... una generación de hipsters locos e iluminados, que aparecieron de pronto y empezaron a errar por los caminos de América, graves, indiscretos, haciendo dedo, harapientos, beatíficos, hermosos, de una fea belleza beat...
Un aullido en el camino, el golpe rítmico del jazz, el abatimiento de una generación a contrapelo de la cultura estadounidense de posguerra o la beatitud que buscan los vagabundos del dharma. El beat, un derrotado marginal con convicciones intensas: la búsqueda de una nueva forma de vida, más natural, en oposición al materialismo imperante y rapaz; la apuesta por una escritura espontánea, una prosa y una poesía rebeldes y disidentes de las normas sintácticas y retóricas, electrizantes como el fraseo enloquecido del bebop.
Jack Kerouac fue el portavoz de estas consignas, las consignas de la Generación beat. Descendiente de inmigrantes francocanadienses, abandonó los estudios universitarios para formar parte del Renacimiento estético de San Francisco de los cuarentas y cincuentas. Monje errante de una generación que cuenta entre sus miembros a las mejores plumas de la literatura estadounidense, del siglo XX y de la Literatura universal - aunque tanto título mine el espíritu hip del verdadero swing - : Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Neal Cassady, Herbert Huncke, John Clellon Holmes, Carl Solomon y Gregory Corso.
Este héroe subterráneo publicó entre 1957 y 1958 las tres novelas que labraron el mito de la Generación beat: En el camino, Los subterráneos y Los vagabundos del Dharma. Físico o espiritual, todas tratan del viaje iniciático, son piezas autobiográficas en las que Kerouac y los otros beat aparecen con distintos nombres. Y son el manifiesto de la escritura sincopada y visceral que lo distingue como el “iluminado Charlie Parker de las letras”.
Yo era un joven escritor y quería viajar.
Sabía que durante el camino habría chicas, visiones, de todo; sí, en algún lugar del camino me entregarían la perla.
La escribió en un arrebato de tres semanas en abril de 1951, en un rollo de papel de 37 metros en los que puso en práctica lo que bautizó como "prosa espontánea” y se dice que lo hizo bajo los efectos de la benzedrina. No se publicó sino hasta 1957 y es el manifiesto de esa juventud desarraigada y rebelde y un himno al viaje como búsqueda y huida. Sal Paradise es la voz de Kerouac, pero el protagonista es en realidad Dean Moriarty, el mítico beat en estado puro, Neal Cassady. En esta Odisea en la carretera también se dan cita Allen Ginsberg (Carlo Magno) y William S. Burroughs (Old Bull Lee); las iluminaciones se van sucediendo camino a Nueva York, Nueva Orleans, San Francisco, Chicago, la frontera con México... Y las epifanías acuden en compañía del jazz, el alcohol, el sexo y las drogas.
...en lo más hondo del pozo oscuro de la noche, bajo las estrellas del mundo, estás perdido, pobre, a nadie le importa, y ahora renuncias al amor de una mujercita, porque querías beber una copa más con un amigo juerguista que viene del otro lado de tu demencia.
Publicada en 1958, esta novela tiene lugar en San Francisco, ahí Keroauc-Leo Percepied, joven escritor, se enamora de Alene Lee-Mardou Fox, una chica negra que pertenece a su círculo de amigos hipsters, los subterráneos, unidos por la música, el arte, el alcohol y las drogas, pero ante todo por su común desencanto hacia el mundo y la búsqueda de la espiritualidad. En esta novela la “prosa espontánea" tiene una de sus mejores expresiones y la revelación va del amor a su sucedáneo, el desencuentro.
...lunáticos zen que andan escribiendo poemas que surgen de sus cabezas sin motivo y siendo amables y realizando actos extraños que proporcionan visiones de libertad eterna a todo el mundo y a todas las criaturas vivas... negándose a seguir la demanda general de que trabajes para tener el privilegio de consumir toda esa mierda que en realidad no necesitas y que siempre termina en el cubo de la basura una semana después.
Escrita en 11 días, es el viaje espiritual, el descubrimiento del budismo gracias a La vida en los bosques de Thoreau. El beat místico, la conciliación con la naturaleza y el abandono de las falsas necesidades del mundo capitalista: beatitud y purificación interior. Con la guía del poeta zen Japhy Ryder-Gary Snyder, Ray Smith-Kerouac accede a la revelación del dharma y del haiku, antípoda cuantitativa de la prosa, cristal prístino que atrapa un irrepetible momento en su perecedera belleza: Useless, useless, / the heavy rain / Driving into the sea.
Resulta paradójico que, gracias al éxito de estas novelas, lo beat diera paso a lo beatnik, la apropiación mercadológica de este movimiento contracultural reducido a estereotipo: desde el hipismo de los 60 hasta los “hipster” de nuestros días. Para algunos, los beat crearon el clima propicio para estas otras manifestaciones de la juventud. Y para este loco iluminado: “quizá la Generación Beat, vástago de la Generación Perdida, no es más que un paso hacia esa generación pálida y definitiva que tampoco tendrá las respuestas. Como sea, todo indica que su efecto tiene raíces en la cultura estadounidense. Tal vez. Y si no, ¿qué importa?”