Ni modo. Quien creyó que todo lo que dije fue en serio, es un cándido, y quien creyó que todo fue en broma, es un imbécil
A Jorge Ibargüengoitia le molestaba su fama de humorista. Él mismo aseguró, no en pocas ocasiones, que en sus textos nunca trataba de hacerse el gracioso, que él no era ni un cómico ni un payaso y simplemente decía lo que veía tal como lo veía. Pero le gustara o no, esa visión suya siempre ha cosechado y cosechará en todo el que lo lee una risa segura.
Porque la perspectiva del mundo de Jorge Ibargüengoitia era especial, franca, aguda, y con ella era capaz de señalar lo absurda y ridícula que puede ser la sociedad, sobre todo la mexicana. Así pues, podemos aventurarnos a asegurar que el mayor mérito de su literatura se encuentra en su talento para retratar sin filtros la realidad y, por supuesto, de hacerlo con afilado ingenio y esa capacidad única de ironizar, de reírse de su entorno.
Este 22 de enero se cumplen 91 años del nacimiento de esta figura esencial de las letras mexicanas, un personaje al que le debemos la aproximación más sarcástica y cruda, amena e inteligente, a nuestro país y su idiosincrasia. Ya sea a través de sus novelas, ensayos, obras de teatro o artículos periodísticos, Jorge Ibargüengoitia nos dejó ejemplos invaluables del fino arte de narrar la vida como si fuera, y lo es, un chiste entre amigos.
Aquí nos decidimos a hacer un recuento de tres obras de Ibargüengoitia, a quien perdimos demasiado trágicamente y pronto, en 1983 durante un accidente aéreo en Madrid, y sin embargo continúa dando color a nuestra historia, derribando solemnidades y sí, haciéndonos reír de este país y de nosotros mismos.
“Pasé a la oficina con él y estábamos marcando el número cuando entró en la aduana una mujer. Tenía el pelo bastante corto, teñido de rubio platino, con un traje azul de los llamados chemises, unas sandalias sin tacones que le permitían pisar con gran seguridad y una bolsa de mano en donde podían caber Las mil y una noches.”
A este libro se le presenta como una colección de crónicas, pero en realidad los textos que contiene son muy difíciles de clasificar. Bien podrían etiquetarse también como ensayos, narraciones o meras críticas de lo cotidiano. El que selecciona y prologa esta antología es Juan Villoro, confeso lector acucioso de Ibargüengoitia, y contiene una serie de artículos que en su momento fueron publicados en varias revistas y periódicos de las que el escritor fue un colaborador incansable. Estas crónicas dejan de ser una simple anécdota de lo que vivía el escritor, superan la caducidad del periodismo y son ahora relatos divertidos y punzantes, pequeñas joyas literarias.