Por: Mariana Casasola

Una vuelta a la noche de los muertos vivientes

Dentro del cine de terror, uno de los subgéneros más populares, y rentables, es el cine de zombis. Las historias sobre estos muertos vivientes siguen fascinado tanto que incluso han cruzado de la frontera de la mitología y el cine, a la televisión, las novelas gráficas y a la cultura popular en general.

Hoy conocemos tantas películas de zombis con los escenarios más perturbadores y complejos, y los efectos especiales más excesivos y sofisticados, que cuando regresamos a la cinta precursora de todas ellas nos parece ingenua. Pero es todo lo contrario: aún ahora, no hay filme o serie del género que no haya tomado sus imágenes, se base en su ideario o que alcance su enorme poder perturbador.

Hablamos de La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968) una de las obras más importantes e influyentes de la historia del cine.

Concebida por el recientemente fallecido director estadounidense George A. Romero (1940 - 2017), La noche de los muertos vivientes comienza con el viaje de una pareja de hermanos a un cementerio quienes pronto son atacados sin razón por un hombre extraño. Sólo ella logra escapar con vida para refugiarse en una casa abandonada donde es encontrada por Ben, un hombre que también trata de huir. Juntos se refugian en el sótano con otros personajes, ahí descubren, por la radio y televisión que hay en la casa, que los seres que los persiguen son los muertos que se levantan de sus tumbas con una insaciable hambre caníbal.

Este mes de octubre cumple 50 años la cinta que con apenas tres escenarios y un pequeño grupo de actores desconocidos definió el terror contemporáneo, y de paso sirvió para inquietar a todo mundo acerca de cuestionamientos que continúan vigentes como la desigualdad en el orden social o la insignificancia de la condición humana. Aquí nos proponemos repasar algunos de los datos más importantes de este clásico del terror.


De sueño a blockbuster

La noche de los muertos vivientes continúa considerándose una de las producciones de mínimo presupuesto más rentables de la historia. George A. Romero la ideó en sus años universitarios sin medios ni dinero algunos, así que para poder realizarla formó, junto a su grupo de amigos Image Ten, una productora independiente, a cada miembro le pidió aportar una pequeña cantidad, algo como los actuales crowdfunding. En total se consiguieron 114,000 dólares. Por esas limitantes la película se filmó en blanco y negro en apenas unas cuantas locaciones. El lado brillante de la historia: la película terminó consiguiendo más de cinco millones de dólares (de la época), convirtiéndose al instante en una película no sólo popular sino de culto.


El padre de los zombis

Si bien es cierto que antes de George A. Romero el cine ya conocía la idea del zombi, fue hasta La noche de los muertos vivientes que se constituyó el mito tal como lo conocemos, algo totalmente nuevo, dando lugar así al nacimiento del cine de terror contemporáneo.

Esos filmes clásicos precursores fueron El zombie blanco (White Zombie, 1932) de Victor Halperin —considerado el primer filme donde se hace referencia a la zombificación— y claro, Yo caminé con un zombi (I Walked With a Zombie, 1943), la obra maestra de Jacques Tourneur. Pero en ambos, los zombis están más bien relacionados a la brujería, sobre todo al vudú; se trata de hombres que han perdido la voluntad al grado de parecer difuntos andantes, sin llegar a serlo.

Lo que creó Romero en 1968 era un ser nuevo y mucho más aterrador, pues se trataba de un muerto viviente, un cadáver que jamás encontrará el descanso, y que podía ser cualquiera: un familiar, un ser querido, un vecino, usted, yo. El cuerpo humano desprovisto de alma o raciocinio, putrefacto, avanzando lentamente hacia su siguiente objetivo no para asesinarlo, sino sencillamente para saciar su hambre y para, involuntariamente, propagar el fin del mundo.


Ecos de otros monstruos

Al construir el guion, George A. Romero y su amigo John A. Russo se basaron en la novela de vampiros de Richard Matheson, Soy leyenda (I Am Legend, 1954); y sobre todo en la primera adaptación al cine de ésta The Last Man on Earth (Ubaldo Ragona, Sidney Salkow, 1964), de la cual Romero ha declarado que tomó uno de los elementos básicos para la estructura de su película: la claustrofobia.

En el filme de Romero también se encuentran ecos de los demonios profanadores de tumbas que devoran cadáveres de la mitología árabe, monstruos conocidos como Gul (o Ghoul), además de los propios zombis haitianos que se conocieron gracias a la película de 1943 de Jacques Tourneur, Yo caminé con un zombi.


Sobrelectura

Al ver La noche de los muertos vivientes, no sólo impactan la violencia y la sangre, también lo hace el atisbo de un mensaje político, sobre todo porque Ben, el protagonista, interpretado por un actor afroamericano, en la película muere asesinado por error a manos de un policía. Sin embargo, esta hipótesis ha sido desbancada por el propio Romero quien declaró varias veces que simplemente Duane Jones (Ben) era el mejor actor que conocía entonces, que su personaje no estaba escrito para un actor de color ni había ningún mensaje político o social detrás de ello.


El final alternativo

Algo muy curioso de este mítico filme es que tuvo un segundo final que no llegó a filmarse, aunque se encuentra en el guion original. Se trata de un desenlace aún más desolador e inquietante en el que tras la muerte de Ben, la niña (ahora zombi) que se escondía también en el sótano escapa de los patrulleros sugiriendo que la hora de muertos vivientes no terminará jamás.