Por: Frida Rosales V.

Nellie Campobello, Centáuride del Norte

Bailarina, escritora y revolucionaria por destino, de voz original e irrepetible; Nellie Campobello es reconocida y recordada por la precisión de su pluma, aquella que narraba desde el alma del pueblo las crudezas de una nación liderada por hombres que intentaban adornar sus nombres con balas. Colaboró con su inseparable amigo y escritor, Martín Luis Guzmán, para las memorias de Francisco Villa, aquel personaje que constantemente se mece entre la realidad y la leyenda.

Nacida en Villa Ocampo, Durango y criada en Parral, Chihuahua, Nellie Francisca Ernestina Moya Luna se convirtió en la primera voz femenina de la Revolución mexicana, pero su relevancia también radicó en la soltura de sus oraciones tapiadas de verdad y de fantasmas del espíritu bélico.

Además, Campobello fue pionera en el ballet nacional, fundando la Escuela Nacional de Danza en 1931, la primera academia pública de danza, misma que dirigió hasta 1983. La artista sucumbió en este arte hasta los 23 años, cuando, tras la muerte de su madre, arribó a la capital. Ya en la Ciudad de México, el futuro se le insinuó a Nellie, quien estudiaría en el Colegio Inglés y posteriormente, descubriría su afición por el arte del movimiento.

Aún en su incursión a la danza, no dejaría de lado su interés por la cruzada armada ni su nostalgia por la tierra en la que creció y esto la llevaría a crear el ballet 30/30, en donde en un combate dancístico, las mujeres torean enérgicamente a campesinos y obreros. Además, en 1943 fundó, con el apoyo de Gloria, su hermana, su inseparable Martín Luis Guzmán y el pintor José Clemente Orozco, el Ballet de la Ciudad de México.

Es a esta gran figura de la revolución, la danza y la literatura, a quien le dedicamos el Librero de esta ocasión, para recordar a quien venía de un rincón oscuro de la montaña, solo para demostrarnos que ahí no había más que claridad.


Francisca Yo! Versos (1929)

Creció porque era lo que le quedaba a quienes no morían y fue en ese proceso, entre la pequeña pueblerina y la adulta bailarina, que su trayectoria y la de Gerardo Murillo, el famoso Dr. Atl, encontraron la forma de unirse. En ese momento, el paisajista dio vida a la ilustración de la portada de esta primera y no tan reconocida obra, una recopilación de poemas que retratan las emociones y experiencias más intensas que dejaron pasmados los ojos jóvenes de la escritora, desde las latitudes del amor y desamor, hasta la belleza de una inocencia amalgamada con ingenuidad, pasando por la sencillez de Yo, un poema de imágenes claras que sitúa la alegría en lo ordinario y el placer de la libertad.

“Y correr entre las hojas
Con los pies descalzos
Para que nos oiga la luna y nos diga:
Locas, locas, locas". (Campobello, p. 39)


Cartucho (1931)

“A Mamá, que me regaló cuentos verdaderos en un país donde se fabrican leyendas y donde la gente vive adormecida de dolor oyéndolas”.


Probablemente esta obra sea la más reconocida de Nellie Campobello; sus líneas son un relato de los acontecimientos, personalidades y sentimientos de los jóvenes villistas que, sin precauciones literarias, con una falta de intenciones deliberadas y una visión virgen desde el ojo infantil, relata las crudezas de una Revolución vívida, cruel y penosa.


Cuatro soldados sin 30-30

“Y pasaba todos los días, flaco, mal vestido, era un soldado. Se hizo mi amigo porque un día nuestras sonrisas fueron iguales. Le enseñé mis muñecas, él sonreía, había hambre en su risa, yo pensé que si le regalaba unas gorditas de harina haría muy bien. Al otro día, cuando él pasaba al cerro, le ofrecí las gordas, su cuerpo flaco sonrió y sus labios pálidos se elasticaron con un “yo me llamo Rafael, soy trompeta del Cerro de la Iguana”. Apretó la servilleta contra su estómago helado y se fue; parecía por detrás un espantapájaros; me dio risa y pensé que llevaba los pantalones de un muerto.

Hubo un combate de tres días en Parral, se combatía mucho.

Traen un muerto —dijeron—, el único que hubo en el Cerro de la Iguana. En una camilla de ramas de álamo, pasó frente a mi casa; lo llevaban cuatro soldados. Me quedé sin voz, con los ojos abiertos, abiertos, sufrí tanto, se lo llevaban, tenía unos balazos, vi su pantalón, hoy sí era el de un muerto”.



Fue, además, la primera obra de la Revolución mexicana escrita por una mujer, y que, a diferencia de otras novelas coetáneas publicadas, Cartucho hacía un seguimiento del movimiento en los estados de Chihuahua y Durango, zonas que no habían sido consideradas por otros autores a pesar de haber sufrido de manera activa el desarrollo intenso de la revuelta armada.


Las manos de mamá (1937)

En este texto, la visión gira en torno al personaje de la madre, aquel ser en el que recae la responsabilidad absoluta de la crianza de los hijos y la dinámica familiar en un entorno revolucionario. Es una pintura nostálgica de reflejos coadyuvados por la vivencia y la memoria que dan una voz que oscila entre la adultez y la infancia de Nellie.

A su obra literaria se le añaden también Ritmos indígenas de México (1940), que escribió en colaboración con su hermana Gloria Campobello y que hace un señalamiento a los fundamentos dancísticos de las danzas que no son propias, y Apuntes sobre la vida militar del general Francisco Villa (1940), una obra biográfica que destaca las preciadas memorias de Campobello ante su cercanía con el Centauro del Norte.