Con-Ciencia

Que dígame usted, cuántas criaturitas se ha chupado ayer... historias sobrenaturales de pueblos originarios de México

Por: Rebeca Avila
Gaceta Nº 221 - 16 de octubre, 2024



Nahuas, chinantecos, triquis, tlapanecos, lacandones, mazahuas, chontales, quichés, teenek, zoques, mayas, tepehuas, huicholes, yaquis, rarámuris y el resto que conforman los 68 pueblos originarios de México poseen relatos sobrenaturales que, aunque distintos nombres y variantes, comparten narrativas similares para referirse a entidades que los acompañan en su visión espiritual y sobrenatural del mundo y, a veces, en su cotidianeidad. Estas historias, que varían incluso de comunidad en comunidad, tienen su origen en el pasado prehispánico, y su abundancia leyendística radica en la riqueza de su tradición oral que, aunque mantiene esos elementos místicos de las culturas mesoamericanas, han sufrido un desdoblamiento de las creencias indígenas con creencias cristianas. Por ejemplo, nuestra doliente inconsolable por antonomasia, La Llorona, que pasó de ser Tonantzin, la Cihuacoatl o un mal presagio que anunciaba los últimos años del imperio mexica, a ser una mujer mestiza que por despecho cometió homicidio y suicidio.

Esta variedad de narrativas que solo existen gracias al ritual de heredar historias y conocimientos a través de las generaciones, ha sido recogida desde los tiempos coloniales por los frailes evangelizadores gracias a sus informantes intelectuales nativos y, siglos más tarde, revisada por otros expertos en antropología, historia y arqueología, lo que ha dado como resultado evidenciar similitudes de relatos y entidades que responden a distintos nombres y se extienden, desde territorios que ahora comprenden Centroamérica, hasta el norte de México, y tan variadas como pueden ser estas regiones y sus cosmovisiones son las distintas interpretaciones que se le puedan dar. En este Con-Ciencia hablamos de algunos de estos entes y sus significados, pues cada pequeña comunidad originaria quita, aumenta, cambia elementos y cuenta sus propias historias.



Nahuales



El nahual ingiere alguna sustancia especial para poder entrar en un trance onírico y en ese plano espiritual realiza una ofrenda de sangre, la propia o la de otro, una simple cortada, sus propios ojos o corazón, hasta la autodecapitación, el máximo desprendimiento de la identidad, un sacrifico a cambio de poderío. Al menos eso parecen indicar algunos códices prehispánicos mayas del clásico.

Una variedad de significados ronda al nahualli, según los expertos una de las palabras más extendidas del náhuatl por toda Mesoamérica, cuyas interpretaciones que se le puedan dar son lo mismo abundantes que poco contundentes. Casi siempre figura masculina, es descrita con ambigüedad desde los primeros años coloniales, por ejemplo, en la Historia general de las cosas de Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún o el anónimo Códice Carolino: en lo que la mayoría de sus estudiosos coinciden es que tiene la capacidad de metamorfosis propia de ciertos individuos en seres de naturaleza animal o mística, y que está totalmente ligado al mundo espiritual. Además de este poder de transformación (esa suerte de deslizamiento durante el sueño más que una metamorfosis física) que supone un alter ego de la persona, ya sea desde un plebeyo hasta un noble, existe una dualidad entre la benevolencia y la maldad.

Un hombre-nahual, además de transmutar (el término se asocia con palabras como disimulo, cautela, secreto, malicia, engaño, fingimiento, nigromancia…), es un protector de su comunidad, un curandero, un sacerdote o hasta un gobernante; son personas cuyo destino está marcado desde el día de su nacimiento y pueden ser un animal, pero también poderosas fuerzas de la naturaleza como un huracán, el trueno, la neblina o el mismo fuego.

Existen comunidades que creen que, desde ese mundo onírico es donde el hombre-nahual puede descifrar verdades y remedios, o bien pueden, a través de su tonal (el animal compañero espiritual que se nos da a todos al nacer) ir en busca de los espíritus (almas) perdidos o en peligro, es decir, de las personas vivas que suelen tener un padecimiento.

Pero el nahual también puede hacer el mal, ser el que propaga enfermedades, el que hechiza a la gente o la desquicia, el que echa el mal de ojo. Esta definición no es para nada una sorpresa que venga a evolucionar y enraizarse a partir de la evangelización en la Nueva España, cuando nace la connotación demoniaca o de espíritu maligno con el nahualli tlacatecolotl. Por supuesto, para las comunidades el nahual maligno también es aquel que no pertenece a su poblado, que no los protege a ellos, es entonces, el enemigo.


Brujas


Cuando cae la noche y su marido va a dormir, una mujer se desprende las piernas y las deja junto al fogón. Seguido, se pone un par de patas de guajolote en sus extremidades y, con las alas del mismo animal, emprende el vuelo en medio de la penumbra. Desde lejos, se ve que en el monte va rebotando una bola de fuego que termina por perderse. No pasa mucho tiempo para que sobre el techo de alguna casa aledaña, donde una familia tiene a un recién nacido, aparezca un guajolote que, con su pico, buscará obtener la sangre del pequeño niño. ¡Ya se lo chupó la bruja!


Las mometzcopinqui y tlahuelpuchi son entidades que suelen pensarse como brujas malignas. Las variantes entre aquella que cambia sus extremidades por las de un animal y las que además chupan la sangre o comen niños, o ambas cosas, cambian según la región desde el centro de México yendo hacía las regiones de Oaxaca o Guerrero (donde, por ejemplo, es la cabeza la que se desprende) hasta el noroeste del país. Alfredo López Austin, en su libro Cuarenta clases de magos en el mundo náhuatl enumera a 14 posibles hechiceros, entre los que se encuentra uno de naturaleza femenina: mometzcopinqui y que ya Sahagún traducía como “la que se quita las piernas”; al igual que la tlahuipuchtli, una mujer-nahualli que se desprendía las piernas y viajaba en forma de fuego con el único objetivo de asustar a las personas. La idea de dejar sus piernas resguardadas en casa se asocia con Huehueteótl, el dios más antiguo del panteón mexica, deidad del fuego y el hogar, y se piensa que el dejar una parte corporal protegida, era su manera de seguir ancladas al plano terrenal. Así que, varias historias cuentan que el remedio para acabar con una tlahuipuchtli es quemar sus piernas.

Estas mujeres tenían una suerte de marca de nacimiento; como lo indicaba el calendario, sus capacidades eran otorgadas según el día en que vinieran al mundo. Las mometzcopinqui y tlahuelpuchi nacían en el Ce-Ehecatl o 1 -viento y eran consideradas como seres con el poder de hechizar, pero también significaban mal agüero, por lo que muchas de ellas eran abandonadas en el monte por sus familias. Destinadas a ser lo que fuese que eran, con el paso de los siglos y la colonización, adquirieron singularidades que se asocian con la bruja europea, aquella maligna, que busca hacer el mal, que seduce, un ser insaciable y sexualizado, la que no tiene poderes de nacimiento, sino que hace pacto con el diablo, que hace lo que le viene en gana y no respeta, por decir, a su esposo, pero que se traduce en no respetar a la sociedad cristiana.

El acto de quemar sus piernas es también una idea inquisidora, producto de la evangelización, al igual que poner, como protección, tijeras o navajas cruzadas en un cuenco con agua. También el hecho de que la amenaza contra los bebés se hacía más latente cuando estos no habían sido bautizados.

Además, aunque la idea de una mujer con sed sanguinaria podría parecer más asociada a lo vampírico de la Europa del este, y aunque ninguna fuente prehispánica relata claro sobre seres chupa sangre, lo cierto es que varias comunidades desde hace siglos hasta la actualidad hablan de seres femeninos que de noche abandonan su cuerpo humano para, a través de animales como el propio guajolote, el perro, el gato o un tecolote (búho), no sólo aterrorizar a los que deambulan solos por la noche, sino para acercarse a las casas y extraer la sangre de sus víctimas, siempre niños pequeños, mientras duermen.

Que dígame usted, cuántas criaturitas se ha chupado ayer


Para este artículo hemos recurrido a El nahualismo de Roberto Martínez González, perteneciente al Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Y al episodio Guardianes, animales, nahuales producido por TV UNAM, Editorial Raíces y el INAH.



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