Por: Arody Rangel

Ciencia Ficción, del papel a la pantalla

En la literatura están los grandes precursores del siglo XIX: Mary Shelly y su Doctor Frankenstein, Julio Verne y sus viajes fantásticos o H. G. Wells y su máquina del tiempo. En el cine: El viaje a la Luna de Méliès y Metrópolis de Fritz Lang. La ciencia ficción es uno de los géneros modernos imprescindibles, tanto en literatura como en cine —además de la radio y la televisión—. Incontables son los creadores y las obras, pero las premisas parecen ser las mismas; las primeras las planteó la literatura y, en algunas ocasiones, el cine se ha encargado de calcarlas en la pantalla; pero en ocasiones excepcionales, el cine ha llevado estas premisas al extremo y, mejor aún, ha planteado nuevas cuestiones y hasta nuevos horizontes de reflexión.

En los casos en los que el cine ha adaptado las obras literarias de ciencia ficción —y de cualquier género en realidad—, los resultados van de lo decepcionante a lo aplaudible. Por ejemplo, las adaptaciones de la triada distópica Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury son apenas conocidas o, a pesar de ser muy dignas, no lograron ni rozar la genialidad de los argumentos originales. En el caso de Huxley, la distopía del mundo feliz se adaptó dos veces para la pantalla chica: en 1980 bajo la dirección de Burt Brinckerhoff, protagonizada por Keir Dullea (el astronauta David Bowman de la Odisea de Kubrick), y después, en 1998 por Leslie Libman y Larry Williams, que figura en la lista de las peores adaptaciones.

La influencia de 1984 es innegable en la industria cultural en general, pero las incursiones fílmicas de adaptación tampoco han sido destacadas. La primera corrió a cargo de Michael Anderson en 1956 y en 1984, ni más ni menos, Michael Radford filmó la distopía del Gran Hermano. Hay también dos mofas de la novela de Orwell, una de Woody Allen en El dormilón (1973) y otra de Terry Gillian en Brazil (1985).

Mención aparte merece la obra de Ray Bradbury. La distopía de libros incendiados a 451° Fahrenheit fue adaptada por uno de los grandes de la nouvelle vague, François Truffaut, en 1966, y aunque es muy digna, no alcanza la fuerza del clásico bradburyano. Ni la producción que hizo la BBC en 1980 del otro clásico del autor, Crónicas marcianas, da en el clavo. Quizá hay cimas exclusivas de la literatura. Por otro lado, están los guiones que escribió Ray para The Twiligth Zone y Alfred Hitchcock presents, verdaderos cócteles de ciencia ficción, fantasía, suspenso y terror, géneros todos en los que Bradbury es un referente obligado.

Si revisamos las adaptaciones de 2001: Una odisea espacial de Arthur C. Clark, Solaris de Stanilaw Lev o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Phillip K. Dick, es más que seguro que alguien se extrañe con los nombres de estos escritores por lo extraordinarias que son las obras homónimas de Stanley Kubrick, Andrei Tarkosvky y la renombrada Blade Runner de Ridley Scott. Cada uno de estos filmes es un referente obligado de la ciencia ficción en el séptimo arte —la Odisea de Kubrick no sólo es la mejor película del género, es una verdadera obra de arte—. Obligados estamos a reconocer que también hay cimas que sólo el cine puede alcanzar.

La ciencia ficción, ya sea en el papel o en el cine, nos ha llevado a los confines del universo o viajar a través del tiempo, pero en el fondo las cuestiones recaen siempre sobre nosotros mismos: ¿qué hacemos con la ciencia y la tecnología? ¿Cómo afecta esto nuestro entorno? ¿Qué hacemos con nosotros mismos? Para este Top #CineSinCortes elegimos cinco cintas muy distintas entre sí, pero que encarnan algunas de las cuestiones más inquietantes de la ciencia ficción.


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The Prestige (2006)

Esta cinta está ambientada en una época en la que el progreso científico empezaba a dar muestra de su grandeza y la magia aún congregaba a las multitudes ávidas de espectáculo. En este contexto, los magos Borden y Angier se disputan el título del mejor ilusionista del mundo; la cuestión se convierte en una obsesión para Angier, quien irá con el científico Tesla para que le construya una máquina que haga real el truco de “el hombre transportado”. Ante su público, El Gran Danton profiere “En mis viajes he visto el futuro. Y es, en efecto, un futuro extraño. El mundo, Damas y Caballeros, está al borde de nuevas y aterradoras posibilidades”, de las que él mismo es presa y que terminarán por destruirlo, su tragedia recuerda a la del moderno Prometeo de Shelley.



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Snowpiercer (2013)

La superficie del planeta está totalmente congelada debido a que el uso de la sustancia CW7, que prometía frenar el cambio climático, no dio los resultados esperados. Un visionario, Wilford, creó un tren totalmente autosustentable que gira perpetuamente alrededor de la Tierra, el cual sirvió de arca para los últimos seres humanos del mundo. Como sucede en todas las distopías, este tren que es el último vestigio de la civilización sólo tiene una autoridad, Wilford, un aparato represor infalible y el resto de los pasajeros están divididos en secciones según sus roles sociales: al frente los privilegiados que gozan de festines, ocio y educación, y en la cola, el lumpen que vive en la miseria. Curtis, pasajero de la cola, realiza con éxito una revuelta contra el sistema, pero al llegar hasta el frente del tren, terminará por darse cuenta de que incluso su revuelta forma parte del perfecto balance que asegura que ese tren continúe su marcha.


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Gravity (2013)

La doctora Stone y el comandante Kowalsky están en una misión espacial de rutina a bordo de un trasbordador. Esta misión de por sí significativa —para Stone es su primera misión en el espacio y para el veterano Kowalsky, la última—, se torna en tragedia y deja a los tripulantes perdidos en el espacio. La inmensidad del cosmos sirve de escenario para uno de los dramas humanos por excelencia: la lucha por sobrevivir; todos los efectos especiales, la ambientación y el vestuario están puestos al servicio de la experiencia del vacío absoluto. En esta cinta no hay mundos que conquistar o guerras interestelares, sino la experiencia total de la ingravidez y el estira y afloja entre la locura y la cordura. Una odisea en los recovecos más íntimos del ser humano.


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Ex Machina (2015)

La psicología y las neurociencias, según se presume, no están ni cerca de ofrecernos una explicación clara de lo que es nuestra conciencia y de cómo funciona el cerebro. Lo cual no ha sido un impedimento para el desarrollo de la inteligencia artificial y esta cinta nos invita a mirar desde la máquina. AVA, una ginoide diseñada por el dueño de Bluebook, Natham, es evaluada por el joven programador Caleb; la sofisticación de AVA es tal que el test de Turing —que permite determinar si la inteligencia de una máquina puede pasar por la de un humano— le queda cortísimo, ella ha desarrollado personalidad y conciencia plenas, o al menos eso podemos suponer al ver cómo ha logrado liberarse.


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Twelve Monkeys (1995)

La hazaña aún pendiente: los viajes a través del tiempo. Esta cinta no entra en los pormenores de la tecnología que hace posible enviar a Cole, un reo del futuro, hacia el pasado, más bien se centra en la finalidad de esos viajes: hallar información sobre el virus que terminará por diezmar a la población mundial y obligar a los supervivientes a vivir bajo tierra. En su primer viaje, Cole vive una tortura bastante predecible: ¿qué le sucedería a un viajero del futuro que dice venir de un futuro postapocalíptico, enviado por los científicos de su tiempo a una misión especial? Sin duda lo encerrarían en el psiquiátrico. Al final, estos viajes en el tiempo terminan por aniquilar a Cole, en alma y cuerpo.