Por: Rebeca Avila

Contra el calor, planta un árbol o, mejor aún, no tales más

Intensos rayos solares que provocan una sensación de sofoco incluso a veces estando a la sombra; sudar a mares aun estando en reposo o haciendo poca actividad estando en el exterior; sed que el agua “simple” parece no poder calmar; efecto de ardor en la piel para quien se expone directo al Sol sin y con el protector solar más prometedor. Recién oculto el Sol, cuando uno espera un poco de tregua por las altas temperaturas, puede sentirse la tibieza que emana de los muros de los edificios y el pavimento, que aún desprenden calor. Ya entrada la noche, ni en la penumbra el bochorno abandona, por lo que dormir con ropa ligera y con la ventana abierta es casi una necesidad. Así han sido varios días de junio para los mexicanos, en especial, para los habitantes del Valle de México, quienes no están tan acostumbrados a las altas temperaturas, sobre todo en una temporada en la que lo que se espera son lluvias.

Estas llamadas olas u ondas de calor que tanto revuelo han causado se llaman así por ser un conjunto de más de tres días consecutivos en los que la temperatura aumenta por encima de lo que se espera en una región. Aunque estas olas de calor no son inusuales y pueden surgir varias veces al año y en distintas regiones del mundo, lo que resulta tema de suma observación para especialistas es la temporada del año es la que se está suscitando y la prolongación del fenómeno, pues de durar de tres a cinco días, se extendió casi a 15.

Por supuesto hay factores detectados muy específicos que son ingredientes perfectos para el caldo, hirviente, que se ha generado en la zona. Para no sorpresa de muchos, varias respuestas a estas históricas cifras en el termómetro se encontraban en aquello que parece no querer ser nombrado: sí, el tan temido y cansón cambio climático por el que Greta Thunberg pone cara colérica en sus discursos.


¿Cuáles son estos ingredientes?

Ángel Terán, investigador del Centro Interdisciplinario de Investigación y Estudios Sobre Medio Ambiente y Desarrollo del IPN explica cómo estos y otros aspectos inciden en esta ola de calor extrema: “hay vientos del Atlántico y vientos del Golfo cuyos flujos están desplazándose hacia al Norte por lo que la concentración de humedad no existe en el país, no hay nubes", y por lo tanto no hay precipitaciones.

Además de los cielos despejados, las masas de aire, cuando descienden, llegan al nivel del suelo y provocan una cápsula de calor dependiendo de las circunstancias del mismo suelo. Por ejemplo, cuando estás en medio de la carretera, seguro has sentido un calor abrasador, seco, eso pasa en los suelos desnudos, como el de las zonas urbanas, donde la irradiación solar tiende a aumentar y el calentamiento que genera esta influye en la sensación térmica y se crea un efecto de olla exprés. La respuesta a estas condiciones de radiación solar está en la falta de árboles. Estos generadores de oxígeno y absorbedores de CO2 tienen un papel más importante que sólo el hecho de limpiar el aire: el CO2 en niveles normales regulado por los árboles, ayuda a mantener la temperatura de la Tierra reteniendo el calor de la radiación solar para permitir que el planeta no sea un témpano de hielo y así hacer posible la vida, lo que conocemos como efecto invernadero. El problema está justo en que, las emisiones de CO2 son tantas que debido también a la deforestación este efecto, el de mantener algo del calor que genera el Sol, se ha ido por los cielos en los últimos 70 años.

Así, a falta de árboles suficientes suplidos por pavimento y edificios, las ciudades y zonas urbanizadas, tienden a retener más el calor y debido a la presión que ejerce el aire que baja, el aire caliente, en lugar de subir, se queda estático, generando una especie de domo de calor, como también se le ha llamado.


¿Planta más árboles y tendrás menos calor?

Si tu respuesta como solución al calor extremo es plantar más árboles o incluso llenarte de plantas en tu casa, tenemos que decirte que no es tan sencillo como parece. La primera verdad es que es urgente que de manera general se reduzca la tala indiscriminada de ecosistemas generadores de oxígeno, como bosques y selvas; la segunda es que no todos los árboles absorben la misma cantidad de CO2, existen especies que son importantes sumideros de carbono, ya que esta acción está directamente ligada con el crecimiento de estos; la tercera es que plantar árboles cualquiera con tal de reforestar, puede tener consecuencias en los ecosistemas, pues hay especies exóticas introducidas que pueden dañar el suelo y subsuelo donde se planten. Este 13 de julio, Día del Árbol [insertar link de Clic Clac], vale la pena hacer hincapié en la importancia de estos y pensar acciones conscientes aterrizadas a la realidad.


El Niño y las lluvias torrenciales

Los expertos comienzan a hablar de la llegada de el Niño, fenómeno climático que se da cada tres o cinco años y que se caracteriza por ser la fase cálida de las aguas calientes formadas en el océano Pacífico que, gracias a los vientos alisios, son empujadas del oeste al este del continente americano, debajo del Ecuador, provocando un cambio en los patrones habituales de precipitación y temperatura, con intensas lluvias y fuertes ciclones pero al mismo tiempo sequías en otras partes del planeta. Por ahora el viento y las lluvias han refrescado el tiempo, sin embargo, se pronostica que en julio venga una nueva ola de calor, sin olvidar la Canícula, fenómeno que se da al norte del país caracterizado por cuarenta días de intensas temperaturas.


El Antropoceno, inicio y fin de la era humana

Las eras geológicas han estado determinadas indiscutiblemente por factores físicos de las capas de la tierra a través de millones de años, dadas por condiciones naturales particulares. El final del periodo Holoceno, en el que vivimos actualmente y que comenzó desde el último periodo posglacial hace 11 mil 700 años, ha sido tema de discusión hace más de dos décadas, cuando el Nobel de química Paul Crutzen (eminencia en estudios sobre la formación y descomposición del ozono atmosférico) propuso que el nombre de la época geológica actual debería reflejar el impacto del ser humano sobre la Tierra, llamándola Antropoceno (anthropos, de humano, y cene, de nuevo o reciente).

Aunque los niveles de CO2 son necesarios para la vida en la Tierra y han ido en aumento en los últimos 800 mil años, lo cierto es que las concentraciones de CO2 en la atmósfera nunca habían alcanzado las 300 partes por millón. Pero esa cifra se superó por primera vez en 1950 y desde entonces no ha parado de incrementarse a un ritmo acelerado: un cambio de temperatura que debió darse en miles de años se ha dado en cuestión de décadas por la acción del ser humano.

Pero estas peripecias que hemos tenido en el centro del país suceden también en otras partes del mundo, como Europa Central, Norte de África, Centroamérica y Papúa Nueva Guinea, en donde su numerosa población está cada vez más expuesta debido a los limitados recursos sanitarios y energéticos. No estamos hablando sólo de días de intenso calor, estamos hablando de que las vidas de personas vulnerables, como niños, ancianos y grupos en zonas marginales están en riesgo de muerte.