Al norte del Valle de México, entre laderas erosionadas, casas que suben el cerro y avenidas transitadas, hay un territorio que ha perdurado y que insiste en permanecer verde. La Sierra de Guadalupe parece desde lejos una mancha irregular de vegetación entre tanta urbanización, pero en realidad es mucho más que eso: es un refugio ecológico, con una memoria geológica viva y un espacio donde la misma comunidad de sus alrededores ha aprendido a cuidarla y conservarla.
Este cuerpo montañoso, compartido por municipios del Estado y la Ciudad de México, ha sido testigo de incendios provocados, invasiones irregulares y el olvido de las instituciones. Sin embargo, a pesar de tantos declives, sigue manteniéndose firme gracias a la defensa y cuidado que se le ha brindado con esfuerzo de la comunidad. La defensa del territorio no se ha dado con discursos, sino con palas, recorridos guiados, semillas, talleres, caminatas y educación comunitaria.
En esta edición de Para dar la vuelta, recorremos la historia y el presente de la Sierra de Guadalupe, desde su origen como área protegida, los recorridos educativos que se realizan en sus laderas, acompañado del monitoreo de fauna y festivales que celebran su biodiversidad y las reforestaciones comunitarias, hasta las carreras que mezclan deporte con conciencia ambiental. Así, ofrecemos una mirada completa a este espacio que, a pesar de todo, sigue vivo, pues hay quienes no se cansan de recorrerlo, sembrarlo y defenderlo.
La Sierra de Guadalupe fue declarada Parque Estatal el 10 de agosto de 1976, cubriendo inicialmente unas 6,322 hectáreas distribuidas entre Ecatepec, Coacalco, Tlalnepantla y Tultitlán, además de la alcaldía Gustavo A. Madero en la Ciudad de México. Más adelante, en 1990, se consolidó como Área Natural Protegida (ANP) mediante decreto, como parte de una estrategia regional para preservar zonas boscosas, proteger acuíferos y asegurar reservas ecológicas en medio de una expansión urbana incontrolada. Actualmente, el área ocupa alrededor de 5,293 hectáreas, tras reducirse por invasiones y reasignación de suelos.
Símbolo de resistencia ecológica, la Sierra se levanta entre la mancha urbana de millones de personas. Es una porción del Eje Neovolcánico, con un cuerpo montañoso que supera los 3,000 metros en el Picacho Moctezuma y alberga múltiples especies de flora y fauna. Y, por si fuera poco, históricamente ha sido refugio de especies endémicas y migratorias, así como pieza clave para la recarga de acuíferos. También es fuente de oxígeno, filtración natural y regulación climática en una región densamente urbanizada.
Desde su creación en 1976 como parque estatal y su posterior declaración como ANP en 1990, la Sierra ha sido escenario de múltiples conflictos: invasiones dignificadas como vivienda, incendios provocados parcialmente por especulación urbana y cambio gradual de uso de suelo.
A pesar del deterioro, la SEDEMA CDMX, la SMA Edomex y los gobiernos municipales mantienen proyectos de conservación y gracias a ello se cuenta con múltiples guardabosques, drones, videovigilancia, presas filtrantes y planes de manejo ecológico para prevenir invasiones y salvaguardar la biodiversidad. Ecatepec, por su parte, declaró como ANP municipal la Barranca del Ehécatl en 2021, con la finalidad de frenar invasiones y proteger escurrimientos naturales y bosques relictos de mariposa monarca.
Desde su condición de Área Natural Protegida, la Sierra ha sido escenario de numerosas visitas escolares, recorridos guiados, talleres e iniciativas para todas las edades, acercando la biodiversidad local al público: cursos y talleres de ilustración naturalista, donde se aprende a identificar aves, reptiles y mamíferos mediante su dibujo y rastreo. Además, se imparten talleres naturistas, enfocados en el uso de plantas medicinales y localización de especies.
También tienen excursiones de avistamiento, que permiten observar mamíferos como la zorra gris, múltiples aves y especies menores. Por otro lado, para aquellos que les gusten las actividades al aire libre, hay senderismo, ciclismo, campismo, escalada, rappel y cine ambiental, todo organizado por la SMA Edomex. Cabe aclarar, que todas estas acciones cumplen una doble función: difundir conocimiento y crear apego afectivo con el territorio sin dañar el área protegida.
La organización ANP Sierra de Guadalupe y La Armella impulsan colaboraciones activas con instituciones, colectivos escolares y vecinos para la restauración de áreas degradadas. Uno de sus proyectos más recientes fue la reforestación de cazahuates en Tecpayotepetl (cerro de Zacatenco), tras décadas de incendios forestales. También participaron en la campaña de reforestación del Parque Nacional El Tepeyac, resaltando su vocación de cooperación.
Entre sus iniciativas más originales destaca el Festival de Serpientes en los canales del cerro del Chiquihuite (moldeado por la Sierra). Este festival combina arte, educación y divulgación para visibilizar especies de reptiles y combatir temores al respecto. Además, el ANP ha participado en numerosos festivales ambientales, exposiciones comunitarias y jornadas de ilustración de fauna.
La Sierra de Guadalupe demuestra que cuidar de la naturaleza implica abrazar la complejidad del entorno urbano: no basta con decretos, se requieren territorios habitados, educados y defendidos por los locales.
Treinta y cinco años después de su declaratoria, esta Área Natural Protegida sigue siendo un modelo de conservación urbana sostenida, en donde la conservación no depende únicamente de decretos, más bien, depende de la comunidad, la unión por el cuidado, preservación y el respeto a la naturaleza.
En una ciudad donde se suelen olvidar de los árboles, cerros y áreas naturales, la Sierra de Guadalupe recuerda que la naturaleza no es un adorno, también es cuidar una memoria compartida y una aspiración colectiva: la de mantener vivo lo que queda de esos espacios grandes, verdes y esenciales.