Por: Mariana Casasola

El rostro más sombrío de la ciudad

París, Londres, Nueva York, Berlín. Ciudades e íconos, postales de modernidad y abundancia. Urbes de las cuales, aún sin conocerlas, podemos identificar sus siluetas, sus edificios y atracciones más emblemáticos. Pero sabemos bien, demasiado bien, que cada una de esas metrópolis contiene una zona, un perímetro quizá, donde se amontonan todas las personas que no caben en el ritmo imparable de la economía y la división social, áreas donde los privilegios son escasos y las carencias están a la orden del día.

Las urbes que aspiran a desarrollarse como las anteriores, por ejemplo la Ciudad de México, poseen demasiadas zonas parecidas, pero en peores condiciones. Es una realidad longeva, ese severo contraste en la capital de nuestro país, así como la tendencia de la mayoría a voltear a otro lado y simplemente negar o evitar estos lugares que se identifican no sólo con la pobreza sino también con la violencia y la inseguridad.

En 1950, en pleno movimiento de modernización del país, hubo un director de cine empecinado en reconocer esta realidad por cruda que fuera, y se ocupó en realizar el retrato más sombrío que se había hecho hasta entonces de una Ciudad de México en aras del desarrollo y la modernidad que prometía el alemanismo.

Lo que creó ese cineasta resultó un escándalo en muchos sentidos. El gobierno y la comunidad cultural no concebían una imagen tan bárbara y alejada de su idealizada capital. Para colmo, el autor del filme no era siquiera un mexicano, sino un español acogido tras la guerra civil de su país, nada menos que Luis Buñuel.

El escándalo es anécdota. La película es historia. Los olvidados de Luis Buñuel permanece como un acercamiento portentoso a lo más oscuro del hombre y sus pobrezas, esas que abundan cultivadas entre la miseria, la ignorancia y la injusticia. Este mes de noviembre, este filme cumple 65 años perturbando a cualquiera que lo ve, sobre todo a los que habitamos esta enorme ciudad, pues nos grita que detrás de los edificios, los museos y las luces, están ahí muchos olvidados. En este #TopCineSinCortes, la celebramos y recordamos.


La otra cara del primer mundo

Los olvidados gira en gran parte en torno a los niños y jóvenes que habitan un barrio marginal de la ciudad y que se alborotan con el regreso de El Jaibo, un adolescente que acaba de escapar de la correccional. El retorno de este personaje, uno de los más emblemáticos del cine nacional, desencadenará un poco más de la violencia y la impunidad a la que están acostumbrados.

Esta premisa en el guion del propio Buñuel cuestionaba abiertamente la supuesta modernidad que se estaba viviendo en nuestro país gracias a las políticas del entonces presidente de México, Miguel Alemán, quien aseguraba que el país se estaba transformando hacia el primer mundo. En lugar de mostrar las nuevas avenidas y magnas construcciones, Los olvidados echaba por tierra muchos de los ídolos más recurrentes y queridos del cine mexicano como los pobres, la infancia y la maternidad, y en su lugar revela sin concesiones la violencia entre niños y jóvenes, el hacinamiento en los hogares, el machismo y el asesinato.



Entre la realidad y el surrealismo

La obra de Luis Buñuel durante su exilio en México tiene como punto más destacado esta película, sobre todo por la forma en la que abreva de estilos como el Neorealismo italino en la crudeza de su temática y al mismo tiempo inserta sus intereses por el surrealismo. Así, en Los olvidados se mezcla la crudeza de la historia con elementos símbólicos y secuencias oníricas que no divagan sino que aportan profundidad a los personajes y sus historias. Los sueños en Los olvidados manifiestan muchos de los miedos y las frustraciones de los niños, de sus carencias de atención, afecto y su incapacidad para recibirlo cuando lo encuentran.



Paz al rescate

Como es bien sabido, la película de Buñuel tuvo un efímero estreno en México pues no permaneció mas que un fin de semana en la cartelera nacional debido al escándalo que provocó. También es famoso el contraste que fue el Festival de Cannes de 1951 donde la película se llevó todas las ovaciones, una nomincación a la Plama de Oro, y Buñuel se alzó con el premio de Mejor Director. Lo que no se conoce tanto es el papel que jugó Octavio Paz.

Ignorada por el gobierno de Miguel Alemán por considerarla película non grata y “ofensiva a la dignidad de la patria”, ésta fue proyectada en Cannes por invitación directa de los organizadores, pero carecía de publicidad y promoción, así que Octavio Paz, entonces primer secretario de la Embajada de México en Francia, se encargó por iniciativa propia (y rebelde) de improvisar un folleto alusivo a Buñuel y su obra. Éste contenía un poema alusivo escrito por su amigo Jacques Prévert y un ensayo propio, “El poeta Buñuel”.

Paz repartió el folleto entre los asistentes de la función luego de haber convocado a varios de sus amigos intelectuales franceses a hablar de la película con la prensa del festival. El resultado es leyenda: al regresar a México, Buñuel ya no era enemigo sino héroe. Luego de sus primeras condenas, Los olvidados se alzó con 11 premios Ariel.