Por: Rebeca Avila

500 noches de escuchar a Sabina

1975, en la España posfranquista, aquella que buscaba avanzar hacia la democracia y la libertad de la que fue privada durante años, los jóvenes de la época, que hoy rondan quizá los 60 años, tenían urgencia de expresarse dejando atrás la música de protesta que tanto tiempo fue la vía para exigir el cese de la represión social del país ibérico.

Esas ansias de una generación a contracultura que buscaba abrirse paso y crear algo propio, se cristalizaron en un nuevo movimiento social-artístico que agrupó desde la literatura, hasta el cine y la música, llamado la Movida madrileña —que luego se extendió a todo el país—. Representantes de esta en diversos géneros, hubo para aventar: Kaka de Luxe (más tarde Alaska y los Pegamoides), Radio futura, Tino Casal, Toreros Muertos, La Unión, Duncan Dhu y Hombres G. Hasta aquí la lista, que no acabamos.

Entre algunos de los solistas más prolíficos de esta escena, se encontraba el heredero de la antes mencionada música de protesta: Joaquín Sabina. Antes de convertirse en el Dylan español, el andaluz estuvo exiliado en Reino Unido durante siete años por actos “seudoterroristas” durante el franquismo y por evadir el servicio militar. De esas vivencias en el exilio, nacieron sus primeras composiciones de revolución.

Pero, como muchos, a raíz de ese avance hacia lo que viniera, Joaquín también sintió esa necesidad de dejar de hablar del tedio político que se apoderó tantos años del imaginario colectivo, para darle cabida y rienda suelta a esos poemas que escribía a una de sus mayores adoraciones en el mundo: las mujeres.

Aparentemente irreverente, el anecdotario que el también poeta ofrece en sus composiciones irónicas es una puerta al desahogo de los corazones rotos, aquellos nostálgicos que tratan de olvidar, pero se aferran a seguir cantando hasta la madrugada.

“Envejecer es una puta mierda”, fueron sus palabras tras abandonar el escenario en su último concierto en Madrid en 2018. Después de esto, en entrevista para el diario El País dijo: “Estamos hartos de que la gente diga que es estupendo envejecer. Váyase usted a la mierda. ¿Quién quiere ser viejo? Nadie.”

El septuagenario, lo mismo realista que soñador, también ha sentenciado: "Me importa un carajo mi trascendencia, lo único que me importa es que cuando me muera deje al menos 16 canciones que no me den vergüenza y hayan cruzado el mar, pero lo que pase después de mis cenizas te aseguro que no me importa lo más mínimo". No sabemos si ya cumplió el propósito de esas 16 composiciones, ni mucho menos cuáles son, pero acá compartimos sólo diez canciones que en definitiva han dejado huella en aquellos que no sentimos vergüenza de cantarlas.


Pastillas para no soñar

Deja pasar la tentación, dile a esa chica que no llame más. Y si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar: ¿tiene pastillas para no soñar?



19 días y 500 noches

Esta vez yo quería quererla querer y ella no. Así que se fue. Me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas.



Quién me ha robado el mes de abril

En la posada del fracaso donde no hay consuelo ni ascensor, el desamparo y la humedad comparten colchón.



Pero que hermosas eran

¿Y saben qué les digo? Aquel idiota y yo nos hicimos amigos, el día que Maruja nos dejó. Por otro idiota.



Por el boulevard de los sueños rotos

Se escapo de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela, se dejo el corazón en Madrid. ¡Quién supiera reír como llora Chavela!



Peor para el sol

Es mejor, le pedí, que te calles, no me gusta invertir en quimeras, me han traído hasta aquí tus caderas no tu corazón.



Y nos dieron las diez

Y no halle quien de ti me dijera ni media palabra. Parecía como si me quisiera gastar el destino una broma macabra.



Y sin embargo

Que no miento si juro que daría por ti la vida entera, por ti la vida entera. Y sin embargo un rato cada día, ya ves te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera.



Noches de boda

Que el maquillaje no apague tu risa. Que el equipaje no lastre tus alas. Que el calendario no venga con prisas. Que el diccionario detenga las balas.



Círculos viciosos

- Quiero conocer aquel, hablarle y decirle hola
- No le has visto la pistola, deja esa vaina Javier
- ¿Por qué la pistola?
- Porque tiene miedo
- ¿Por qué tiene miedo?
- Porque no se fía
- ¿Por qué no se fía?
- Porque no se entera
- ¿Por qué no se entera?
- Porque no le hablan
- ¿Por qué no le hablan?
- Por llevar pistola