Por: Sergio Meza

El humor de la música. Weird Al Yankovic, un artista serio

“Para conocer lo cómico es preciso conocer lo racional, de lo cual lo cómico señala ausencia; y debemos ver en qué consiste lo racional. La incongruencia es el corazón de lo cómico”.
Lettre sur la comedie de L'Imposteur. Atribuida a Molière

Al realizar un recorrido por la historia del arte occidental, desde sus más lejanos orígenes hasta nuestros días, no es difícil concluir que el aspecto más reputado y aplaudido del arte, sin importar formato o escenario, es lo solemne. Si bien siempre han existido un sinfín de ramificaciones dentro de las manifestaciones artísticas, es lo dramático lo que cuenta con el honor de los laureles, las ovaciones, el reconocimiento público, las estatuillas y, con todo ello, el respeto.

¿Pero qué ocurre con lo cómico? La historia cuenta que la Poética de Aristóteles, texto imprescindible que definiría a las artes y su estudio desde la Antigüedad, contaba con un segundo apartado que en algún momento del medievo se perdió para siempre, en ese tomo extraviado el estagirita se encargó de teorizar alrededor de la comedia, su estructura y función dentro de la experiencia estética. Al desaparecer el texto, lo único que quedó fue un breve fragmento en el que habla de la comedia como un defecto y una fealdad que no contiene ni dolor ni daño. No podemos asegurar que el poco respeto que históricamente ha despertado el género cómico provenga de esta cita, pero sin duda es una de las primeras baldosas de ese camino, que avanzaría por el mundo llegando a puntos como el uso peyorativo de la palabra cómico en Europa hasta el escenario de los premios Óscar, donde Will Ferrel alguna vez dijo “No hay nada más triste que un comediante en una entrega de premios”.

Pero siempre hay personajes que encuentran su pasión en el arte de hacer reír a los demás, sin importar que su quehacer se desborde mediante la vilipendiada comedia. O peor aún, enfocándose en uno de los géneros menos considerados dentro de ella, la parodia. Y para culminar el desastre, ejercer el humor a través de una de las expresiones artísticas menos recurrentes para ello: la música. Siempre hay gente extraña.

En abril de 1981 uno de esos personajes extraños se plantó, acordeón en mano, en uno de los escenarios televisivos más respetados de la televisión estadounidense: The Tomorrow Show, donde se habían presentado entrevistados de la talla de Alfred Hitchcock y John Lennon. El personaje en cuestión, un joven de 22 años vestido con pantalones de payaso, elegante camisa vino, un abundante peinado afro y gafas de montura gruesa, interpretó la canción Another one rides the bus, parodia del éxito de Queen Another one bites the dust. Además del acordeón, la pieza iba acompañada por una caja de ritmos conformada por bocinas de bicicleta, silbatos y un globo de broma que imitaba un sonido flatulento. Esa presentación fue el inicio del estrellato en la longeva carrera de Alfred Weird Al Yankovic, uno de los músicos más reconocidos, y respetados, por la industria musical norteamericana del último siglo.



Weird Al nació en Lynwood, California, en 1959, hijo único de una familia de inmigrantes de Europa del este. Por su origen no resultó sorpresivo que, ante la visita de un vendedor de instrumentos de puerta en puerta, la familia se decantara por un acordeón como el instrumento elegido para la futura estrella de la música cómica.

Desde que tenía siete años Weird Al se destacó por su habilidad musical y por su humor. Fanático por un lado de Elton John y por el otro de la revista MAD, Al combinó sus dos aficiones reinterpretando materiales musicales completos con su acordeón y dotándolos de letras cómicas.

El primer paso en su carrera se dio en la plataforma de uno de sus ídolos, The Dr. Demento Radio Show, programa de comedia y música extraña que terminaría apadrinando la carrera de Yankovic. En el show Weird Al presentó My bologna, parodia de My Sharona de The Knack; la pieza había sido grabada originalmente en uno de los baños de la Universidad Politécnica Estatal de California, donde Al estudiaba.



Contra todo pronóstico, la música paródica de Weird Al encontró un nicho de audiencia que fue creciendo con los años. Nunca ha sido inusual que algún artista de culto encuentre el espacio donde dar a conocer su obra, sin importar lo peculiar que esta sea. Pero es menos común que las altas esferas de la industria comercial reconozcan de inmediato a ese talento extraño.

En 1984, Michael Jackson era el artista más grande del mundo, un año atrás había lanzado Billie Jean y estaba a punto de presentar Thriller. Ese año recibió la solicitud de Weird Al, quien siempre requería permiso de los autores originales de las canciones, para darle luz verde a Eat it, parodia del último éxito del rey del pop, Beat it; Jackson aceptó. Eat it junto con Fat (parodia de Bad) se convirtieron en los éxitos más grandes de la carrera de Yankovic.



Un año después, Madonna autoriza el lanzamiento de Like a surgeon, parodia de Like a virgin, que también resultó un éxito inmediato. A partir de ahí nacería una máxima: Si Weird Al Yankovic no te hacía una parodia, no eras nadie. Eminem, Billy Idol, Lady Gaga, Nirvana, Red Hot Chilli Peppers, U2, Imagine Dragons, Miley Cyrus, Aerosmith, The Police, James Brown, The Beatles, Pharrell Williams, Daft Punk, Peter Gabriel y un sinfín más forman parte del repertorio parodiado por Yankovic, quien no sólo se dedica a intercambiar las letras de las piezas por su humor absurdo, sino que también realiza composiciones originales emulando el estilo musical de algún artista y popurrís de éxitos del momento reinterpretados en su género predilecto, la polka.



Pocos han sido quienes han caído en el error de negarse al toque de Weird Al, el rapero Coolio se molestó por Amish Paradise, parodia de Gangsta Paradise, aunque se confesó arrepentido muchos años después. Paul McCartney, por su veganismo, negó específicamente una parodia de Live and let die que involucraba pasteles de pollo: Chicken pot pie, aunque el inglés ha declarado su enorme admiración por Weird Al.



Si bien se le puede acusar de mantener un humor blanco, poco crítico y demasiado ridículo, Yankovic jamás ha pretendido mostrarse como algo más que un músico amante del humor absurdo, que encontró su punto cumbre en su película biográfica, protagonizada por Daniel Radcliffe en el 2022, la cual muestra a un apuesto Weird Al rescatando a su amante Madonna de las garras de narcotraficantes colombianos. La parodia del rey de las parodias.

Weird Al, junto a su acordeón y sus camisas hawaianas, tiene una carrera de más de 40 años, acompañado siempre por el mismo grupo de músicos, quienes con él tienen la nada sencilla labor de ejecutar con maestría piezas mundialmente conocidas de todos los géneros musicales posibles, añadiéndoles la vis cómica. Yankovic vive desde hace mucho en un olimpo de genialidad, le acompañan exponentes de otras naciones como Chava Flores, de México, o Les Luthiers, de Argentina, en un ejemplo claro de que la comedia y el arte musical pueden recorrer el mismo camino, y que ello no debe significar un detrimento de la expresión artística por falta de técnica, idea o pasión.

Queda claro que no cualquiera logra hacer reír con música, se necesita un poco, o un mucho, de rareza.