Por: Rebeca Avila

De las novelas sin palabras al comic. La reivindicación de la novela gráfica


Ya lo dijo Guillermo del Toro, "La animación es cine, la animación no es un género para niños, es un medio", y atendiendo justamente a que los dibujos no son exclusivos o sinónimo de infantilización, los libros ilustrados como la novela gráfica deben ser reivindicados como valiosos géneros narrativos, dotados de potentes discursos que poco tienen que ver con contenidos para niños y niñas.

El origen de la novela gráfica es bastante incierto y mientras algunos la describen vagamente como un comic de una sola entrega, algunos hacen hincapié en que el tipo de historias que se abordan son muy distintas. Mientras hay quienes ven sus anales en las historietas y revistas ilustradas de inicios del siglo XIX, otros encuentran a su predecesora en la publicación francosuiza de 1918 25 images de la passion d’un homme, de Frans Masereel, una publicación seriada considerada la primera novela moderna sin palabras impresa a partir de la técnica del grabado, en la que cada una de las 25 imágenes (sin una sola palabra) narra la historia de tintes socialistas de un idealista que, al nacer pobre, su peor delirio es querer vivir como un hombre libre. La idea de contar una historia a través de imágenes (como lo hacía el cine silente también) impresas, significó que esta obra pionera inspirara a generaciones venideras de ilustradores y creadores de cómics.

A pesar de la destreza y genio detrás de la hechura del comic y la novela gráfica como género narrativo; de que ha dado importantes referentes de la literatura; que en muchos lugares del mundo se le considera como el Noveno Arte; la importancia que juega como herramienta en la formación literaria de muchos durante la infancia para acercarse a la lectura y de las montañas de dinero que genera por sus ventas en todos lados del mundo, pareciera que esto último ha jugado en su contra, pues al momento de convertirse en un producto llevado a las masas pasa (como con los libros de super ventas) que tienden a ser desdeñados como entretenimiento barato o de baja calidad.

Sin embargo, también no olvidemos que además del comic -que se consideraba en un inicio como una historieta cómica-, la narración ilustrada también encontró su lugar en el periodismo, con la caricatura política y las viñetas publicadas en los periódicos y suplementos. Así que la ilustración como medio narrativo -e informativo- no se limita a lectores jóvenes o con limitada educación; la idea de que lo que es para las masas es para el vulgo y por ende no tiene valor intelectual ni aporta al capital cultural ha sido una limitante a la hora de dar su lugar a la novela gráfica, el comic y otros tipos de libros ilustrados, pero ha sido esa misma masificación, que se dio desde el boom del comic estadounidense durante la segunda mitad del siglo XX, la que ha permeado en la cultura pop y que los ha puesto en un sitio reivindicativo.

En este Librero compartimos algunos referentes de la novela gráfica, el comic y otros tipos de ilustración que han demostrado que las historias con dibujos de superhéroes son más que sólo cosas de niños.


Las leyendas del siglo XX

Sin City, Frank Miller

Después de la era dorada dominada por las historias de super hombres (a veces mujeres) que salvan al mundo, a finales de los 80 un hombre británico vino a inaugurar lo que desde entonces se conocería como novela gráfica. Alan Moore llegarían para enganchar a los adultos con sus oscuras historias de distopías, terror y fantasía con los clásicos (hoy llevados al cine, por supuesto) Watchmen -los superhéroes vistos como un peligro y los momentos más tensos de la Guerra Fría-, V for Vendetta -una Inglaterra imaginaria que se encuentra bajo un régimen totalitarista, se enfrenta al poder de la rebelión y la resistencia del espíritu humano ante la opresión-, o From Hell, que sigue los pasos del asesino Jack el Destripador. Sobre todo, los dos primeros títulos representan también el papel fundamental de los ilustradores como hacedores de novela negra, pues tanto Dave Gibbons y David Lloyd marcaron una estética del género creando imágenes que hoy son parte de la cultura popular y el imaginario colectivo.

Otra de las vacas sagradas es el novelista Neil Gaiman, con su colección de Sandman lanzada en 1989 y cuyos dibujos de Sam Kieth y Mike Dringenberg relatan la historia de un ocultista que, con la ambición de alcanzar la inmortalidad, encierra por error a Sueño (Morfeo). Cuando este logra escapar de su cautiverio, irá a la búsqueda de tres objetos de poder para él: un yelmo, una bolsa de arena y un amuleto, cruzándose con peculiares personajes como Lucifer y John Constantine. Además, ha adaptado sus mismos títulos a novelas gráficas, como en el caso de Coraline, con ilustraciones de P. Craig Russell mucho más perturbadoras que la cinta de 2009. No menos importante es Frank Miller, que escribe e ilustra, con su icónico estilo gráfico de 300 y Sin City.


La novela gráfica no es solo cosa de hombres

Persépolis, Marjane Satrapi

Entre los muchos nombres masculinos de creadores de novela gráfica, sólo existe una mujer que sale a relucir en las conversaciones y es Marjane Satrapi, iraní nacionalizada francesa y que a través de su popular Persepolis, una novela autobiográfica, daba cuenta de cómo el régimen musulmán iraní había atentado contra su pueblo; pero muy específicamente hablaba de cómo han vivido estos cambios políticos y sociales las mujeres de su país y lo que conlleva ser una mujer refugiada en otros lugares del mundo, incluso los más progresistas.

Pero empiezan ya a sonar los nombres de Emil Ferris, autora (e ilustradora también) de Lo que más me gustan son los monstruos, una historia situada en el Chicago de los años 60 y en la que su protagonista, una adolescente, investiga por sus propios medios si la muerte de su vecina de verdad fue un suicidio o si fue víctima de asesinato. Lanzada en 2017 y ya con varias reediciones, fue catalogada como la novela gráfica de la década.

La coreana Keum Suk Gendry-Kim va abriéndose paso con lo que ella llama una trilogía sobre mujeres que han sobrevivido a los conflictos bélicos de su nación. Estas historias desgarradoras de resistencia comienzan con Hierba, narrada por Lee Ok-Sun, que durante su juventud fue obligada a ser una mujer de consuelo -que servían sexualmente- para los soldados del ejército japonés durante los años 30, cuando Japón estaba en plena actividad expansionista que dio lugar a la segunda guerra Sino-japonesa. Este 2023 se publicó la segunda parte de su trilogía, La espera, una historia con tintes personales que se entremezcla con testimonios de víctimas de la separación durante la guerra de Corea, en la que incontables familias quedaron divididas para siempre entre Corea del Norte y del Sur. En esta novela gráfica se parte del deseo de una mujer mayor por reencontrase con su único hijo a quien vio por última vez en los años 50.


Manga

Akira, Katsuhiro Otomo

Denostado como historietas japonesas destinadas sólo para aquellos fanáticos de la cultura oriental, el comic manga se ha convertido en un género per se. Representado cerca del 40% de las ventas editoriales en Japón y siento uno de los mayores productos de importación nipones a nivel mundial y la antesala del anime, el manga guarda verdaderas piedras angulares de la cultura pop, como el Akira, de Katsuhiro Otomo, que puede considerarse ya una novela gráfica con sus seis tomos y más de 2 mil páginas, o las creaciones oníricas de Satoshi Kon, que además de sus películas animadas es reconocido por las publicaciones de las novelas gráficas Regreso al mar y Opus. Otras joyas escondidas con Pies descalzos: Una historia de Hiroshima, de Keiji Nakazawa, o ¿Quién es el 11º Pasajero?, de Moto Hagio. Sin dejar de mencionar otros clásicos, como el primer manga que se popularizo fuera de Japón, Astro Boy, de Osamu Tezuka.


¿El mexicano no lee?

Matar al candidato, Haghenbeck; BEF

Junto al mal dicho de que el mexicano no lee, no le gusta, está que cuando llega a hacerlo, lee revistas de ocio o la lectura de banqueta El libro vaquero, esa historieta relegada a relatos eróticos que mezclaban el escenario del viejo oeste, con mujeres voluptuosas sacadas de Playboy y un toque del macho mexicano. Con un formato de bolsillo (en el sentido estricto) e historias sencillas llenas de intriga, pasión y traición sacadas nada menos que a partir de las populares radionovelas, esta publicación vio por primera vez la luz en 1978 a través del periódico Ovaciones. La importancia de El libro vaquero como parte de la educación lectora en México es indiscutible e incluso se presume formó parte de la colección de Carlos Monsiváis, siendo la historieta mexicana con mayor tiraje y popularidad. Actualmente, el comic y la novela gráfica mexicana la podemos encontrar en referentes como el escritor y dibujante Bef (Bernardo Fernández), autor de Habla María, una historia sobre el autismo y Matar al candidato, en colaboración con F. G. Haghenbeck, en la que más que recontar el asesinato de Luis Donaldo Colosio, trata, a modo de ficción, de reabrir el caso a 25 años desde el ejercicio periodístico. A lo largo de cerca de 60 páginas, la protagonista guía al lector por misterios, conspiraciones, inconsistencias y cabos sueltos que, como lo dice la contraportada del libro, son “tan surreales como para hacer palidecer a la más descabellada novela policiaca”.

Hablando de novelas policiacas, en 2017 se lanzó la versión gráfica de El complot mongol, novela de Rafael Bernal, que narra con humor negro la violencia que se esconde tras la fachada del México moderno de los años 50 y 60. La historia sigue las aventuras de Filiberto García, antiguo verdugo de un general villista, que tiene que terciar con el FBI y la KGB para desmantelar un plan contra la paz mundial que anida en el barrio chino de la capital del país. Esta versión cuenta con guion de Luis Humberto Crosthwaite y las ilustraciones de Ricardo Peláez.