Desde el pasado 19 de mayo una enorme bailarina se posa frente al Museo Jumex, esta escultura inflable forma parte de la exposición Apariencia desnuda: el deseo y el objeto en la obra de Marcel Duchamp y Jeff Koons, aun que se exhibe en el citado recinto y que ha congregado tanto a versados en el arte contemporáneo como al público curioso y ansioso por tener una foto con alguna de las otras esculturas de lúdicas formas —un montón de plastilinas play-doh, un globo metálico en forma de conejo o un gran globo metálico azul—.
Lo primero que salta a la vista es que ninguna de las piezas montadas en esta exposición parece aclarar el título de la misma. Entre carteles publicitarios, aspiradoras nuevas en vitrinas, un porta botellas y la rueda de una bicicleta montada sobre un banco de madera, algunos espectadores se preguntan con franqueza qué tienen que ver esos objetos con la desnudez y el deseo, y mejor aún, ¿qué hacen en el museo?, ¿por qué son arte? Mientras otros tantos se pasean y hacen como que entienden esas extrañas piezas, preferimos quedarnos con los incautos llenos de dudas y ofrecer una breve guía para sobrevivir a esta audaz exhibición.
Hay que empezar por el principio, una cosa elemental pero que la misma curaduría de la exposición obvia. Y es que, antes de Duchamp, Koons o cualquier otro artista contemporáneo, antes de las vanguardias, antes era el gran arte, el arte que uno espera ver al entrar en un museo: la maestría del pincel o del cincel, la belleza y lo sublime, algo que logre robarnos el aliento o nos reduzca a las lágrimas. Este arte, cuyo último baluarte fue el realismo decimonónico, constaba de reglas y técnicas precisas, más aún, estaba dirigido a la élite y sólo las sagradas instituciones académicas y museísticas podían dictaminar si algo era arte o no. Por ejemplo, los cuadros de los modernos, como Desayuno sobre la hierba de Édouard Manet e Impresión, sol naciente de Claude Monet fueron rechazados por las instituciones artísticas y sólo se exhibieron en las salas que abrieron los nuevos talentos al margen del museo. Es a partir de ese momento que el discurso del arte es combativo y reniega, ante todo, de lo que se supone que el arte debe ser.
Cierto que ahora la obra de todos los rebeldes vanguardistas (sea Van Gogh, Picasso, Dalí o Kandinski), al igual que la de los conceptuales y contemporáneos, está al resguardo de los museos más prestigiosos del mundo, pero esa es otra historia.
Hubo una vez un joven de nombre Marcel, jurado de la Sociedad de Artistas Independientes que para la exhibición anual de arte sometió a votación una peculiar obra que firmó con el pseudónimo de R. Mutt; se trata de un mingitorio acostado. De principio, la obra fue rechazada, pero con ella, el joven Marcel se proponía dos cosas: cuestionar qué hace de un objeto una obra de arte y desligar la obra de arte del autor. Ese fue, para muchos, el momento inaugural del arte contemporáneo.
Duchamp, el joven Marcel de la historia, es uno de los dos artistas de la exposición del Jumex. La fuente (el mingitorio), La rueda de bicicleta o La Ventana, por mencionar algunas de las peculiares obras que Duchamp bautizó como ready-made, son objetos cualesquiera, elegidos con indiferencia como obras de arte para cuestionar que el gusto, la belleza u otra categoría estética confieren a los objetos su valor artístico; para el francés basta la elección del objeto, que suele ser un objeto de consumo, la elección es la forma de producción artística, de modo que poco importa si el objeto fue o no creado por el artista, lo que importa es que él lo eligió y con esto, también la noción tradicional de artista pasa a segundo plano, se despersonaliza o se inventa nuevas personalidades, como la bella Rrose Sélavy, el alter ego de Duchamp.
“Eros es la vida”, “eros es la base de todo”. Somos seres deseantes, el erotismo es parte de la condición humana y no se trata sólo de la sexualidad sino del deseo en general. Duchamp percibió la relación erótica que a partir del consumismo establecemos con las mercancías: éstas nos son presentadas como objetos de deseo más que como satisfactores de necesidades básicas; nuestro objeto de deseo no es ya el otro sino las cosas y la mercadotecnia se encarga de ponerlas ante nosotros del modo más atractivo posible para que las consumamos, para arrojarnos a su posesión. El ready-made, un objeto de consumo devenido pieza de arte, encarna una crítica al arte y también nos ofrece al “desnudo” un objeto del deseo.
Sobre esta línea están las obras de Koons, el otro artista de la exposición. Sus esculturas de globos en tonos metálicos y superficies reflectantes cumplen la regla del ready-made al erigir en obra de arte un objeto de consumo cualquiera, pero Koons desborda y amplifica las cualidades de los objetos: los grandes formatos o las superficies pulidas como espejos ponen en juego el erotismo, el deseo de poseer la mercancía que además está unido a la aspiración de movilidad social y devuelven al espectador su propio reflejo. De hecho, el gesto más “natural” ante estas obras es tomarse una foto con ellas, ya sea porque las plastilinas gigantes de play-doh o el perrito de globo gigante están muy lindos o porque hay que subir a las redes la foto con el corazón metálico gigante, pues lo que está puesto en juego es el deseo y las aspiraciones sociales: “quiero una foto aquí para que todos sepan que me gusta el arte contemporáneo”. También el espectador termina por estar al desnudo frente a los objetos y a los ojos de los demás en esta exposición.
Se trata pues de un arte que no es arte, de un arte contestatario, de un cuestionamiento franco sobre lo que creemos o asumimos que debe ser el arte. La osadía de estos dos hombres es también la de poner delante de nuestros ojos la anatomía actual de nuestro deseo: las mercancías nos prometen el placer de su consumo y de hacernos “más” al poseerlas. Así que, si ya fuiste a la exposición, pero nada te “atrapó” o si quieres ir pero no sabes qué esperar, ahora quizá puedas pararte en medio de esas obras y ver en ellas tu reflejo.
Apariencia desnuda: el deseo y el objeto en la obra de Marcel Duchamp y Jeff Koons, aun
Museo Jumex
Hasta el 29 de septiembre del 2019
De martes a domingo, de 10:00 a 19:00 horas