Por: Rebeca Avila

Mujeres cosmonautas. Detrás de un pequeño paso para el hombre, hay una zancada para las mujeres
Valentina Tereshkova

“Houston, tenemos un problema”: por cada 40 hombres astronautas hay solo cinco mujeres. Si ya es complicado que las mujeres se desempeñen dentro del campo de la ciencia, es sorprendente que las mujeres hayan podido cruzar el umbral de la estratósfera terrestre. La bóveda celeste no es ajena al techo de cristal para las mujeres.

La Oficina de las Naciones Unidas para los Asuntos del Espacio Ultraterrestre (UNOOSA por sus siglas en inglés) indica que del total de astronautas en el mundo solo el 11% son mujeres y el 89% son hombres. Y si hablamos de las mujeres que han salido de las naves para realizar caminatas espaciales, el número se reduce aún más.

Los nombres que figuran en la historia como los pioneros en las dos grandes hazañas en el espacio son de hombres (blancos, por supuesto): el primer ser humano que llegó al espacio fue el soviético Yuri Gagarin el 12 de abril de 1961 y, ocho años después, el primero (y único) que logró pisar la superficie lunar el 20 de julio de 1969 fue Neil Armstrong. Esta carrera espacial entre la entonces URSS y los Estados Unidos valió también para que entraran al juego las mujeres, pero su incursión ha sido lenta y espaciada, como todo ámbito en el que ellas han luchado por entrar.

Pero el sesgo no sucede sólo por la cantidad inferior de mujeres astronautas que hay respecto a los hombres; las mujeres que van y han ido al espacio se enfrentan a otras situaciones que demuestran que la perspectiva de género aún está fuera de órbita. Hace 60 años, un 16 de junio de 1963, la primera mujer llegó al espacio -más por presión social que por honesta credibilidad de sus capacidades- abriendo camino para que otras pudieran seguir sus pasos. A propósito de este evento histórico, en este Con-Ciencia hablamos de mujeres que han sido pioneras como astronautas, desde Valentina Tereshkova hasta Christina Hammock Koch, que el próximo año formará parte de la misión Artemis II de la NASA.


Las soviéticas a la delantera

Valentina Tereshkova

Sólo tres años después de la llegada de Gagarin al espacio, los soviéticos dieron el siguiente paso para dejar nuevamente atrás a los Estados Unidos: mientras la NASA seguía teniendo como requisito principal ser hombre para convertirse en astronauta, los rusos habían comenzado un reclutamiento de mujeres paracaidistas en miras a que una de ellas se convirtiera en la primera mujer en orbitar la Tierra. De entre las 400 que se postularon, la elegida fue Valentina Tereshkova, que por su destreza en paracaidismo (en ese entonces la forma de aterrizar al regresar del espacio) pasaría a la historia como la primera mujer en el espacio exterior. Chaika (gaviota en ruso), fue su alias para la misión que despegaría la mañana del 16 de junio de 1963 a bordo de la nave Vostok-6. Después de dar 48 vueltas al planeta en 71 horas, debido a un error de trayectoria de la nave que en lugar de regresar a la Tierra estaba programada para adentrarse en el espacio, y a pesar de las horas estresantes que pasó fuera de la Tierra, Tereshkova regresó sana y salva de su primer y último viaje espacial (continuó en el gremio, pero como ingeniera dedicada a las naves espaciales). A Valentina le siguió en la carrera espacial su compatriota Svetlana Savítskaya, la segunda mujer en ir al espacio, en 1982, y la primera en abandonar la nave para realizar una caminata espacial, en 1984. Aunque angulares sus logros, sobre todo Savítskaya no se salvó del machismo de sus compañeros astronautas, quienes le espetaron un cálido saludo al llegar a la estación espacial soviética en 1982: “Tenemos un delantal preparado para ti, Sveta. Como si estuvieras en casa”.


El dúo dinámico de Sally Ride y Judith Resnik

Astronauta Judith A. Resnik, 1978

Después de Valentina (y luego Svetlana), tuvieron que pasar 20 años para que Estados Unidos aceptara que no había razón alguna para que los únicos en hacer viajes al espacio fueran hombres, así que a finales de los 70 la NASA lanzó una convocatoria para formar un nuevo equipo de tripulación, esta vez contemplando a mujeres y minorías, que realizara futuras misiones en sus modernos cohetes.

En ese grupo que al final estuvo conformado por 35 personas, solo tuvo entre sus filas a seis mujeres, dos de ellas Sally Ride y Judith Resnik. Ride, gracias a su excelente condición como atleta y a sus estudios en Física y Astrofísica por la Universidad de Stanford, logró entrar al programa y fue elegida como la primera mujer estadounidense en tripular una nave con destino al espacio -junto con cuatro hombres más-, en el segundo vuelo del trasbordador Challenger en 1983, cuya misión fue poner en órbita dos satélites de comunicaciones. Pese a la importancia que tenía este hecho histórico para los Estados Unidos, los ingenieros de la NASA planteaban una pregunta crucial para ellos: ¿cuántos tampones tendría que llevar Sally al espacio?, ¿100?, ¿más, menos?

Además, tuvo que enfrentarse a cuestionamientos de la prensa tan superfluos como su peinado, su maquillaje o su ropa interior, preguntas que la prensa jamás se atrevió a hacerle a los hombres. Este tipo de preguntas inapropiadas, persiguieron a la segunda mujer estadounidense en el espacio, la ingeniera Judith Resnik, a quién en los programas de entrevistas se le presentaba como si fuera parte de un concurso de belleza: “soltera, le gusta tocar el piano”, “eres demasiado linda para ser astronauta” o “¿si conoces a un hombre, le dirías que eres astronauta?”



Lamentablemente, Resnik también fue la primera astronauta que murió a bordo de un transbordador, el mismo Challenger, en el vuelo STS-51-, cuya tripulación por primera vez fue no sólo unisex, sino interracial, con un hombre negro y uno de ascendencia japonesa, además de ser la primera vez que se llevó a un civil al espacio, la profesora Christa McAuliffe. El saldo de la tragedia fue: sin sobrevivientes.


Las Mercury 13

Siete miembros del Mercury 13 en 1995

En 1995 Eileen Collins se convertía en la primera mujer en pilotar un transbordador espacial, el Discovery. Para su despegue pidió invitar a un grupo de mujeres, ya mayores, que para ella representaban el hecho de que ella estuviera ahí: las Mercury 13. Luego de que EE. UU. enviará en 1962 al primer hombre al espacio, John Glenn, existió una comisión secreta que se dedicó a reclutar mujeres para demostrar, mediante pruebas científicas, que ellas eran igual de aptas para viajar al espacio que los hombres. El resultado fue que ellas eran incluso más aptas que sus oponentes masculinos. Y los llamamos oponentes porque ese papel jugó el sexo masculino, al sabotear y demeritar la capacidad de estas 13 mujeres que fueron entrenadas como excelentes pilotos de aviación. El informe de los experimentos realizados por William Randolph Lovelace, con sus propios fondos, era sumamente completo y exponía que las participantes habían pasado sin problemas las pruebas de resistencia tanto físicas como psicológicas y que tenían capacidad para volar un jet, todas estas habilidades requeridas para viajar al espacio.

Sin embargo, fue la misma NASA la que puso un alto al programa, alegando que nadie quería una mujer astronauta. Estas desaprobaciones fueron secundadas por el héroe nacional John Glenn, quien dijo “los hombres van y luchan en las guerras y vuelan en los aviones y vuelven y ayudan a diseñarlos y construirlos. El hecho de que las mujeres no estén en este campo es una realidad de nuestro orden social". A estas aseveraciones se unió Gordon Cooper, uno de los Mercury Seven -los primeros astronautas estadounidenses-, con: “¿Hay sitio en nuestro programa espacial para una mujer? Bueno, podríamos haber enviado a una mujer en lugar de al chimpancé”. En seguida, una oleada de carcajadas de los periodistas inundó la sala de conferencias a inicios de los 60. Y quién dio la frase lapidaria al proyecto y con ello sepultó los sueños no sólo de estas 13 mujeres sino de generaciones futuras, fue el vicepresidente Lyndon Johnson, cuando dijo por escrito "Paremos esto ya", a pesar de que este caso fue llevado al senado para discutir sobre porqué las mujeres también deberían de viajar al espacio. Si ya en los 80 a Resnik y Ride la prensa le hizo preguntas machistas, en los 60 no sólo les preguntaban por su aspecto o cuestiones femeninas, sino también sobre sus tareas domésticas y la maternidad, como la realizada a una de las portavoces de las Mercury, Jerrie Cobb.




Christina Hammock Koch a la Luna y más allá

Christina Hammock Koch

La NASA, como cualquier otra entidad importante ha tenido que adaptarse al mundo actual y aunque tienen entre sus filas a un número bajo de mujeres respecto a la cantidad de hombres, se ha mostrado cada vez más inclusiva y concordante con los tiempos actuales. Por ejemplo, Mae Jemison fue la primera mujer afroamericana astronauta en 1992 y Ellen Ochoa fue la primera mujer de origen hispano enviada por la NASA al espacio en 1993. Este 2023 la agencia hizo el anuncio oficial de su tripulación para la futura misión Artemis II, con destino nada menos que a la órbita lunar. Será en noviembre de 2024 cuando la nave Orión sea lanzada alrededor de nuestro satélite, a bordo de la que irán sus cuatro pasajeros, entre ellos Christina Hammock Koch. La envergadura de la hazaña de Hammock no tiene precedentes: después de 55 años de que el hombre -en masculino- fue a la Luna, una mujer será enviada a sobrevolar el mismo sitio que Neil Armstrong en 1969. Esta primera misión tiene miras a realizar viajes tripulados que aterricen en la superficie lunar y futuramente en Marte.

De entre el 35% de la plantilla de la NASA que son mujeres, Hammock fue elegida por sus notables méritos: es la mujer astronauta que más tiempo ha pasado en el espacio (328 días en la Estación Espacial Internacional), formó parte del primer paseo espacial ejecutado únicamente por mujeres, en 2019; ha participado en seis caminatas espaciales, en las que ha acumulado más de 40 horas en el exterior de la base y ha participado en tres expediciones a la EEI. Christina, que para el magno evento histórico tendrá 45 años, irá a la misión Artemis II como ingeniera especialista y se ocupará de que todo en la nave funcione a la perfección.

Desde su fundación, en 1958, la NASA ha tenido 360 exploradores espaciales, de las cuales solo 61 han sido mujeres. ¿Qué dirían Valentina, Svetlana y las Mercury 13 de este avance y del acontecimiento del Artemis II luego de ver demeritadas sus capacidades? Una mujer en la Luna, toma ese orden social John Glenn.