La literatura sirve para tratar de entender a los otros, para obtener otras verdades, para dudar de la nuestra, reflexiona Jorge Volpi – escritor mexicano perteneciente a la generación del Crack – en torno a las puertas que abre la literatura y a las que, acaso el periodismo fugaz de los diarios no tiene acceso. De acuerdo con el autor de Leer la mente (2007), la literatura nos permite acceder a las verdades, las verdades de la ficción.
En este número de Conversaciones Itinerantes, descubriremos, a través de la voz de Jorge Volpi, la verdad oculta que su libro Una novela criminal (2018), ganador del Premio Alfaguara ese mismo año, les devela a sus lectores en torno al caso del montaje televisivo transmitido la mañana del 9 de diciembre del 2005, que mostraba la supuesta detención de dos secuestradores y sus víctimas al interior de un rancho llamado Las Chinitas. Los presuntos criminales, detenidos bajo evidente tortura y violación de derechos humanos, eran la francesa Florence Cassez y el mexicano Israel Vallarta.
La supuesta detención en vivo de los criminales, urdida por la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) – entidad que sustituyó durante el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) a la Policía Federal, su antecesora desprestigiada, y encabezada por el hoy declarado culpable en Estados Unidos por mantener nexos con el crimen organizado en México, Genaro García Luna – no fue cuestionada por el conductor del noticiero matutino más visto del momento: Carlos Loret de Mola, periodista de Televisa; ni Pablo Reinah, el reportero que cubría la nota en Las Chinitas, dio muestras de que las maromas de la AFI tramadas aquella mañana eran el centro de la escenificación.
Una novela criminal se asemeja entonces, al igual que otras investigaciones periodísticas y libros que han abordado el tema, a un faro que devela verdades manipuladas, fraguadas desde los más altos niveles de poder. En ese sentido, le pregunto a Volpi por el valor de la novela literaria a lo largo de la historia, y en particular por su importancia social en nuestros días.
JV: La novela se ha convertido en el género ficcional más amplio y más profundo. No es ya, en alguna medida, el más importante, pues la relevancia del audiovisual en esta época es cada vez mayor, desplazando a la literatura, para bien o para mal. Pero la literatura tiene algo que no va a tener nunca el audiovisual: la capacidad de profundizar particularmente en la conciencia, en las emociones, y en los destinos individuales de los personajes de maneras más íntimas.
Cuando se lee el título Una novela criminal, uno llega a imaginar que ese libro, de alguna manera, ha sido inculpado por haber cometido un crimen. ¿En qué sentido la novela es culpable de haber cometido algo ilícito?
JV: Siendo novela sin ficción, se vuelve criminal en el sentido de que es una novela que intenta justamente ir en contra de la verdad oficial, y al ir en contra de la verdad oficial se vuelve un poco criminal también.
¿Por qué te interesaste en abordar el caso Florence-Vallarta, teniendo en cuenta que ya había sido develado, por indagaciones periodísticas anteriores, el montaje televisivo maquinado por la AFI?
JV: Tenía mucho interés en tratar de escribir una novela sin ficción para probar un género diferente. Este caso me había seguido durante mucho tiempo, y entonces decidí que sería al que iba a dedicarle la novela. Al final se terminó convirtiendo en algo central de mi vida, pues sigo hablando del caso, sigo enterándome del caso, y sigo escribiendo sobre el caso.
¿En qué medida los medios manipulaban la verdad para complacer al gobierno?
JV: Se fue creando una imagen estereotípica, que era la que la policía iba queriendo: la imagen de que ella era la extranjera malvada que había torturado y secuestrado mexicanos; y la imagen de que ella, según las últimas versiones de la policía, era la líder de la banda Los Zodiaco, la cual nunca existió. Y en general, con todo el caso, se habla de la manipulación que se hace de los medios, de cómo se crean verdades. Ese es el tema central del caso y del libro.
¿Crees que la publicación de Una novela criminal propició que se cambiara la manera de entender el caso del montaje y la culpabilidad de Florence e Israel?
JV: Una de las peores cosas del caso es cómo, pese a que se documentaron tan claramente las mentiras de la policía desde muy pronto, las autoridades aun así consiguieron que se siguiera creyendo una mentira, que se siguiera creyendo que Florence e Israel eran culpables independientemente del montaje que había sido revelado. Y eso quedó permeando a la opinión pública mexicana durante muchísimos años. Entonces, el trabajo de muchos periodistas fue haciendo que esa percepción cambiara, y creo que se ha conseguido en buena medida, primero con la novela e incluso más por la serie de televisión. Yo en la novela, de hecho, nunca quise decir si eran inocentes o culpables. Quería dejar eso al arbitrio del lector.
¿Qué se oscureció y que se esclareció cuando acabaste de escribir la novela?
JV: Se esclareció sobre todo el funcionamiento del poder. Se esclarecieron para mí, y espero que también para los lectores y para quienes vieron la serie, los mecanismos con los cuales el poder intenta torcer la verdad, crear verdades alternativas, verdades oficiales, verdades históricas.
Antes de despedirme de Jorge Volpi, me resulta imposible no pensar en el motivo que quizás me obligó a obsesionarme por Una novela criminal: la relación entre la literatura y la justicia. Entonces, ¿se puede ejercer la justicia desde las letras? Responde el autor:
JV: Hacer justicia no, pero por lo menos se pueden poner los temas para que los lectores sean quienes juzguen, y para que los lectores sean quienes se hagan una idea más clara de las cosas. No es que alguien pueda hacer justicia. No pudieron hacer justicia tampoco Voltaire con el caso Calas, tampoco Zola con el caso Dreyfus, pero por lo menos lo que pudieron hacer es mostrarles a los lectores la injusticia, para que esos lectores, que son ciudadanos, pudieran tener un peso y rebelarse contra ella.