El 2025 ha llegado, y como cada inicio de año, comenzamos a pensar en los dichosos propósitos: que si queremos ser más fitness, que si queremos ser más ahorrativos, que si aspiramos a tener tal cosa o a hacer equis cosa… bueno, podría continuar enlistando aspiraciones, aunque, por lo general, suelen ser deseos enfocados a una mejor versión de nosotros mismos. No está mal, pero, dejando de lado los asuntos personales, ¿habrá cabida en nuestra lista para propósitos colectivos?
Lamentablemente, año con año las estadísticas referentes al medio ambiente, a la economía y a la salud suelen ser cada vez más preocupantes, comenzamos el 2024 con la noticia de que México descendió 7 lugares en el Índice de Desempeño frente al Cambio Climático (CCPI por sus siglas en inglés), también atestiguamos el impacto de John, el huracán que azotó Acapulco a un año del paso de Otis y, que, tras la prácticamente nula atención ambiental, sus estragos fueron más devastadores. Eso es tan solo dentro de los asuntos nacionales, sabemos que además de estos aspectos hay problemas desgarradores que están aconteciendo en distintos puntos del mundo.
El panorama mundial no es precisamente alentador desde hace años, pero hay mujeres y hombres que han cambiado una parte del mundo desde sus lugares y posibilidades, en esta lista de personajes podemos recordar a Rosa Parks, Mahatma Gandhi, Malala Yousafzai, Mathin Luther King, por solo mencionar algunos. Es con esta inspiración que dedicamos la primera edición de Con-Ciencia del año a Sebastião Salgado, un hombre que además de mostrar una de las facetas más vulnerables de la humanidad en sus fotografías, también recuperó parte del ecosistema que alguna vez hubo en el municipio de Aimorés, en el estado de Minas Gerais, Brasil.
Sebastião es originario de Aimorés, creció en una granja en la que vivían 35 familias y en la que todo lo que producían era para su propio consumo, por lo cual rara vez salía de ella; fue a los 15 años cuando se fue a vivir a otro pueblo en el que presenció la urbanización de Brasil. Como parte de su formación educativa se relacionó con la política y se volvió simpatizante de izquierda, más adelante ingresó a la universidad para estudiar economía. En esa etapa universitaria conoció a Lélia Wanick Salgado, su compañera de vida, con quien se unió para reforzar su postura protestante ante la dictadura militar que gobernó Brasil hasta 1984; por naturaleza del movimiento se vieron en la necesidad de salir del país y en mudarse a Francia, donde Salgado tuvo oportunidades para crecer en su carrera profesional, trabajó para un banco de inversiones en donde realizó muchos viajes por proyectos económicos de desarrollo financiado en África por el Banco Mundial. En alguno de esos viajes tomó la cámara de su esposa sin saber que sería el inicio de una nueva carrera, aquella que definiría el resto de su vida.
Dentro de los documentales que nos acercan a Sebastião, es en La sal de la tierra, dirigido por Juliano Ribeiro Salgado - su hijo - y Wim Wenders, que podemos conocerlo de manera más cercana. En él, la cámara muestra las imágenes que tomó y los proyectos que creó, mientras comparte sus experiencias, así como el significado que tuvo cada historia en su recorrido por cada continente. Registró historias y facetas de la humanidad que permitieron evidenciar conflictos internacionales, hambruna y distintas realidades sociales.
Sebastião ha mostrado en sus fotografías una de las versiones más crudas y vulnerables de la humanidad, aquella donde un padre carga el cadáver de su hijo debido a la falta de comida, un bebé que acaba de perder la vida tras una enfermedad, una gran cantidad de hombres trabajando en una mina bajo condiciones precarias, son algunas de las imágenes más impactantes y reconocidas que han recorrido el mundo en sus exposiciones.
El primero de sus proyectos personales lleva por título Otras Américas, un recorrido que Salgado hizo por el continente americano para plasmar la dimensión cultural y espiritual que alhoja cada comunidad. Otro de sus trascendentales proyectos es Éxodos, en el cual capturó las migraciones masivas que llevan años aconteciendo en búsqueda de mejores oportunidades, ya sea por motivos de guerra, de sequías o hambrunas, de pobreza, de desastres naturales o de violencia; es en esta colección donde expone las emociones humanas y las dolorosas situaciones que enfrentan desde entonces miles de personas alrededor del mundo. Finalmente, Génesis es la serie en donde el fotógrafo retrata principalmente a la naturaleza, impresionantes ecosistemas, fauna nativa, tribus y civilizaciones.
Cada proyecto reflejó lo que acontecía en la vida del fotógrafo, presenciar la crisis de hambruna en Ruanda le afectó al punto de enfermar y de verse en la necesidad de regresar; para su sorpresa, aquel paraíso que habitó en su infancia no estaba más, la tierra estaba deteriorada, seca y deforestada, fue ahí donde su esposa Lélia tuvo la idea de reforestar. Se convirtió en proyecto y sentó las bases de lo que actualmente es el Instituto Terra.
Con la orientación necesaria y el apoyo de la comunidad lograron revivir el ecosistema, regresaron 172 especies de aves, 33 especies de mamíferos, 293 especies de plantas, 15 especies de reptiles y 15 especies de anfibios. El proyecto comenzó en el 2000, ver las imágenes de cómo se encuentran en la actualidad suele ser lo contrario a todas aquellas otras comparativas que muestran el deterioro de la tierra. Este proyecto ha tenido sus respectivas complicaciones y procesos, pero ha sido también ejemplo de que la vida en la tierra tiene oportunidad de recuperarse y mejorar, así como nosotros podemos colaborar, el discurso de actuar inmediatamente ante la emergencia climática se ha venido replicando desde el siglo pasado, lamentablemente la situación ha venido sobrepasando cualquier medida humana en pro del ambiente; la realidad es que los problemas no mejorarán si los gobiernos e instituciones no implementan las políticas necesarias.
De nuestra parte podemos continuar con las medidas que conocemos: evitar el uso de desechables, reducir nuestro consumo de ciertos productos, aplicar las 3R y hacer lo que queda de nuestro lado para disminuir nuestra ecoansiedad.
Sebastião es un hombre sencillo y humilde que en sus propios proyectos ha reflejado la humanidad, siempre trabajó con imágenes a blanco y negro; la luz y sombra han sido los pinceles de sus obras, ya que su intención es destacar en cada foto los rasgos, los gestos y las figuras. Eso es motivo de reconocimiento para algunos, pero también ha sido juzgado por muchos fotógrafos que, entre sus críticas, traducen su énfasis en las emociones como morbo y falta de acción ante las situaciones, no obstante, ha dado rostro a personas que habitan el mundo ante diferentes adversidades.
En pleno siglo XXI no debemos olvidar aquello que nos remueva las emociones, que nos permite mostrarnos como vulnerables, no debemos de llegar al punto de normalizar las crisis, las carencias, las guerras y los problemas como un punto sin retorno. En un mundo encapsulado por la indiferencia y el egoísmo ser empáticos es un acto de resistencia. No perdamos aquello que nos caracteriza como humanos: el sentir.