Lenguaje soez, la rebeldía como estandarte y una deformación del castellano, fueron algunos de los sitios que le valieron al trabajo literario de José Agustín el encasillamiento en la Literatura de la Onda. Usado con desdén por lo regular, el término Literatura de Onda refiere a aquellos escritores de la década los 60 que desenvolvían sus narrativas en la agitación de la vida fiestera juvenil y la contracultura.
De nombre completo José Agustín Ramírez Gómez y nacido en Guadalajara, Jalisco, en 1944, vivió su infancia en Acapulco y de la adolescencia en adelante en la Ciudad de México, José Agustín. El máximo referente de la literatura contracultural mexicana, vive, a sus más de 70 años, de las regalías que siguen generando sus obras. Curioso que sea así, cuando por mucho tiempo fue marginado del reconocimiento del que gozan otros autores nacionales.
Prodigio literario, comenzó a escribir en su adolescencia y para sus 20 años ya estaba publicando su primera novela, La tumba (1964), y desde ese momento en adelante, se enfrentó a la dualidad que significa ser un autor renegado: por un lado, el aplauso que recibe quien se atreve a hacer lo propio y lo diferente; y por el otro, la desdeñosa y destructiva crítica de los puristas de las letras mexicanas.
El retrato del jipiteca (versión mexicana de los hippies gringos): la sexualidad, drogas, rock & roll, esoterismo, más excesos y el continuo uso del spanglish, aunado a la alteración sintáctica y ortográfica para darle una voz real a sus personajes, fueron parte de las historias creadas por José Agustín. Estas historias le ofrecieron al público más joven de los años 60, 70 y de ahí en adelante, una brecha literaria que, a diferencia de otros escritores, parecía real, cercana y contestaria.
José Agustín ha paseado también su pluma por la prosa, el ensayo y el guion para cine y teatro. Su persona, por otro lado, paseó por las oscuras celdas de Lecumberri, al igual que otro José también marginado por el gremio literario: Revueltas. La razón: la supuesta posesión de quién sabe cuántos kilos de mariguana.
Considerado por la crítica de otros lugares del mundo como “el hermano menor de Kerouac” -uno de los máximos exponentes de la generación beat-, José Agustín dejó también un inagotable diccionario de neologismos y al pasar las páginas de sus libros puede que te esfuerces por descifrar sus claves más “barrio” como: “Aquí está la serpientemplumada y bien elodia Virgilio. Gracias Rosales, eres el mejor amigo del hombre. Oye Virgilio, preguntó Rosales, ¿no hay champú de afanar un poco de material? La Francine me dijo que si se lo podía conseguir.”
Acapulco, siempre sinónimo de fiesta, tuvo su apogeo en los años 50, pero durante las siguientes dos décadas tuvo un regreso potente. Playa Caleta fue por mucho tiempo un lugar para que los ricos vacacionaran, luego, durante los 70, la clase media llegaba a veranear y toda la burguesía se negaba a compartir el mismo espacio, así que migraron a otra playa. Fue entonces cuando los extranjeros decidieron que ese sería su oasis de relajación y excesos a la vez. Este último escenario es el de fondo para Se está haciendo tarde (1979), novela en la que Rafael, un tarotista de la Ciudad de México, decide dejar de hacer lecturas triviales y trasladarse a Acapulco con su amigo Virgilio, con la intención de leerle honestamente las cartas y así recuperarse de la mala racha karmica que trae encima. En esa aventura, se embarcará en los excesos y el libertinaje de la psicodelia y la sexualidad.
Un matrimonio es el protagonista de esta novela. Sin embargo, no es el amor el que permea la historia, es más bien el desamor, el aparente desgaste de lo que une a dos personas que en principio deseaban compartir su vida. Pero la incertidumbre, la mala costumbre y las ganas de escapar de donde uno ya no se halla, son el causal de la decisión de Susana para abandonar —sin decirle ni media palabra— a su esposo Eligio e irse a la aventura que supone para ella una beca en la remota Arcadia (Estados Unidos) para escribir un libro. Con lo que no cuenta, es que a pesar de sólo desaparecer, el macho mexicano que tiene por marido la seguirá para preguntarle ¿por qué “chingados” se fue?, y, una vez contemplando la realidad, intentará recuperar los cristales rotos de su matrimonio.
La chamanería y una peculiar interpretación de la doble identidad se mezclan en Vida con mi viuda (2004). En esta historia, el protagonista ve morir ante sus ojos a un hombre idéntico a él y, ¿por qué no?, ve la oportunidad de usurpar esa identidad para darse cuenta de la vida oculta de un sujeto pudiente. Mientras la trama avanza se entreteje la historia conyugal del protagonista, las raíces chamanas oaxaqueñas de su, ahora, viuda, y un extraño culto de pederastia de las altas esferas mexicanas.