Por: Manu Portillo

Prince: el artista que perdió su identidad, mientras pintaba la lluvia de morado

El calendario marcaba el día 7 de junio de 1993, una fecha especial para el artista Prince Rogers Nelson, debido a que celebraba su cumpleaños número 35, pero para sorpresa de todos, este día quedaría marcado por la muerte del nombre Prince; nombre que había ganado estatus de leyenda dentro del mundo musical y que logró dominar las listas de popularidad año con año, desde su debut en 1978 con el álbum For You. A partir de este momento, la identidad del multiinstrumentista recaería sobre un símbolo impronunciable que él mismo denominaba como la representación del amor.



¿Pero cómo fue que llegamos a esto y por qué el artista se vio obligado a dejar su nombre? Para responder a esta incógnita debemos remontarnos a la juventud del artista, específicamente a sus 17 años, cuando firmó su contrato discográfico con Warner Music; movimiento que en su momento parecía el correcto, ya que Prince podría disfrutar de mayor libertad creativa en todas sus producciones. Lo anterior se vería reflejado en su primer álbum, For You (1978), en el que se destacaría la capacidad como letrista y multiinstrumentista para escribir toda la música del disco.

Desde el inicio, Prince explotó todo el talento y energía que caracterizó su carrera, creando un estilo ecléctico que lo hizo destacar entre la gran lista de nombres que ganaban fama al mismo tiempo que él, todo mientras dejaba grandes joyas de la historia del pop rock, como Prince (1979), 1999 (1982), Purple Rain (1984) y Sign “O” The Times (1987). Su música siempre giró en torno a la exploración del concepto del amor y sexualidad del humano, tema que lo hizo atravesar varias polémicas y críticas, pero que se convirtió en parte de su imagen y personalidad ubicándolo como un ícono de la libertad estética y artística.

Para este momento Prince ya había consolidado una carrera digna de leyenda, pero cuando todo pintaba mejor aparecieron distintas diferencias con su sello discográfico, quienes comenzaron a limitar su trabajo en búsqueda de no saturar el mercado con la música del artista. Esta decisión no hizo más que molestar a Prince, ya que el crear música era algo sagrado para él, tanto que llegó un punto en el que tenía más de 500 canciones sin liberar por impedimento de la disquera, quienes registraron el nombre de Prince para que no pudiera ser usado para lanzamientos independientes y que todo el beneficio comercial recayera en ellos.

En 1993, Prince daría el paso de cambiar su nombre por un símbolo impronunciable que, en sus palabras, representaba “una invitación a pensar de una manera distinta, conectándose a una nueva frecuencia libre". Pese a su cruzada contra las disqueras a quienes denominó como esclavistas, sus ventas de discos y popularidad se desplomaron, dejándolo en una posición muy complicada y oscura, en la que la polémica junto con el uso de drogas parecía dominar su vida.

A lo largo de la década de los 90, Prince había logrado emanciparse de su disquera, pero perdiendo su nombre en el proceso junto con una gran parte de sus admiradores, ya que no gustaban de usar el nombre “The artist formerly known as Prince” (el artista antes conocido como Prince), estigma impuesto por los medios de comunicación que no intentaron comprender esta nueva etapa, encadenando al artista a un pasado sobre el cual no tenía ningún poder.

Fue hasta el año 2000, cuando el artista logró recuperar su nombre después de 10 años de polémica y grandes pérdidas en su vida tanto personal como profesional. Su esfuerzo por destacar en la industria como artista independiente no pasaba desapercibido, pero no era suficiente para igualar a la leyenda del Prince de la década de los 80, pero justo fue esta figura de músico multipremiado e histórico lo que le consiguió su presentación más grande y más vista en la historia de su carrera: el medio tiempo del Super Tazón XLI celebrado en Miami.

Uno de los eventos deportivos más vistos a nivel internacional, sería el espacio perfecto para que el mundo recordara quién era Prince y cómo dominaba cualquier escenario sobre el que pusiera pie. El partido fue de lo más olvidable de la noche, pero lo que pasaría en el medio tiempo quedaría marcado en la memoria del público como uno de los mejores conciertos de la historia.

Como un trueno en la lluvia de Miami, Prince apareció sobre el escenario que ostentaba la forma del símbolo impronunciable que tantos problemas le había dado en el pasado, pero que ahora era parte de su sello personal, y con una setlist hecha a la medida en la que regresaba a lo mejor de su mítico álbum Purple Rain, acompañado de un homenaje a Jimmy Hendrix y un cover de Best of You de Foo Fighters, dominó a un público que no había experimentado la “love experience” del Príncipe del Pop.

El showman estaba sobre su hábitat natural con el público rendido ante su talento y voz, sin más, el frenesí llegaba a sus momentos finales en los que el público, el estadio y la misma lluvia se pintaron de morado con los primeros acordes de Purple Rain, cerrando con un solo de guitarra inolvidable y que marcaba la victoria de Prince sobre las disqueras, sobre su pasado, sobre los medios y sobre la leyenda del nombre que volvía a su poder, Prince Rogers Nelson le gritaba al mundo y a la industria del espectáculo, ¡Yo soy Prince!

En este número de Gaceta 22, celebramos la vida de Prince y su lucha contra una industria que se centró en callarlo, pero de la cual se levantó victorioso usando a la música y expresión corporal como principal estandarte de protesta.