Para dar la vuelta

La herencia chilanga de los Juegos Olímpicos

Por: Sergio Meza

Cada cuatro años tenemos la enorme fortuna de vivir uno de los eventos más singulares del orbe, los Juegos Olímpicos. Y es que no es tema menor, la actual edición de los Juegos abarca más países participantes que la cantidad total de naciones que integran la ONU, 206 competidores en total. Este ejército deportivo, que en la actual edición se conforma de 10,500 atletas, arriban a la ciudad celosamente seleccionada que opera como sede de las justas. Esa se trata quizás de la primera competencia, la elección de la ciudad. En un proceso que dura años, que involucra una gran cantidad de recursos, negociación, preparación anticipada y, como si de otro deporte se tratara, una abundante sed de triunfo. Los comités locales presentan sus candidaturas al Comité Olímpico Internacional, quien tiene siempre la última palabra, sopesando el sinfín de factores involucrados en la decisión. La metrópoli seleccionada es galardonada entonces con el primer triunfo de la competencia, antes de que esta siquiera inicie.

En la década de los 50, a través del presidente de México, Miguel Alemán Valdés, se impulsó la idea de que el país, y en específico la capital, fuese sede de eventos olímpicos. La tarea no era sencilla, ningún país latinoamericano había recibido jamás la máxima competencia deportiva internacional, y ni siquiera había quedado alguno cerca en los procesos de candidatura. El primer set para el entonces Distrito Federal fue recibir la segunda edición de los Juegos Panamericanos. Tras un mediano éxito, no sin tropezones en la organización, el Comité Olímpico Internacional (COI) vio con buenos ojos el desempeño mexicano, en especial por el esfuerzo impulsado desde el gobierno para promover el deporte en general. Respiro y podio entonces.

En ese momento el país disfrutaba de buena estabilidad económica gracias al llamado milagro mexicano que seguía beneficiándose de la postguerra. En 1963 un Comité Organizador arribó a la ciudad alemana de Baden-Baden con la candidatura bajo el brazo para proponer a México como sede de los Juegos de 1968. No sin reservas, y tras descartar las candidaturas de Estados Unidos (Detroit), Argentina (Buenos Aires) y Francia (Lyon), el COI dio el espaldarazo a México para recibir la justa olímpica.

Además de la estabilidad económica, una de las razones de más peso para la selección del D.F. como sede olímpica era la infraestructura deportiva existente en la capital, pero dejando bien en claro que se requería de una importante cantidad de construcciones nuevas para albergar con éxito las competencias.

Para organizar los juegos se constituyó un Comité Organizador presidido en inicio por el ex-presidente Adolfo López Mateos. La cabeza del comité cambiaría un par de ocasiones hasta llegar a la mente maestra más reconocida dentro de la organización de los Juegos Olímpicos de México 68, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien partió con una idea clara de adaptar los juegos a la ciudad y no la ciudad a los juegos. Con esto arrancaría la edificación de varias sedes que, no sólo permanecen hasta nuestros días, sino que son íconos incuestionables del paisaje chilango.

Es por eso que en este Para dar la vuelta te recomendamos conocer las sedes olímpicas más importantes con las que México recibió al mundo entero durante los Juegos de 1968.


Palacio de los Deportes Juan Escutia


Llamado así originalmente en honor al prócer caído en la Batalla de Chapultepec, el gigantesco recinto con su característico domo de cobre fue diseñado por el arquitecto Félix Candela. El llamado palacio de los mil soles es reconocido de forma inmediata como uno de los íconos arquitectónicos de la ciudad. Su estructura se basa en el Palacio de los Deportes de Roma, construido para los Juegos de 1960, pero agregando su característico diseño por paraboloides hiperbólicos. El recinto albergó competencias de basquetbol varonil, en los que México destacaría ganando cinco de sus siete juegos, pero sin alcanzar posiciones de podio. El Palacio es, hasta la fecha, uno de los recintos de espectáculos más importantes de la Ciudad de México.


Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera y Alberca Olímpica Francisco Márquez


Sedes hermanas que forman parte del mismo complejo al sur de la Ciudad de México, proyecto ideado por los arquitectos Manuel Rosen Morrison, Antonio Recamier Montes y Edmundo Bringas. Ambas sedes se siguen utilizando actualmente como centros deportivos de alto rendimiento para atletas mexicanos, así como todo tipo de eventos deportivos e incluso clases donde se forman los futuros atletas del país. El gimnasio fue utilizado durante los juegos para albergar las competencias de voleibol, siendo sede del triunfo de la extinta Unión Soviética en los torneos femenil y varonil. Actualmente alberga también el Salón de la Fama de Medallistas y Deportistas Olímpicos. Por su parte, la Alberca Olímpica Francisco Márquez fue casa de las competiciones de natación, saltos, waterpolo y pentatlón moderno. En este recinto se presenció el triunfo de Felipe El Tibio Muñoz en la competencia de natación 200 m pecho.


Velódromo Agustín Melgar


Formó parte de los esfuerzos por renovar la llamada Ciudad Deportiva al oriente de la ciudad, la cual se conformó de varias sedes dentro de los Juegos. El Velódromo fue sede de los eventos de ciclismo y fue construido por el arquitecto alemán Herbert Schurmann. Es utilizado actualmente como estadio para deportes como fútbol o tochito bandera, así como recinto de conciertos. Fue famoso por su madera de duela africana, resistente a la intemperie y que permitía alcanzar a los ciclistas grandes velocidades, la cual por desgracia fue sustituida posteriormente con hormigón.


Sala de Armas Fernando Montes de Oca


Ubicada en la Ciudad Deportiva, fue sede de los encuentros de esgrima, es uno de los principales recintos bajo techo que se construyeron para los Juegos y hasta la fecha es utilizado para impartir clases y recibir encuentros de todo tipo de disciplinas, siendo las principales basquetbol, voleibol y balonmano.


Pista Olímpica de Remo y Canotaje Virgilio Uribe


Como un claro ejemplo del ideal de Ramírez Vázquez y del Comité Organizador por adaptar los Juegos a la ciudad, la Pista Virgilio Uribe se ubica en la zona de los canales de Xochimilco, única zona verdaderamente lacustre de la capital, obteniendo el agua para las competencias de los propios canales. Es única en su tipo en México y es, hasta la fecha, una de las cuatro pistas más grandes a nivel mundial. Fue diseñada por los arquitectos Ignacio Escamilla, Raúl González y Alonso Múgica.


Polígono de tiro Vicente Suárez


Una de las sedes más discretas actualmente, dado que fue adaptada dentro del Campo Militar Número 1, albergó todas las competiciones de los deportes de tiro, posteriormente fue adaptado también para prácticas ecuestres. Por su carácter militar se encuentra cerrado al público.


Villa Olímpica Libertador Miguel Hidalgo


Ni modo que los atletas de alto rendimiento durmieran en la alameda. Como cada edición de los Juegos lo requiere, se construyó una Villa Olímpica que albergase a los competidores de las diferentes disciplinas. Sus terrenos fueron donados por la Fábrica de Papel Loreto y Peña Pobre, cerca de la antigua Villa de Tlalpan; su construcción llegó a un total de 20 mil metros cuadrados y consta de 29 torres, las cuales recibieron nombres de dioses o héroes griegos, albergando un total de 904 departamentos. Una vez terminados los Juegos, la Villa se acondicionó para la venta individual de los inmuebles y es actualmente un importante complejo habitacional de la ciudad.


Ruta de la amistad


Uno de los íconos por excelencia no solo de los Juegos, sino de la ciudad entera, es la serie de espacios escultóricos distribuidos a lo largo del Anillo Periférico, al sur de la capital. La avenida fue acondicionada para conectar diversos puntos que funcionaron como sedes; tal es el caso de Ciudad Universitaria, Ciudad Deportiva y Xochimilco. Las 19 obras de concreto se colocaron en un corredor de 17 km de longitud, el proyecto fue encabezado por el destacado escultor y arquitecto Mathias Goeritz. Para el diseño de las esculturas se invitó a artistas de Francia, Israel, Marruecos, Países Bajos, Austria, Australia, España, Polonia, Estados Unidos, Italia, Uruguay, Hungría, Japón, Checoslovaquia y, por supuesto México, con las obras de Ángela Gurria y Jorge Dubon que abren y cierran el corredor respectivamente en la Glorieta de San Jerónimo y Cuemanco.


Renovaciones


Además de las sedes construidas para los Juegos se contó la renovación de un sinfín de espacios ya existentes para albergar el resto de las competencias. Entre ellos se encuentran el Centro Deportivo Chapultepec, el Frontón México, el Centro Deportivo Asturiano, el Auditorio Nacional, el Teatro de los Insurgentes, la Alberca Olímpica de Ciudad Universitaria, la Arena México, el Centro Deportivo Libanés, la Pista de Hielo Insurgentes, la Pista Arena Revolución, el Frontón Metropolitano y el Estadio de Ciudad Universitaria, el cual pasaría a llamarse de ahí en adelante Estadio Olímpico Universitario.

La aparición y renovación de todos estos sitios proporcionó un acento de modernidad a la Ciudad de México que perdura hasta nuestros días. Importancia que se acompaña con la cruel historia de los movimientos sociales que se desarrollaron en aquellos años, quedando así claro que, en todas las aristas, 1968 se convirtió en una fecha que transformaría a la Ciudad de México para siempre.


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