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¿Propaganda fascista, simples moralejas o el fascinante sueño de la infancia? Los superhéroes, rostros perfectos de la ficción contemporánea

Por: Sergio Meza
Gaceta Nº 233 - 16 de abril, 2025


Una figura se coloca en las alturas con los brazos en jarra, con mirada triunfante contempla el horizonte, debajo de él, o ella, se encuentra un grupo de inocentes profundamente agradecidos con el personaje, quien los observa de soslayo, con una sonrisa se despide, y se marcha lleno de gloria.

Aparecen un sinfín de nombres sobre quién podría ser la figura en cuestión, desde un personaje religioso hasta uno político o militar, pero el protagonista de hoy es, en cierta forma, todo eso junto: El superhéroe.

¿Cuál es la fascinación por estos seres imposibles de capa y spandex? Desde hace más de un siglo el superhéroe hizo suya la ficción para, hasta ahora, no dejarla escapar. Puede parecer cosa menor, o incluso una exageración ante el indiscutible boom que vive el subgénero superheróico en las últimas décadas en el campo cinematográfico, pero ningún género dentro de la ficción ha gozado de tanta longevidad en la época contemporánea. Ya quisiesen los parcos vaqueros del western, los magos de puntiagudo sombrero o los aventureros espaciales, gozar de la presencia que han tenido los superhéroes durante todas las generaciones que abarcan un siglo.

Sin embargo, los superhéroes no tienen su origen en el siglo XX. Su molde parte desde la piedra de toque de la ficción occidental: los mitos griegos. En realidad, se puede argumentar que los superhéroes modernos son el eslabón más reciente de la cadena que nace en Grecia, continúa con los mitos medievales europeos, las leyendas folklóricas, las historias de aventureros, piratas y nobles forajidos que buscan hacer su ley mediante la fuerza.

Pero ¿Qué diferencía a un héroe de un superhéroe? Al analizar las historias de los personajes más célebres dentro de este campo de la ficción, indistintos a la época a la que pertenecen, se puede enlistar una serie de características en común. Primero lo más evidente, estos personajes presentan una serie de habilidades, poderes, capacidades o artilugios que les posibilita sobrepasar al común de la población. Estas potestades les permiten actuar, siempre, en pos del bien, la verdad, la justicia y demás valores de la moralidad occidental en turno. El superhéroe suele contar con una identidad secreta que le protege y salvaguarda a sus seres queridos ante posibles amenazas. ¿Protegerlos de quién? Supervillanos, archienemigos, némesis por doquier; un superhéroe suele ser tan interesante como lo es su variopinto abanico de rivales. Además, el superhéroe suele ser maniqueo, se maneja en términos binarios del bien y del mal; la escala de grises se desdibuja siempre en beneficio de alguno de los dos extremos. Pero este esquema de valores puede encontrarse fuera de los términos de la legalidad, el superhéroe actúa por su cuenta, a lo mucho se encontrará como un colaborador eventual de un gobierno establecido. Además, son incansables, su imagen es la del guerrero invencible, que derrota cómodamente los obstáculos que se le presentan, en el peor de los casos, ante una intensa batalla, se convertirá en un mártir victorioso.

Estas descripciones se han referido, hasta ahora, al ilustrar la imagen del superhéroe clásico, pero la imagen completa no es tan simple. Para fortuna de todos, las historias del género han evolucionado gracias a décadas de existencia e inagotables tramas argumentales. Los superhéroes han surgido, descendido al averno de la opinión pública, regresado triunfantes, se han visto a sí mismos para adaptarse a los tiempos, han conquistado otros medios distintos a los de su origen, y se han burlado de ellos mismos y de sus múltiples universos. Pero recorramos, o volemos, el trayecto en orden.

El alba de la era de los superhéroes es incierta, si bien se puede rastrear sus orígenes a las dime stories del viejo oeste norteamericano, el consenso es que Superman, quien vio la luz amarilla del sol por primera vez en 1938, se trata del primer superhéroe que cumple con las características completas para ser llamado como tal. Pero no podemos dejar de lado a sus antepasados, personajes como Robin Hood, Pimpinela Escarlata, El Zorro, El Fantasma y hasta Popeye, quienes ya presentaban características de lo que se convertiría poco a poco en el arquetipo del superhéroe. Pero Superman, con su capa roja y sus trusas sobrepuestas a juego, se convirtió en el modelo a seguir desde que fue creado por Joe Shuster y Jerry Siegel, ambos provenientes de familias de inmigrantes judíos establecidas en Estados Unidos. Esto último colaboraría para la creación del superhéroe más famoso del mundo, el relato de un inmigrante que, en los albores del nazismo, lucha noblemente contra las fuerzas del mal.

Tras Superman, y su enorme éxito saltando edificios, se daría un boom en las historias de superhéroes, inaugurando con ello la llamada Edad de Oro del noveno arte: el cómic. Tras Superman aparecieron personajes como Capitana Marvel, Batman y el Capitán América, quienes pondrían los cimientos para el infinito rascacielos que conforman los miles de superhéroes existentes hasta hoy.

Para este punto cabe aclarar, si bien la imagen del superhéroe, por sus orígenes, es netamente norteamericana, el concepto y su uso no es exclusivo de la nación de las barras y las estrellas. Aunque parta directamente de la influencia estadounidense, muchos países cuentan con sus propios enmascarados justicieros dispuestos a luchar por el bien, en Latinoamérica podemos destacar el caso de Kalimán en México, Sónoman en Argentina, ambos surgidos en los sesenta, y en épocas más recientes contamos con Ultrapato, El Bulbo, y El Cazador. Aunque se les vea de soslayo no podemos olvidar a nuestros referentes más tropicales, tanto la simple sátira slapstick de El Chapulín Colorado, más noble que una lechuga, hasta la fantasía absoluta de El Santo, el enmascarado de plata, quien inspirará después su propia versión ácida y soez: El Santos. Esto sin mencionar los inmensos aportes japoneses dentro del Tokusatsu, el Manga y el Anime.

En sus orígenes, durante la ya mencionada Edad de Oro, las historias de los superhéroes se caracterizarían por tramas y personajes basados en mitología, magia y la parte más fantasiosa de la ciencia ficción. Tras la segunda guerra mundial, y el auge de la guerra fría nacería la Edad de Plata de las historietas, con personajes centrados en la ciencia ficción como eje principal, pero con la enorme desventaja de la aparición de la Comics Code Authority en Estados Unidos, la cual regularía con criterios puritanos el contenido de los cómics, esto destripó las historias de los superhéroes de cualquier seriedad. Es en este contexto, por ejemplo, en el que se desarrolla la serie de Batman protagonizada por Adam West, llena de psicodelia e historias sosas pero entretenidas.

La Edad de Bronce, a partir de los setenta, le devolvería a los héroes la seriedad y agregaría la crudeza, las tramas se oscurecieron para dar paso a problemáticas sociales del día a día, como los crímenes violentos, la discriminación racial, el uso de drogas, la sexualidad liberada, el peligro de la aniquilación global a manos de los propios humanos, y los riesgos medioambientales. Los propios universos de los héroes se volverían también más tangibles, con la muerte de varios de los superhéroes clásicos, esto explora la posibilidad de que los dioses construidos a lo largo de medio siglo fueran vulnerables a sus propias pasiones y decisiones. Los bulldozers que abrieron el camino para estas historias serían obras como Watchmen, del inglés Alan Moore, y The Dark Knight Returns, del estadounidense Frank Miller, ambos volúmenes de 1986. Superman moriría en 1993, demostrando que nadie era invulnerable a plumas e ideas de escritores lo suficientemente ambiciosos para empujar al género más allá de sus posibilidades clásicas.

Aquí se abre la puerta para hablar de los distintos medios que han visto el desarrollo de los superhéroes. Porque, pese a su origen en historietas, desde el inicio de su vida los enmascarados han estado ligados a todos los medios de comunicación posibles. Héroes como Batman, Superman, Green Hornet, y personajes como Dick Tracy, Buck Rogers y Flash Gordon, vivirían durante mucho tiempo mediante las ondas radiales. Posteriormente aparecen los seriales que se transmitían en salas de cine, después al salto a la animación, la televisión con actores reales, el cine y los videojuegos.

Si los superhéroes perdieran la vigencia, si sus historias no resonaran a través de varias generaciones ¿Por qué nunca han desaparecido de la cultura popular? Sin importar que gozasen de mejores épocas, aún en sus momentos más bajos, los superhéroes no han desaparecido del gusto de cientos de miles de personas alrededor de todo el mundo. ¿Por qué? El escritor y académico Chris Gavaler explica que los superhéroes son las creaciones que mejor acompañan el desarrollo político y social del pasado siglo XX. Las historias de piratas, aventureros en la selva y forajidos en el oeste nos pueden decir mucho de nuestro pasado, y la ciencia ficción futurista puede advertirnos de nuestro posible futuro, pero el subgénero de los superhéroes nos habla del día a día, o puede hacerlo si cuenta con la calidad suficiente. Mucho de ello se debe al formato, y esto también explica parte de su crecimiento, los superhéroes nacen en los albores de los medios masivos de comunicación, de cuya estela se han sujetado para ir creciendo junto con ellos. Pero más allá de campañas mercadológicas, merchandising y Hollywood, ¿hay algo más que explique su éxito?

En un mundo globalizado, conectado a niveles antes impensables, donde la enfermedad, la muerte, la guerra y las miles de crisis contemporáneas nos acechan permanentemente ¿Es realmente tan difícil entender el éxito de figuras amables que pueden bajar nuestros gatos de los árboles, detener un asalto, o salvar al mundo hasta de sí mismo? Los superhéroes llenan un vacío que antes ocupaba otro tipo de ficción, esto lo deja entrever la película Hancock, los superhéroes en otro momento eran llamados dioses.

¿Cuál es el peligro que esto encierra? En más de una ocasión se ha llamado a los superhéroes como fascistas, portadores de la propaganda estadounidense de manera directa, basta ver los colores de Superman, Spiderman, y no se diga los atuendos del Capitán América y La Mujer Maravilla. Pero, tras cientos de miles de plumas, lápices, y mentes que los han forjado (gran virtud del subgénero por cierto, al no contar únicamente con un creador detrás del personaje) ¿Los superhéroes amados por chicos y grandes son únicamente herramientas de comunicación política?

Si y no, sin duda representan poderes y capacidades fascistas, se colocan a sí mismos en pedestales, dictan el deber ser, sus habilidades los vuelven incontestables ante la crítica o la presión pública y, más importante aún, al final hacen lo que ellos consideren correcto bajo criterio propio. Dice Christian Gavaler, los superhéroes son fascistas que luchan contra el fascismo. Esto también es debatible, pero justo esa capacidad de colocarse en la balanza del bien contra el mal y decidirse por lo primero, sin afanes de conquista, es lo que les otorga su virtud, la cual se ensalza más colocándolos frente al espejo de sus archienemigos, quienes deciden seguir su ambición personal a través de explotar sus propias súper habilidades.

El mencionado Alan Moore ha criticado en más de una ocasión a los seguidores de los superhéroes, tachándolos de niños que nunca crecieron, que no abandonaron fábulas que no encierran más significado que el de procurar el bien contra el mal. Sin embargo, con el tiempo, las historias se han seguido complejizando. En la edad moderna de los superhéroes los personajes han tornado la visión de Rayos X hacia ellos mismos. Esto se puede ver en algunas de las sagas más exitosas de las últimas décadas, como Civil War de Marvel, Kick-Ass (ambas del escritor Mark Millar), The Boys, Invincible, o mundos alternativos como Injustice de DC Comics. Todos estos materiales son sátiras, críticas, parodias o reinterpretaciones de personajes clásicos en ambientes realistas. Entonces los superhéroes se han juzgado a sí mismos, con grandes resultados creativos, pero con calificaciones que no los dejan bien parados bajo las miradas más críticas.

Los superhéroes son la perfecta cápsula del tiempo que encierra e ilustra varios de los aspectos más importantes de la época contemporánea de la humanidad, sin importar que se vean como algo bueno o algo malo, su papel como campo de debate ayuda a entender mucho de las ideologías presentes de la humanidad y cómo han evolucionado con el tiempo. Quizá, al igual que sus personajes más poderosos, los superhéroes están condenados, para bien y para mal, a no morir nunca. No mientras existan los medios masivos, los artistas creativos, el debate sobre las influencias políticas del entretenimiento, y, sobre todo, el sueño esperanzador de que, al final, el bien puede triunfar sobre el mal.



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