El Librero

Mexicanos a la tinta del realismo mágico

Por: Itzel Huerta
Gaceta Nº 219 - 17 de septiembre, 2024


Casi frente al Hemiciclo a Juárez en la Ciudad de México un señor uniformado de BonIce baila frente a un local de la Lotería Nacional al ritmo de una banda de rock que toca Seek and Destroy de Metallica en la banqueta, una botarga de Buzz Lightyear se asoma y de pronto se abre paso entre la multitud una imagen de la virgen que encabeza una peregrinación. Sí, así es un día normal en México. Una anécdota muy famosa de Salvador Dalí sobre su visita a nuestro país es aquella que, sin mayor registro de la misma, expresó que no regresaría ya que no soportaba estar en un país más surrealista que sus pinturas.

La RAE por definición dice que la realidad es la existencia efectiva de algo, todos la vivimos y por ello se puede asegurar que perspectivas de la realidad ha habido como han existido humanos en este mundo; no obstante, en tiempos de la Primera Guerra Mundial comenzó una corriente que proponía mostrar la realidad sin lógica alguna, donde la razón fuera cuestionada en sí misma y estuviera apegado a lo onírico. Surgió lo que hoy sabemos que es el surrealismo; intelectuales afirman que el dadaísmo dio inicio a dicha corriente en cuanto a pintura, no obstante, fue André Bretón quien estableció el término en su Manifiesto surrealista como un pensamiento dictado en ausencia de todo control ejercido por la razón en 1924.

México es un país que ha llegado a ser considerado como surrealista debido a la espontaneidad con la que suceden actos particulares como parte de su día a día. La descripción inicial de este texto es un acontecer contemporáneo que difícilmente podríamos ver en alguna obra de literatura, en México estamos acostumbrados a una serie de sucesos inesperados en nuestra cotidianidad que son complementados por elementos del capital cultural que nos rodea.

Continuando con la literatura, nuestro país figuró como un importante exponente del realismo mágico, considerado por algunos como un estilo, más que como un género literario, aunque en gran medida es percibido como un movimiento artístico que se reflejó principalmente en la pintura y la literatura. El realismo mágico se diferencia de la ficción porque el autor realiza una redacción en la que naturaliza lo que acontece con una prosa envolvente y descriptiva que aleja al lector de la lógica, es decir, lo mágico es como se presenta la realidad, no siendo la realidad mágica en sí misma.

En esta edición de El Librero hablaremos sobre plumas mexicanas que consolidaron el surgimiento del realismo mágico en medio del boom latinoamericano.



Los recuerdos del porvenir


Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga.

Elena Garro (1916 - 1998) fue una de las exponentes principales de este género, aunque no fue reconocida en el momento que se publicó su obra, pues además de ser encapsulada por el protagonismo de su entonces esposo, el boom latinoamericano se llevó buena parte de la atención. En esta obra, Elena nos sitúa en Ixtepec, una comunidad de Morelos que aún lidia con los estragos de la Revolución mexicana y con el acontecer de la Guerra Cristera, donde por medio de los distintos planos narrativos presenta a un general enamorado y las situaciones que enfrenta una familia bien acomodada, todo esto mientras se comparten por medio de los habitantes del pueblo las situaciones que enfrentan como parte de los conflictos. ¿Qué de mágico tiene la historia? La manera en la que es contada y los aspectos que permiten develar el paso de las batallas en los habitantes que las vivieron.


Aura


Caminas hacia la otra puerta y al empujarla descubres un baño pasado de moda: tina de cuatro patas, con florecillas pintadas sobre la porcelana, un aguamanil azul, un retrete incómodo. Te observas en el gran espejo ovalado del guardarropa, también de nogal, colocado en la sala de baño. Mueves tus cejas pobladas, tu boca larga y gruesa que llena de vaho el espejo; cierras tus ojos negros y, al abrirlos, el vaho habrá desaparecido. Dejas de contener la respiración y te pasas una mano por el pelo oscuro y lacio; tocas con ella tu perfil recto, tus mejillas delgadas. Cuando el vaho opaque otra vez el rostro, estarás repitiendo ese nombre, Aura.

Carlos Fuentes (1928 – 2012) es precisamente uno de los personajes reconocidos como parte del boom latinoamericano. Entre todas sus obras, Aura destaca por las minuciosas descripciones que construyen cada párrafo, tan particulares por apelar a todos los sentidos mientras hace al lector perder noción exacta del tiempo porque la experiencia resulta inmersiva. Esta historia de terror presenta a Felipe Montero, un joven historiador que llega a vivir a la casa de Consuelo Llorente, quien debe ordenar y redactar las memorias de su difunto marido para que posteriormente puedan ser publicadas. En la casa habita también Aura, la sobrina de doña Consuelo, de quien Felipe queda perdidamente enamorado; conforme avanza su estancia, el historiador descubre una relación extraña entre las habitantes del inmueble. Entre fotografías y escritos del difunto coronel, el historiador termina perdiendo el sentido de la realidad.


Pedro Páramo


Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte. Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.

Juan Rulfo (1917 - 1986) es sin duda uno de los escritores hispanoamericanos más importantes del siglo XX, incluso probablemente el principal exponente del realismo mágico en México, la particularidad con la que combina fantasía y realidad le ha valido ese título. Rulfo nos traslada a Comala para acompañar a Juan Preciado en la búsqueda de su padre, un viaje que entre líneas permite palpar las problemáticas socioculturales de la vida posrevolucionaria mientras descubrimos también al propio autor entre sus recuerdos.

El realismo mágico fue un movimiento desarrollado en Latinoamérica, no podía ser de otra manera tratándose de países en los que abundan las creencias, los cuentos populares, las leyendas, las supersticiones, los milagros y los relatos ancestrales. Una peculiaridad de esta corriente es que refleja en las historias parte de la realidad que los escritores atestiguan. Enriquecida por sus memorias, estas obras transmiten fragmentos de la vida misma a través de una realidad que no es mágica como tal, más bien es mágicamente contada.



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