Leyendas de monstruos no faltan y siempre han existido, desde historias de terror clásicas a la luz de la fogata hasta propuestas más modernas con ambientes más inmersivos. En esa búsqueda de la vanguardia surgen los podcasts, materiales auditivos que incluyen la ciencia ficción, la política y toda clase de temas lúdicos que los usuarios gusten de explorar.
Dentro de estos géneros, hay uno en particular que se presta a la narración oral por la demanda natural de tensión y misterio, hablamos por supuesto, del terror. Apaga las luces, ponte tus audífonos y acomódate bien en tu sillón o cama, porque en este Pantalla Sonora te llevaremos por lugares de ultratumba que te erizarán los nervios y reafirmarán tu miedo a criaturas sobrenaturales de este y otros planos; historias que podrías ver en películas o en tu ida al cine, con la diferencia de que cerrar los ojos no servirá de nada…
San Rafael Dos Aguas, a las faldas del Iztaccíhuatl, siete jóvenes, cinco amigas y dos amigos, decidieron acampar. Comenzaron a explorar las cascadas y el bosque hasta llegar a un río, en donde una de las acampantes, Rubí, se encontró una gran piedra con flores, veladoras y sangre. Uno de los amigos que conocía la zona, Pancho, le dijo que no se preocupara, pues era común que la gente hiciera rituales en la zona; después Pancho llevó al grupo a explorar una cueva, en la que percibieron un fuerte olor a putrefacción al momento de entrar y nuevamente Pancho les dijo que era por los mismos rituales llevados a cabo y si querían, más tarde podía llevarlos a otra cueva más grande, la Cueva del diablo.
El grupo decidió regresar al coche para armar su campamento y establecerse. Hicieron una carne asada y después comenzaron la fiesta; algo de alcohol, música, baile y diversión. Caída la noche, uno de los amigos, - Juancho – les dice que quiere ir a la Cueva del diablo, pero todos se niegan a acompañarlo. Juancho resignado sigue la fiesta, pero comienza a molestar a una de sus amigas, Yuki, diciendo que no se moviera porque había alguien atrás de ella; otra amiga, Rubí, llega en su defensa y reprocha a Juancho diciendo que el susto se lo va a llevar él por seguir molestando.
La noche sigue y algunos deciden meterse a dormir a la casa de campaña colocada detrás de la camioneta, mientras que Juancho y una de las amigas, Anita, entran a la camioneta a platicar otro rato; después se separan, Anita quiere irse a dormir y Juancho debe buscar un árbol para ir al baño; acto seguido, apagan la música y dejan las luces prendidas. Dentro de la casa de campaña, los amigos dejan de oír los pasos de Juancho y a lo lejos, escuchan el grito desgarrador de una mujer; se asustan, pero deciden hacer caso omiso. Momentos después escuchan varios bips de la camioneta y a Juancho entrar al auto, encenderlo y pisar el acelerador, luego apagarlo y caminar hacia la casa de campaña. Cuando detectan que está en la entrada, Juancho pregunta por Rubí y por Yuki, ambas le contestan que están dentro de la casa, a lo que Juancho responde: Rubí es que aquí afuera hay algo conmigo, estoy viendo algo y está aquí afuera, tengo mucho miedo, por favor, sal. Rubí se muestra escéptica al inicio, pero ante la insistencia de su amigo, abre asustada la casa de campaña y ve a Juancho, quien se agacha con la mano colocada detrás de él y le dice a Rubí que algo se la está agarrando. Rubí lo mete a la casa para tranquilizarlo y Juancho baja la mirada y se queda inmóvil; levanta la cabeza y dice: Vamos a caminar Rubí. El tono de voz había cambiado. Insiste una a una de las amigas que lo acompañen a la Cueva del diablo, pero ante la negativa de todas vuelve a agachar la mirada. Cuando se recompone, su semblante estaba deformado por el miedo; entonces saca las llaves del auto de su bolsillo, se las acerca a Rubí y dice: siento que ya no me voy a ir de aquí, cualquier cosa que pase, toma las llaves, súbanse a la camioneta y váyanse de aquí. Si me tienen que dejar, déjenme. Sus amigas intentan tranquilizarlo, y al insistir una vez más en salir a caminar, una de las chicas se desespera y lo corre a la otra casa de campaña, en donde se encontraba Pancho. Todas lo acompañan al ver el pavor de este por quedarse solo, regresan a su casa de campaña y se duermen. En algún momento de la madrugada sienten que alguien jala con fuerza la casa de campaña, se asustan, pero nuevamente deciden dejarlo ir. Eso fue lo último de la noche antes de que todos se quedaran dormidos hasta la mañana siguiente, cuando sabrían qué le había pasado a Juancho la noche anterior.
Puedes invocar a las Morras Malditas en este podcast creado por Jannis y Maldo, quienes en cada episodio se acompañan de una invitada o invitado para compartir experiencias sobrenaturales, sueños macabros, arte relacionado al terror y recomendaciones.
El trapiche o Hacienda de Coahuixtla, en Morelos, fue un lugar próspero por la siembra de arroz y caña, actividad que proveía de empleo a los pobladores y mantenía fértiles las tierras de los hacendados. Entre los trabajadores de la hacienda estaba una joven madre soltera, Micaela Mikiztki, cuyo bebé fue siempre centro de atención y rumores por ser un hijo engendrado fuera del matrimonio, así como por su personalidad particularmente hábil y despierta. Ante la especulación y las habladurías, Micaela decidió bautizar a su hijo, encargándole a su prima Pilar que lo amadrinara.
Cuando Pilar se dispuso a llevarlo a la iglesia para que el bebé recibiera la bendición del Padre, se desvió hacia el río, pues sabía que un hijo fuera del matrimonio nunca tendría la aprobación del clero, y en cuanto supieran que Mikiztki no conocía al padre de su hijo, irían a buscarlas para matarlas. Al llegar al río, Pilar se inclinó lentamente y cuando estaba a punto de dejar al niño en el agua, este soltó diabólicas carcajadas y habló en voz lúgubre y clara diciendo voy a asesinarte; antes de que la mujer pudiera reaccionar, perdió la vida y quedó tirada sobre el camino de terracería. Desde ese momento no se volvió a saber del bebé, pero el pueblo se vio atormentado por eventos violentos y misteriosos. Hoy, entre las paredes del antiguo casco de la hacienda, aún se escuchan los diabólicos llantos de un niño y los cantos de otro mundo de una madre que intenta arrullar a su hijo.
Esta es la leyenda de El Choco, un episodio de Psicofonías, serie de ficción sonora realizado en colaboración con Radio ILCE y la Secretaría de Cultura que cuenta con actores que tienen experiencia en teatro, doblaje y artes oscuras. Además, en este podcast rinden tributo a los clásicos del terror como Barker y Lovecraft, pero también cuentan leyendas de terror latinoamericano y crean sus propias historias.
Si existe un lugar más allá de un panteón en donde pasan cosas extrañas, es sin lugar a duda, un hospital. A las 3 o 4 de la mañana en la sala de urgencias comenzaron a sonar todos los botones de las llamadas de los pacientes. Cuando la médico a cargo visitó a los enfermos, todos se quejaron porque un niño se estaba metiendo a las habitaciones. La médico se acercó al módulo de emergencias para preguntar si habían visto a un niño con las características que le habían comentado, a lo que las enfermeras respondieron que no, que sí habían tenido un paciente con esos rasgos el día previo, pero que ese día en particular no había llegado ningún paciente infantil. Pasado un rato, la doctora recibió llamado del paciente de la última habitación de urgencias para decir que nuevamente el niño había entrado al cuarto.
Cuando la médico le preguntó si el infante le había dicho algo, el paciente le dijo que no, que únicamente abría la puerta, lo observaba y se salía; la doctora lo reportó entonces como código rosa -infante perdido-. Al día siguiente, después de seguir recibiendo quejas, la médico se acercó nuevamente a urgencias a preguntar a las enfermeras si el niño que había estado ahí el día anterior ya había sido dado de alta, a lo que las enfermeras le indicaron que en realidad el niño había fallecido. Al preguntarles a las enfermeras por la descripción, esta coincidía perfectamente con la que los pacientes le habían dado del niño un día antes.
Este podcast relatado por doctores comparte experiencias propias, de amigos, de suscriptores y también leyendas de terror, misterio o simplemente fascinantes y al final, Sergio, Fer y Miguel te desean dulces pesadillas.
Las historias de terror resultan aún más macabras cuando se resguardan en los vivos. Auténticos criminales como Alfredo Ballí, Ed Gein o John Wayne Gacy Pogo fueron la fuente de inspiración para la creación de pesadillas cinematográficas como Hannibal Lecter, Leatherface o It. De 37 años, Gertrude Baniszewski se uniría a la lista de personajes que inspirarían historias de terror, pues el 26 de octubre de 1965, daría el golpe final que acabaría con la vida de Sylvia Likens, joven de 16 años que, junto a su hermana menor, llevaba tres meses bajo el cuidado de Gertrude.
Madre de siete hijos: Paula, Stephanie, John, James, Marie, Denni y Shirley, esta mujer es protagonista de una historia que calificar de deleznable es poco, no solo es macabro el hecho de que todos sus hijos y niños vecinos se unieran a la violencia física y psicológica que le hicieron pasar a la mayor de las Likens, sino la falta de acción de un barrio entero que escuchaba gritos, veía los golpes y quemaduras marcando el cuerpo de la víctima y notaba la ausencia de Sylvia en la iglesia.
Ese año, los padres de Sylvia y Jenny atravesaban problemas económicos, por lo que, al tener una oportunidad de irse de gira con un circo a trabajar, tomaron la oferta sin titubear. Sus hijas se quedarían con una vecina a la que le pagarían 20 dólares a la semana, Gertrude, de quien no sabían mucho, sólo que era capaz de mantener a siete niños con vida, ¿qué eran dos más?
Todo comenzó con un cheque tardío, esa fue la primera vez que Gertrude maltrató a las hermanas. Luego, rumores de que Sylvia tenía un novio bastaron para que, a partir de ese momento, tuviera que dormir en el sótano de la casa. Así comenzó a tomar forma la noticia de una madre que asesinó a la hija de alguien más, no sin antes implementar juegos que implicaban golpear, amarrar, tirar de las escaleras o apagar los cigarros en la piel de la niña, y eso fue solo el principio. Nunca hubo razones, y de haberlas, no habrían justificado la crueldad de estos tratos.
Los maltratos llegaron a su fin cuando en un intento de huir, Sylvia fue empujada por las escaleras y perdió la vida. Gertrude fue sentenciada a 20 años en prisión, en el juicio negó haber estado involucrada en el crimen y culpó a sus propios hijos. Fue liberada en 1985 y cinco años más tarde, poco antes de morir, pidió disculpas por el abuso cometido en contra de Sylvia. Los niños fueron juzgados después. Paula fue encontrada culpable de complicidad y sirvió algunos años. Johnny también fue encontrado culpable, convirtiéndose en el prisionero más joven en la historia del reformatorio del estado de Indiana. Coy (novio de una de las hijas de Gertrude y quien participaba activamente en el maltrato) también estuvo en el reformatorio. Cuando los niños dieron testimonio de los hechos y se les preguntó por qué habían cometido tales actos, la respuesta unánime fue I don’t know Sir.
Este podcast conducido por Mike Gibson y Mike Ferguson es para los fanáticos del crimen, casos sin resolver e historias realmente crudas. Indaga en las mentes de los criminales y no se guarda ningún detalle.