El Librero

Amor, dolor y resistencia en la identidad

Por: Itzel Huerta


El amor suele ser complejo de definir, hay tantas definiciones como formas de sentirlo. Presenciarlo es común para algunos y esporádico para otros tantos. En El Librero de esta edición, acercamos a ti algunas historias de escritores mexicanos que abordan diversas maneras de vivir el amor como parte de lo que conocemos como identidad.


El Vampiro de la Colonia Roma


[...]sobre todo porque me chingaban a cada rato con eso si hubiera sabido que la homosexualidad es una cosa de lo más normal ¿no? como pienso ahorita que cada uno tiene derecho a hacer con su vida sexual lo que se le pegue la gana ps no me hubiera sentido tan mal ¿verdad? pero entonces a mí sí me sacaba mucho de onda sentirme diferente y yo siempre decía que no era cierto que no me acordaba en fin siempre tratando de taparle el ojo al macho [...]

Este libro de Luis Zapata es uno de los referentes contemporáneos de la literatura gay, un ejemplar que se caracteriza por la carencia de signos de puntuación y una redacción que plasma la personalidad de Adonis García, nuestro protagonista. A través de sus páginas conocemos su historia de vida, lo complicada que fue su infancia ante la ausencia de su madre y la no tan tardía muerte de su padre, tenía un hermano en el que se apoyó hasta sus 17 años, pero en su vida la familia no figuró un espacio esencial.

Desde niño tuvo interés en el aspecto sexual, donde pronto se percató de que su atracción estaba dirigida hacia el género masculino, y aunque la historia se desenvuelve en un país en el que el machismo está profundamente arraigado, este libro nos muestra un México oculto que cobra vida por las noches, uno que descubrió como parte de su lucha por salir adelante y que nunca le fue del todo ajeno.

Si se tuviera que elegir una palabra para definir a Adonis, sería ligereza. Descubrir que podía generar dinero por acostarse con cuanto tipo quisiera hacerlo, le abrió un mundo de posibilidades, ya que nunca se rajó para liarse con hombres que lo llevaron a vivir las aventuras y desventuras que se narran en el libro. Pese a que parte del taloneo implicaba el contacto físico, él tenía muy claro que una cosa es la relación que mantiene con los clientes y otra muy distinta la que tiene con quien figura como su pareja. Para este vampiro que operaba de noche y que solía encontrarse en la esquina del Sanborns de Niza o en las afueras del Teatro Las Américas, el amor fue un sentimiento que pocas veces llegó a identificar tan claramente, aunque lo vivió de maneras distintas para con sus parejas y para con él mismo.

A través de la dignidad descubre su identidad.


Amora


Para mí, descubrir que podía amar a las mujeres fue tan importante como para Colón descubrir América. Y no es que tuviera mala relación con los hombres. ¡Al contrario! Me tocaron hombres lindísimos que, para mis veintitantos años todavía me alcanzaban. Íbamos a jugar boliche, al cine, a tomar la copa, a bailar al Barbarella, a comer tacos y a coger. Pero entre más me conocía yo, más me desconocían ellos, hasta que llegó un momento en que los huecos eran más que los rellenos. Para entonces, las mujeres ya habían brillado en mi universo. ¡Ah, las mujeres! Tan determinantes en mi vida, para bien y para mal.

Rosamaría Roffiel nos regaló en 1989 la primera novela lésbica feminista en México, un libro que resultó ser un escándalo por tocar temas imprudentes y por expresar abiertamente el amor entre mujeres. Guadalupe es la protagonista de esta historia, quien se encuentra inmersa en la lucha feminista y en la vivencia de la lesbiandad. Amora es un libro que transmite la calidez del círculo que conforma la red de apoyo de Lupe, en compañía de Norma, Victoria, Citlali y otras amigas que, desde el amor, la resiliencia y la solidaridad se abrazan entre ellas.

Amora nos acerca al proceso en el que una se reconoce como feminista, como cuando incluyes y consideras aún a los hombres como amigos o aliados, aunque reconoces y te defiendes de los actos misóginos cuando los presencias, así como Lupe; o cuando eres tan sensible que cada caso que conoces de violencia en cualquiera de sus facetas te afecta en más de una manera pero que eso a la vez te inspira a seguir en la causa, así como a Victoria; o cuando ya has llegado al límite de tu tolerancia y no soportas más actos ni escenarios de ningún hombre porque tu activismo es radical.

En sus páginas vemos reflejado cómo se puede vivir el feminismo y se reafirma aquel lema que dice una se vuelve feminista por su propia historia, pero también comparte - un poco de manera autobiográfica - el proceso de elegir amar a las mujeres, reconocerse como lesbianas y hablar desde el amor para con las demás y para con una misma, un amor que pareciera que sólo las mujeres son capaces de sentir y decir seguramente así aman las diosas.


Carta a mi padre. Testimonio de una persona transexual con discapacidad


La primera persona con la cual hablé sobre mis ganas de ser mujer físicamente y enfrentarme a la vida como tal fue un novio iraquí que tuve en Moscú, en 1981. Él me consideraba como su novio, pero yo le decía que era su novia. Él insistía en que eso no era posible porque yo era un hombre, pero la primera vez que hicimos el amor, cuando nos quedamos abrazados, me dijo que no podía creerlo, que de verdad yo era una mujer. Le pregunté por qué y me respondió: “Porque haces el amor como una mujer”. Me sentí tan realizada y completa que le pedí que me hablara como lo haría con una novia; fue el primero que me aceptó como mujer.

¿Cuántas cosas que nos gustaría decir no se quedan en papel? Eso es incluso una práctica terapéutica. En este caso, lo presenciamos a través del testimonio de Irina Echeverría, quien nos comparte aquello que nunca le pudo decir a su padre, la figura que más le marcó y a quien dedica estas palabras. La vida de Irina fue complicada desde su infancia, pues es una persona con discapacidad que desde los cuatro años padece la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth, lo que la llevó a estar en constantes tratamientos, arduas cirugías, utilizando aparatos que le ayudaran a moverse y aprendiendo a ser autosuficiente desde los inicios de su vida.

Irina atestiguó la discriminación política que vivió su padre, un preso político que integraba el Partido Comunista Mexicano y que estuvo cauto en el Palacio de Lecumberri por defender sus convicciones; vivió el rechazo de buena parte de la población por ser hija de un simpatizante del Partido, no obstante, ella tenía admiración por ese hombre hasta el punto de seguir sus ideales, lo llegó a considerar su héroe, sólo por algunos años de su infancia, ya que ese señor era insensible, machista y sumamente duro con Irina por su enfermedad.

La discriminación que reciben las personas con discapacidad es enorme, una cuestión con la que Irina tuvo que lidiar incluso con su familia, en su testimonio ella plasma que vivió este rechazo no desde la consideración, sino desde el percibirla como alguien inútil. Finalmente, después de haber sido sometida a dificultosas cirugías, terminó en silla de ruedas e incluso tuvo un matrimonio heterosexual de más de 10 años con Nélida, pero el otro motivo que la hizo objeto de discriminación fue ser una mujer transexual. Rebasando los 40 años, su enfermedad se comenzó a complicar aún más, ahora perdería la vista y ante la falta de motivación para continuar con su vida, decidió liberar su identidad al reconocerse como mujer.

La vida de Irina fue en lo absoluto sencilla, pero en este libro la conocemos desde la dignidad y la resistencia. Dirige sus palabras a su padre porque fue quien más la marcó, por ser tan duro, violento y desconsiderado, pero con nadie de su familia mantuvo contacto alguno, su familia se cerró a Nélida, quien la acompañó en todo su proceso, incluso cuando abiertamente pudo decir que era mujer y eligió el nombre de Irina.


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