¿Qué es Japón? Más allá de la pregunta monográfica que nos puede dar respuestas tan escuetas que nos describan su territorio, su bandera, idioma, o sus costumbres más conocidas, Japón suele percibirse como una región misteriosa pero en cierta forma cercana. Como un espejismo perfectamente identificable pero imposible de describir.
No fueron pocos los japoneses que dijeron tras la Segunda Guerra Mundial que para la mente y la cultura occidental sería prácticamente imposible llegar a entender Japón, entre su aguerrido sentido del honor, o su profunda pasión por la belleza, el otrora Imperio del Sol Naciente, tras siglos de celosa cerrazón desde sus costas prohibidas al mundo, entró de lleno al modus vivendi del occidente que impondría su hegemonía a nivel mundial. No ha pasado ni un siglo de la derrota imperial contra las potencias aliadas y Japón aparece a los ojos del mundo como un híbrido que amalgama meticulosamente su cultura y valores tradicionales, una adaptación increíble al mundo contemporáneo mediante avances tecnológicos, y con el paso del tiempo, una aportación magnánima de productos culturales que se posicionaron con gran éxito internacional: templos sintoístas y manga, grabados Ukiyo-e y Pokémon, las leyendas de Amaterasu y Ternurines, todo eso es Japón. Y una pincelada de su fascinante rostro se puede apreciar en el Museo Franz Mayer, en la exposición Japón: Del Mito al Manga, la cual se presenta desde principios de agosto del 2025 hasta enero de 2026.
La exposición nace originalmente el 2023 en Londres, en específico en el Victoria and Albert Museum, espacio cultural dedicado a las artes decorativas y al diseño. Por fortuna la exhibición llega íntegra hasta tierras mexicanas con un par de agregados proporcionados directamente por colecciones nacionales y una curaduría perfectamente diseñada para aterrizar la complejidad cultural japonesa y volverla sumamente disfrutable para todos.
La idea de la expo no es mostrar obras reputadas del arte clásico japonés, tampoco es una mirada que se incline únicamente al Japón contemporáneo, sino que se trata de un divertido encuentro entre ambos caminos, esto es, mostrar cómo la cultura tradicional del archipiélago, mediante sus mitos, evolucionó hasta dar paso a la mercancía del arte pop de la actualidad, sin sacrificar en el trayecto la identidad de las obras originales.
El Franz muestra esto a través de una división en cuatro temas que agrupan la heterogeneidad japonesa; idea que es de aplaudirse, no tendría caso alguno promover una línea cronológica del arte expuesto ya que Japón mismo no sigue esta lógica, sino que presenta exactamente ese mismo espíritu de diversidad simultánea perfectamente armonizada. Dentro de los numerosos aciertos de la curación se encuentra el guiar a la audiencia mediante señalética que emula a los letreros japoneses presentes en la vida cotidiana a través de espacios coloridos y amables para todas las audiencias.
La primera sección Cielo nos explica la mitología japonesa que protagonizan figuras como Amaterasu y Kunisada, además de la leyenda universal del conejo en la luna. Entre pinturas, jarrones y hasta un peluche del videojuego Ōkami se nos explica la cosmogonía de los antiguos japoneses con respecto a sus divinidades.
Uno de los mayores atractivos de la exposición es la interactividad, no se trata de piezas únicamente contemplativas o de colecciones de juguetes modernos, sino que cada sección cuenta con objetos que usar o actividades para realizar de acuerdo con cada temática. En el caso de esta primera sección, la mirada se va inmediatamente hacia los tambores Taiko provenientes de la leyenda de la diosa Amaterasu, los asistentes pueden tomarlos y tocar, invocando a la diosa a salir de su refugio para iniciar así el ciclo de luz en la tierra. Además, hay una sección de origami dónde se puede realizar un cohete o diversas figuras.
El recorrido continúa hacia el Mar, donde se hace presente la estrella de la exposición: La gran ola de Kanagawa, grabado de Katsushika Hokusai, y una de las imágenes más célebres de la cultura japonesa; si Italia puede definirse alrededor de las pinturas renacentistas, o México a través de los murales posrevolucionarios, la Gran ola es sin duda el espíritu japonés expuesto en la plástica.
La espumosa y enorme ola expuesta ha causado confusión entre los asistentes, ante la duda de si se trata de la obra original. La respuesta a esto es que existen cientos de originales al tratarse de un grabado y no de una pintura, esto permite que la estampa se conserve en diversos lugares del mundo, y que llegue por primera vez a nuestro país gracias a esta exposición. Nada para dejar más claro la juguetona idea de la curaduría como exhibir, exactamente al lado del grabado, una versión de la obra en Lego.
El Mar se complementa entre las leyendas de los dioses y las criaturas míticas de las aguas japonesas, representadas aquí en pinturas clásicas y en los grandes monstruos adaptados a guías impresas para combatir los desastres naturales del archipiélago o hasta el COVID-19, así como el uso de las antiguas leyendas para ilustrarlas en productos de moda u objetos cotidianos.
En el tercer apartado, Bosque, un enorme árbol nos da la bienvenida a modo de grada para contemplar proyecciones de películas como Mi vecino Totoro, o El cuento de la princesa Kaguya. Los bosques cubren gran parte del territorio japonés, esto les ha hecho acreedores a ser considerados sitios de fantasía y misterio, cientos de leyendas habitan entre la frondosa vegetación, tales como la existencia de criaturas míticas como los tanuki antropomórficos, o las leyendas de Momotaro o el Gorrión con la lengua cortada. La fascinación alrededor de los bosques japoneses ha llegado hasta nuestros días en forma de Ternurines, los llamados originalmente Sylvanian Families, o Shirubania Famiri, son un éxito desde su creación en 1985, gran parte de su idea original bebe de las antiguas leyendas de animales amistosos que habitan su propio mundo fantástico en los bosques del Japón.
La exposición cierra con su última zona, Ciudad, en gran contraste con las secciones anteriores, se ensalza la cultura urbana japonesa que vive a diario entre el diseño, la tecnología de punta y la cultura otaku. Las metrópolis japonesas son quizá las quintaesencias de todo lo anteriormente visto en la exposición, las leyendas y mitos se transforman en productos artísticos y culturales de absoluta modernidad, los mangas toman sus referentes de la milenaria historia de Japón para sus diseños y tramas, pero también aparecen piezas de moda, absolutamente rebeldes, propias de las grandes metrópolis del mundo. Una serie de Tamagotchis, Transformers, ejemplares clásicos de manga y consolas de Nintendo escoltan piezas de moda de Comme des garçons. Entre mapa de Pokémon, calzado de One Piece, y figuras de Astro Boy, la exposición concluye con una habitación que rinde tributo al mundo del manga, donde el lápiz y el papel se hacen presentes para que los asistentes ilustren su propia historia como todo un mangaka.
Japón: del mito al manga es una experiencia completa para los amantes de la cultura nipona, pero también una gran estampa de lo ecléctico de la cultura japonesa para aquellos que quieran una primera aproximación a ella. Pese a disparatados comentarios en redes que indican que la exposición carece de una curaduría que se dedique a explorar exclusivamente el arte clásico (percepción completamente errónea dado que no es la idea tras ella), el Franz se convierte de nuevo en el sitio obligado de visita en la CDMX, albergando esta exposición imperdible que dejará a expertos y novatos con un gran sabor de boca.