Por: Rebeca Avila

Alguien camina sobre tu tumba, o el fervor por los repositorios mortuorios
Ilustración de Gala Navarro para Alguien camina sobre tu tumba para Ediciones Antílope

Seguro que todos nos hemos topado con el típico cuento chino que asegura que la escuela primaria donde estudiabas había sido nada más y nada menos que un panteón. Ahí, sobre quién sabe cuantos restos humanos enterrados, habían construido un edificio donde entre los recovecos y lugares solitarios se podían ver y oír presencias espectrales. Por supuesto, no era posible que absolutamente todas (ni siquiera una sola) escuela hubiese sido edificada sobre un viejo panteón. Sobre esto, la maestra de la literatura de terror latinoamericana, Mariana Enriquez, tiene su propia opinión: “…todos los cementerios fueron trashumantes en el siglo XIX, todos caminamos sobre muertos, ¿sobre qué otra cosa vamos a caminar?”.

En Alguien camina sobre tu tumba, la escritora argentina que se autodenomina una catadora de cementerios reúne una serie de crónicas que ha engrosado a lo largo de los años, en las que narra sus visitas a los más variados cementerios y osarios del mundo. Pese a lo que el título y tema central del libro invitan, lo cierto es que estas historias se encuentran lejos de lo paranormal, lo funesto y lo macabro. Son, en cambio, un encuentro de la muerte con la vida, de cómo a lo largo de la civilización humana nos hemos dado a la tarea de reinterpretar esta eterna e inevitable dicotomía y de cómo el lugar donde residen los restos humanos tiene que ver más bien con nuestra existencia que con la ausencia de ella.

En 2014 fue publicado por primera vez este compendio en el que Enriquez explora apenas 17 cementerios. Decimos apenas, porque en 2021 el libro fue reeditado, agregando siete historias más. Como en sus ficciones, el humor negro macabramente natural, franco, de la argentina se deja ver entre estas páginas donde vacía sus sórdidas, espirituales, inquietantes y sorpresivas experiencias, algunas más son íntimas, bohemias y hasta cómicas, y otras tantas son el resultado de encuentros poco estimulantes, decepcionantes o insípidos.


Mariana Enriquez

Por obvias razones, los cementerios más reseñados son los de su natal Argentina, como el de Trevelin, situado en los confines de la Patagonia, donde el clima gélido y “la playa, un infierno de hostilidad” se convirtieron en el asentamiento de una colonia galesa. El inaccesible y misterioso de la Isla Martín García, donde una leyenda ofrece varias versiones sobre las personas enterradas en el lugar y el origen de unas peculiares cruces inclinadas. El de Carhué, que después de la inundación de la laguna de Epecuén, que es de agua salada, dejó en ruinas a todo el pueblo, incluidas a las, ahora, estatuas de sal del cementerio. Los sobrios descansos israelitas de Basavilbaso y Villa Domínguez, a los cuales sólo se puede acceder con solicitud y que dan muestra de la concepción judía respecto a la muerte; en estos lugares no se dejan flores, sino piedras, porque simbolizan una ofrenda permanente. El de Azul, famoso por El ángel exterminador, una escultura, percibida como casi diabólica, realizada por el controversial arquitecto Francisco Salamone, que más que paz transmite el miedo a la severidad del juicio final. Por supuesto, en las páginas de Mariana Enriquez no podía faltar un espacio para honrar la memoria de aquellas víctimas de la dictadura, dándose cita en el cementerio de Moreno.

Pero estas crónicas van de distintas latitudes. Algunas de sus visitas fueron planeadas minuciosamente, y nos referimos a que incluso ha viajado a un sitio con el principal y firme propósito de ver un camposanto en concreto. Otras más, han sido producto de viajes por otros motivos, pero en el itinerario de la autora siempre existe el tiempo y la posibilidad de conocer nuevas tumbas. A lo largo de varios años, desde su adolescencia hasta la actualidad, y a través de las experiencias que atesora desde la soledad y la compañía de familia, amigos y parejas sentimentales, se nos revelan sus experiencias en lugares tan hermosos como el Spring Grove, en Ohio, que goza de un notable diseño paisajístico; o el de Staglieno, en Genova, donde vivió un fugaz e intenso romance con un músico callejero con quien sucumbió a la pasión mientras caminaban entre hermosas tumbas escultóricas clásicas y de estilo art noveau, y donde habitaban ángeles sensuales y mujeres con rostros extasiados sobre estos lechos sepulcrales, como la tumba de Ribaudo, famosa por que una foto suya aparece en la portada del Closer de Joy Division. Aquí también conoció la Danza Macabra, una escultura donde la muerte baila con una joven mujer. Este, el primer cementerio que abre las crónicas, nos ayuda a partir de lo particular a lo general, pues en esta historia convergen la muerte y la voluptuosidad, y qué es la voluptuosidad si no una señal humana de estar vivo.

En Alguien camina sobre tu tumba los camposantos que se mencionan son vistos desde la naturalidad y libertad de la muerte misma, pero también desde la contemplación de estos lugares como recintos museísticos, llenos de arte, de cultura propia de los lugares y de historia, mucha historia. Hablamos de sitios como el Mardi Grase en Nueva Orleans, donde además de las leyendas del vudú que envuelven a la ciudad, también se habla de la segregación racial y la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos en esta zona de Luisiana. Están también los cementerios aborígenes que apenas y rescatan con dignidad los restos de cientos de nativos sin nombre en la recóndita localidad de Rottnest Island; cerca de ahí, en la ciudad de Fremantle, en Australia, está también la famosa tumba del cantante de AC/DC, Bon Scott, sin duda uno de los atractivos turísticos. Hablando de tumbas famosas, también se echa un vistazo nada menos que a la casa, museo y morada sepulcral de El Rey, Elvis Presley, en Memphis, Tennessee.

Donde convergen la popularidad y la historia (con h minúscula y mayúscula) es en las célebres Catacumbas de París, estos túneles que datan del siglo XVIII y que sirvieron, entre otras cosas para depositar los restos de miles de personas enterradas en el centenario Cementerio de los Santos Inocentes, clausurado en 1780 luego de casi diez siglos de uso continuo. Así, las Catacumbas, quizá más famosas que las de Roma, se convirtieron en el osario más visitado del mundo. La autora de Los peligros de fumar en la cama, relata la impresión que resulta para muchos encontrarse en estas cavidades subterráneas rodeadas de huesos humanos y lodo endurecido. También, narra una pequeña travesura en la que gracias a su audacia logró llevarse a uno de estos inocentes hasta Argentina.

Por supuesto, no podía faltar una parada obligada para ver cómo se vive la muerte: México. Mariana cuenta que de las cosas que más ha anhelado en cuanto a cementerios y la muerte se refiere es contemplar en carne propia el típico Día de Muertos, pero no le ha sido posible. Si embargo, eso no la detendrá de visitar un panteón mexicano. En su visita a una Feria Internacional del Libro de Guadalajara es la primera vez que se encuentra con que acá hacemos de uso común la palabra panteón como sinónimo de cementerio y no como lugar sagrado o monumento funerario (aunque quizá justamente eso significan para nosotros). Y relata su primera experiencia terrorífica, la de encontrarse con unos peculiares perros negros que custodian algunas de las tumbas, sea por verdadera lealtad y protección; frente a frente con estos canes, le revive una mala experiencia del pasado.

Pese a que Mariana Enriquez es una prolija autora de terror y de la nueva literatura latinoamericana, lo cierto es que es una escéptica de las cuestiones paranormales. Para ella el verdadero terror está en los asuntos de los vivos, como lo muestran sus cuentos y novelas, y en el caso de los cementerios el miedo radica en la ausencia del cuerpo. Así, Alguien camina sobre tu tumba es más una carta de amor a estos hogares funerarios, donde se yace bajo tierra, en completa calma.