Por: Rebeca Avila

No hay futuro para el amor: 5 filmes que lo vaticinan

“…es imposible aprender a amar, tal como no se puede aprender a morir. Y nadie puede aprender el elusivo —el inexistente aunque intensamente deseado— arte de no caer en sus garras, de mantenerse fuera de su alcance.” Sentencia Zygmunt Bauman en su ensayo Amor líquido. En él expone la fragilidad de los vínculos afectivos humanos, la renuencia moderna al compromiso por lo que el amor conlleva: empatía, inversión de tiempo, “perder” la individualidad. En pocas palabras, preferimos enamorarnos a ratos, de manera intermitente, que formar lazos afectivos duraderos. El amor es desechable para las generaciones que imperan.

Aún así, como lo dictan las palabras al inicio de este texto, no podemos esquivarlo en nuestras vidas —aunque demasiados, en aras de ir en contra de lo establecido socialmente y de ellos mismos, se aferren a evadirlo cual corredor de americano con balón en mano—. Quién sabe cómo haremos en el futuro para crear relaciones de pareja “sin serlo”, pero hay filmes que nos ofrecen un breve presagio de hacía dónde va el amor entre humanos, o no.


Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004)

El felices para siempre parece estar pasado de moda, amores van y vienen. Ello implica enamorarse y desenamorarse constantemente, aunque algunas de estas experiencias duren en nuestra mente más de lo previsto y causen estragos, dejando un desastre emocional. Si tuvieras la oportunidad de evitar el sufrimiento que implica un corazón roto y borrar por completo de tus recuerdos al o la culpable de la piltrafa emocional en que te has convertido, ¿lo harías? Aunque esto implique olvidar también los momentos felices.


La langosta (2015)

¿Cómo saber si la persona con la que compartes tu vida —románticamente hablando— está contigo por amor y no por, uno, miedo a la soledad, y dos, miedo a ser juzgado por el resto por no tener pareja? Por conveniencia, vaya. En esta cinta de Yorgos Lanthimos la gente tiene el tiempo contado para encontrar pareja, sí o sí: si no es con otro humano, puedes elegir en qué animal convertirte y así, tener una última oportunidad de emparejarte. La regla universal para encontrar a tu “alma gemela” es tener algo muy específico en común con ella. En el delirio de no quedar a la deriva de la soledad, hay quien, en efecto, miente por convivir.


Nunca me abandones (2010)

Si las relaciones de amor entre dos seres humanos van en declive, la empatía por nuestros semejantes aún más, y viceversa. En un futuro —no tan lejano— la ciencia ha creado clones para abastecer de órganos a quien necesite una donación. Estos seres que, aunque clones, no dejan de ser seres vivos iguales al resto de los humanos engendrados, son considerados inferiores y viven segregados esperando ver cómo son consumidos poco a poco como una caja de refacciones. En medio de estas vidas sin futuro parece no haber cabida para el amor, pues se sabe de ante mano que sería algo efímero, quizá ese sinsentido sea lo que de sentido a su destino ya marcado.


Ella (2013)

Theodore es un inepto para establecer relaciones afectuosas con gente real; trabaja como escritor de cartas para gente que no sabe expresar sus palabras; lo que tiene que escribir parece una burla a su estado anímico, acaba de divorciarse. En medio de su soledad, adquiere un sistema operativo para organizar su vida: Samantha, que más tarde se convertirá en su pareja sentimental con todo lo que implica una relación —sí, con sexo incluido—. Con lo que no cuentan ni Theo, ni los creadores del sistema, ni el propio sistema, es que este evolucionará y desarrollará espejos propios de la actitud humana. Qué clase de amor sería si con sólo “desenchufarse”, apagar el sistema, darte de baja o apagar tus datos móviles, dejas o te dejan fuera de esa jugada llamada relación sentimental.


Ex - Máquina (2014)

Volviendo al tema de cómo saber si alguien te ama o sólo finge para sacar provecho, este filme que no tiene como tema central el amor sino la negligencia en la creación de inteligencia artificial nos muestra que tanto las emociones como la astucia y el instinto de supervivencia pueden no ser propias de los humanos. Cuando la atracción surge entre un investigador y un robot, el espectador se pregunta si es posible que una máquina pueda desarrollar sentimientos y raciocinio por sí sola, hasta dónde llegan sus limitaciones de origen y qué podría pasar si logra tener conciencia de sí misma.