Por: Rebeca Avila

Nuevos paradigmas de la maternidad

Madre no es la engendra, sino la que cría. Rezan por ahí. ¿Desde dónde entonces empieza la titánica y orgánica tarea de la maternidad?, ¿desde la crianza, la concepción, el deseo de convertirse -o no- en madre?, o ¿incluso desde las formaciones primarias en las que se aliena a las mujeres a alcanzar la maternidad como máxima realización femenina? Es desde niñas cuando se nos dan muñecos para “jugar” a ser pequeñas madres. Dar de comer, cargar, cambiar el pañal, arrullar y demás enseñanzas básicas son depositadas por consenso social y de manera arbitraria en la mente de las mujercitas; algo para lo que estás destinada.

Por milenios, el tema de si las mujeres deben o no, o quieren o no, ser madres, no ha sido puesto a discusión, puesto que es en este principio sobre el que reposa la posibilidad de la civilización humana. Con los tiempos que corren, en los que interrumpir el camino hacia ser madres -la despenalización del aborto-, las otras formas de realización personal exclusivas durante mucho tiempo por y para los hombres, la crisis climática y económica mundial, el cambio de estilo de vida de las nuevas generaciones reacias a tener descendencia, y muchas otras cuestiones, resulta impresionante todavía que el peso total de la natalidad siga cayendo para bien y para mal en los hombros de las mujeres. Resulta casi inconcebible también que esta cuestión, entre otras tantas en torno a las mujeres, una decisión tan individual, decidir o no ser madre, siga sujeta al escrutinio no sólo público, sino masculino.

A propósito de la celebración del 10 de mayo, dedicada a las llamadas dadoras de vida, las madres, en este Con-Ciencia recopilamos algunas lecturas contemporáneas en torno a la maternidad, todas ellas variadas y desde el punto de vista de mujeres tan distintas como las geografías de las que provienen, poniendo sobre la mesa un tema que transciende culturas, líneas históricas y fronteras.


Teoría King Kong (2006, Virgine Despentes)

La obra escrita y visual de la francesa Virgine Despentes es tan controversial como interesantísima. Después de su primera novela, Fóllame, Despentes dejó claro que su obra no era convencionalmente feminista, ni pretendía serlo, y que en ella no había lugar para las concesiones de victimización de las mujeres ni para condescendencias ni la autocompasión. En su recopilación de ensayos Teoría King Kong, la francesa realiza un manifiesto propio sobre varias cuestiones que el feminismo actual, incluso el más radical, deja de lado, y aboga por hacer frente como mujeres a un mundo en el que los hombres difícilmente van a soltar el poder; como quien dice, “tomar al toro por los cuernos”. En uno de sus capítulos, ¿Te doy o me das por el culo?, se explaya en el tema de la maternidad. “Sin niños la alegría femenina no existe, pero criar a los niños en condiciones decentes es casi imposible. Es necesario, de todos modos, que las mujeres sientan que han fracasado… No hay actitud correcta, forzosamente hemos cometido un error en nuestra elección, se nos responsabiliza de un fracaso que es, en realidad, colectivo, social y no femenino”, así, Despentes pone sobre la mesa la maternidad como una experiencia femenina ineludible, pero también se atreve a plantear la maternidad como una “réplica doméstica de lo que se organiza colectivamente: el Estado siempre vigilante sabe mejor que nosotros lo que debemos…”, y compara los gobiernos dictatoriales con Estados maternalistas -no matriarcales-, en los que los regímenes totalitarios vuelven al ciudadano a una condición de bebé o niño pequeño, en que todo responde a la guía y deseos de su progenitora o, en este caso, a una fuerza omnipresente que sabe e indica qué es lo mejor para sus individuos.


Kim Ji-young, nacida en 1982 (2016, Cho Nam-joo)

El caso de la sociedad de Corea del Sur es muy particular. Una nación joven, que resurgió de las cenizas de los regímenes totalitarios y conflictos bélicos apenas en la segunda mitad del siglo XX. La velocidad con que ha formado y forjado uno de los modelos económicos más grandes del mundo actual, con grandes metrópolis como Seúl llenas de innovación y tecnología, contrastan con algo en lo que no han podido crecer ni avanzar: una sociedad cimentada en el machismo y la inequidad de género, basada en antiguas costumbres que continúan arraigadas. En Kim Ji-young, nacida en 1982, la escritora Cho Nam-joo se adentra en la psique de una mujer joven que ha dejado su vida laboral e independiente al convertirse en madre. Esta novela, apoyada por datos duros, ofrece, a través de su protagonista Kim Ji-young, un panorama de la vida de cualquier mujer en el país asiático y cómo desde antes de nacer están destinadas a ser constantemente discriminadas y violentadas de todas las maneras posibles, desde las más agresivas hasta las disfrazadas de condescendencia. El aborto consentido si el primer descendiente era mujer y no un varón; la educación y trato preferencial en el hogar de los hombres sobre las mujeres desde la niñez; la imposibilidad de romper el techo de cristal y la compaginación de la vida laboral y la maternidad en una estructura donde se prefiere contratar a hombres que se sabe no abandonarán el sitio de trabajo o se ausentarán por embarazo y posterior crianza de los hijos, dejando siempre relegadas a las mujeres a las tareas domésticas e imposibilitando que logren escalar en la pirámide se realización personal.


El cuento de la criada (1984, Margaret Atwood)

El título se volvió popular luego de que fuera llevado a la televisión en formato de serie, pero este argumento de la distopia de un futuro cada vez más cercano, data de 1984, cuando la autora canadiense lanzó la primera publicación de una saga. La novela El cuento de la criada proyecta un futuro en el que la sociedad ha retrocedido cientos, si no es que miles, de años en derechos humanos y de las mujeres. Un mundo en el que debido a diversas cuestiones la fertilidad, y por consiguiente la natalidad, ha disminuido alarmantemente, por lo que el aborto es motivo de pena de muerte y el lesbianismo es penado socialmente; en un Estado totalitarista, las mujeres de repente pierden todo derecho: se les prohíbe trabajar, poseer bienes y cualquier otro tipo de herramienta con la que puedan valerse por sí mismas; las pocas que quedan fértiles son llevadas a granjas gestantes, donde son asignadas a matrimonios adinerados que no pueden concebir pero que tienen los medios para criar “adecuadamente” a un hijo, así que una vez al mes son violadas por el esposo en turno, con permiso y presencia de las esposas, para quedar preñadas de manera natural, nada de fecundación asistida. En cuanto alguna logra quedar encinta, el trato de esclava cambia abruptamente para llenar de lujos y cuidados a la mujer que lleva en su vientre el futuro de esa familia. Entonces está claro que el valor de la mujer está es si puede concebir y dar a luz a un bebé, su vientre se capitaliza, se vuelve moneda de cambio, aunque no reciben beneficio alguno por ello. Quizá esta historia esté en un plano distópico, pero no está fundamentada en la nada: las granjas gestantes son reales en países tercermundistas; el aborto es penalizado, incluso en las naciones que presumen de ser las más progresistas (EEUU); y muchos países aún tienen políticas homófobas.


La hija única (2020, Guadalupe Nettel)

En un tono menos sombrío y más esperanzador, está La hija única de Guadalupe Nettel, una novela que habla de la maternidad no perfecta desde la cabeza de tres mujeres distintas: la que no desea vivir la maternidad, Laura, que ha sido determinante y para evitar accidentes o titubeos futuros decidió ligarse las trompas. Alina, su amiga, que está embarazada, y a los pocos meses antes del parto se entera de que su bebé tiene una malformación cerebral genética, y que tan pronto como nazca, morirá; sin embargo, le es difícil renunciar a lo que más desea en la vida, ser madre. Y Doris, vecina de Laura, madre soltera de un niño tan encantador como problemático, pues tiene que lidiar con las conductas violentas del pequeño, secuelas de los maltratos que ambos sufrieron a manos del esposo finado de Doris. Al final, esta historia trata de la visión actual de feminismo, la sororidad entre mujeres que, a pesar de desear y vivir de distintas maneras, se apoyan y empatizan, aunque no comprendan la realidad de la otra.