que hayan llegado a este planeta después. Quiero que nos situemos ahí y miremos las procedencias de un montón de cosas que hoy damos por hecho, como el internet y esta computadora portátil en la que les escribo esto. Quiero que vayamos ahí a conversar con un hombre que aún está entre nosotras y nosotros. Su nombre es Michel Houellebecq. En 1994 publicó su primera novela, Ampliación del campo de batalla, y en 1998 reunió una serie de escritos en los que amplía su premisa: el mundo que habitamos es un supermercado.